Ich liebe dich, capitalismo
Crítica ★★ de Life Guidance (Ruth Mader, Austria, 2017).
La literatura y el cine de ciencia ficción han demostrado ser el vehículo más apropiado desde el que articular discursos sobre los temores de la sociedad contemporánea, principalmente partiendo de planteamientos distópicos cuyas posibles lecturas y metáforas nos invitan a contemplar un futuro (no tan) lejano, cuando a su vez pueden ser aplicadas a nuestro contexto más próximo. Disponemos de múltiples ejemplos posibles al respecto, entre ellos por supuesto 1984, la célebre novela de George Orwell, que la directora austríaca Ruth Mader ha reconocido en rueda de prensa como principal influencia a la hora de plantear su segundo largometraje de ficción tras Struggle, estrenado precisamente en el Festival Internacional de Cine de Gijón de 2003. Pero Orwell no es la única influencia detectable en Life Guidance, como señala la sinopsis del festival, en ella «El show de Truman se da de bruces con THX 1138, bajo la influencia de Canino y La cuestión humana». Una fórmula, a la que en todo caso resulta más bien cuestionable reducir cualquier película, que de manera involuntaria acierta al señalar lo que probablemente sea el mayor problema de la cinta: su falta de personalidad. Si bien la dirección de fotografía otorga una densidad formal muy característica a las imágenes, pronto comprobamos que no hay una búsqueda estética por explorar ni que la trama tampoco se aleja un ápice de los renglones (torcidos) de su planteamiento. Tanto el guion como sus ideas visuales se agotan demasiado pronto, pero sobre todo se muestran insuficientes para lograr trascender a la suma de sus referentes. En cambio, Life Guidance sí que cuenta con el inusual atractivo de invitarnos a constatar cómo se transforman determinados esquemas y tropos de la ciencia ficción al ser apropiados por cineastas europeos con un riguroso sentido de la composición y del ritmo narrativo. La quietud de la dirección de actores, la planificación de la puesta en escena y el trabajo con el espacio, entre otros factores más próximos al cine de autor, provocan un distanciamiento entre la propuesta, el punto de vista del protagonista y el espectador que resulta muy estimulante. Este efecto da lugar a una mutación del género que por desgracia en lugar de por mayor capacidad transgresora, viene acompañada de un discurso plano y previsible, pero que a su vez, pese a sus aspiraciones y grandilocuencia formal, en su simpleza entronca con ciertos estilemas de la Serie B en el que la narración se siente más cómoda.
Ya desde los títulos de crédito, cuyo diseño gráfico nos anticipa que nos encontramos en un futuro próximo aunque indeterminado, Ruth Mader aspira a construir una ambientación minimalista. Y el resultado es más que convincente pese a contar con escasos recursos, merced al elegante diseño de las localizaciones, grises edificios de oficinas, grandes salas en las que la burocracia capitalista ha tomado el poder, lujosas mansiones de arquitectura moderna y espacios abiertos sin presencia humana. La disposición de estos elementos será suficiente para situar al espectador en una distopia comandada por el pensamiento único del crecimiento personal y la superación profesional. El capitalismo perfecto, un mundo en el que la felicidad está garantizada, no se cuestiona. Nuestro protagonista tiene una familia perfecta, una mujer y un hijo encantadores y un empleo en la industria alimentaria, que fluctúa de forma tan vertiginosa como lo harán bruscamente sus esquemas. La secuencia inicial, a la que volverá la película en su conclusión cerrando la trama de forma circular, es clarificadora de las preocupaciones que asisten tanto al protagonista como a su autora, que en 2012 dirigió el documental What is Love?, con el que reflexionaba sobre las distintas formas posibles de amor. En un plano cenital meticulosamente encuadrado, con los personajes ejecutando un arco con sus cuerpos tumbados en la cama, una pareja heteronormativa se dice te quiero sin mostrar ninguna clase de emoción. A continuación, en un gesto revelador, el montaje se detiene en un primer plano del hombre, en el que aflora, de forma casi imperceptible, una terrible sensación de infelicidad.
«Life Guidance cuenta con el inusual atractivo de invitarnos a constatar cómo se transforman determinados esquemas y tropos de la ciencia ficción al ser apropiados por cineastas europeos con un riguroso sentido de la composición y del ritmo narrativo».
Ese sentimiento, esa pizca de humanidad en un mundo poblado de personajes robóticos, es el motor que hace avanzar la narración. Una historia que en el fondo nos han contado mil veces, la de la lucha de un hombre contra el sistema, cuya rebelión será apaciguada por los mecanismos de protección inherentes al poder. Precisamente, será ante la duda y el cuestionamiento vital del protagonista cuando entre en juego Life Guidance, una agencia encargada de controlar la felicidad y el confort de los individuos, con el fin mantener una sociedad idílica. La irrupción de la agencia en su propia casa, representada por la arrogancia y el cinismo de un ejecutivo, marcará para mal el devenir de la propuesta. Como si con las posibilidades que ofrece el lenguaje cinematográfico y la puesta en escena no fuera suficiente, la directora cae en el error de subrayar esta tranquila amenaza desde un obvio uso de la música, mediante una estridente partitura compuesta por Manfred Plessl que resuena de forma omnipresente durante todo el metraje, pero cuya utilización particularmente resulta nefasta cada vez que aparece el representante de la agencia Life Guidance. Esta imposición por tratar de crear una atmósfera siniestra a su alrededor termina lastrando el desarrollo y la complejidad del argumento, que cae en el maniqueísmo y ciertos tópicos al retratar a los poderosos que controlan la felicidad por el bien de la sociedad. En otra decisión cuestionable de la película de Ruth Mader, el protagonista descubrirá que el sistema crea una serie de películas con las que manipular a los ciudadanos. Cuando se dispone a ver las de su familia encontrará escenas terribles e inmorales, como la asfixia de un bebé por parte de su propio hermano, al que tiran a la basura. Escenas en las que la directora se recrea, en lugar de imponer cierta distancia o permitirnos refugiarnos en la bondad del fuera de campo, filmándolas con exactamente la misma estética que la propia película. En su intención por señalar la escasa humanidad de nuestra sociedad, Life Guidance peca de ingenua y esquemática, no profundiza en sus posibilidades, pero además solo parece mostrarnos el lado horrible de la realidad. Y quizá para eso no hacía falta desplazarse al futuro, bastaba con poner cualquier informativo.
Antonio M. Arenas
© Revista EAM / 65º Festival de Gijón
Ficha técnica
Austria, 2017. Título original: «Life Guidance». Dirección: Ruth Mader. Guion: Ruth Mader, Martin Leidenfrost. Compañía productora: Kranzelbinder Gabriele Productiton. Montaje: Niki Mossboöck. Música: Manfred Plessl. Dirección de fotografía: Christine A. Maier. Vestuario: Tanja Hausner. Diseño de producción: Renate Martin, Andreas Donhauser / Donmartin Supersets. Reparto: Fritz Karl, Katharina Lorenz, Florian Teichtmeister. Duración 101 min.