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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Bye Bye Germany

    Un cuento alemán

    Crítica ★★★ de Bye Bye Germany (Es war einmal in Deutschland... Auf Wiedersehen Deutschland, Sam Garbarski, Alemania, 2017).

    El título original de Bye Bye Germany, película del director de origen alemán establecido en Bélgica Sam Garbarski, es Es war einmal in Deutschland... La expresión germana “Es war einmal” vendría a ser nuestro “Érase una vez” con el que comienzan los cuentos infantiles, algo totalmente congruente con la actitud del protagonista de la cinta, David, un superviviente de los campos de concentración que, a lo largo del metraje, se inventa diferentes historias para no asumir la realidad de lo ocurrido allí. La imaginación y las bromas como forma de enfrentarse al horror indescriptible. El cine alemán más actual vuelve a enfrentarse a temas históricos apenas tratados hasta ahora en la gran pantalla: en este caso, basándose en la trilogía de novelas Teilacher de Michel Bergmann, Garbarski aborda qué fue de los judíos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, algo de lo que sabíamos muy poco hasta un episodio tan relevante como el secuestro en 1960 en Buenos Aires de Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS, por parte del Mossad, hecho que ya se escenificó en filmes como Hannah Arendt (Margarethe von Trotta, 2012) o El caso Fritz Bauer (Lars Kraume, 2015). En el año 1946, “la devastada Alemania de posguerra fue reconstruida a imagen de sus vencedores, y la política predominante fue en gran medida la de Estados Unidos, el vencedor más poderoso” , mientras que los judíos esperaban en campos de refugiados a tener la oportunidad para emigrar de un país en el que se les compadecía al mismo tiempo que se les seguía rechazando.

    Con una ambientación clásica y una dirección que prioriza los primeros planos, Garbarski le ofrece todo el protagonismo a un actor muy versado como es Moritz Bleibtreu (con quien ya trabajara en Vijay and I —2013—), quien conduce a su David con una interpretación tan contenida y naturalista que muchas veces la comedia, o lo que se podría esperar de ella, queda camuflada. Como viene siendo habitual también en las manifestaciones más recientes del género dentro de la cinematografía alemana, la comedia no se apoya en las directrices que habitualmente dirigen la narración, introduciéndose en terrenos ambiguos de los que es tan difícil reírse como no hacerlo. En esta ocasión se opta por una recreación de época costumbrista, con un guion que arremete directamente y sin piedad contra aquellos a los que apunta, mientras que se apiada de ese grupo de perdedores, liderados por David, que montan un negocio de venta apelando a la ignorancia y al sentimiento de culpabilidad de los potenciales compradores. Pero, lejos de lo que su distribución tanto dentro como fuera de sus fronteras da a entender en diversos tráileres y sinopsis, la película no se centra en absoluto en esta trama, llegando a quedarse en un plano secundario.

    «Bye Bye Germany hace de su falta de didactismo, que la aleja del sentido aleccionador propio de la picaresca, su mayor virtud. Aunque no por ello se queda en la superficie a la hora de criticar una actitud de arrogancia y de falta de responsabilidad por parte de los alemanes en su insistencia de su ignorancia sobre los hechos terribles ocurridos durante la guerra»


    Mientras lleva a cabo su negocio, David es interrogado por supuesto colaboracionismo por una agente especial americana de origen germano, a la que entretiene con chistes al igual que lo hacía con los oficiales del campo de concentración, llegando incluso a involucrar en su relato al mismísimo Adolf Hitler. Aunque aquí no aparezca personalmente, la figura como objeto humorístico del Führer en el cine (no solo alemán, también lo veíamos en la historia contrafactual que Quentin Tarantino planteaba en Malditos bastardos —2009—) no es en absoluto un tema tabú: después de que su representación humana alcanzara una cima en El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004), parece que ha perdido el sentido seguir mostrándole a él o a los episodios en las que esté presente de forma realista en la gran pantalla. Así, la supuesta tarea de un judío enseñando a Hitler a expresarse con más soltura y gracia ya había sido abarcada en Mein Führer (Dani Levy, 2007); aunque si bien aquella producción no pasaba de anecdótica, lo que Bye Bye Germany plantea es mucho más complejo: lejos del orgullo de los supervivientes en circunstancias extremas, la culpabilidad que sienten, la incomprensión de que otros hayan muerto en su lugar y ellos continúen existiendo, además de los horrores vividos, hacen que sea imposible recuperarse y volver a considerar Alemania como su hogar. Pese que mantiene algunos aspectos de un modelo de tragicomedia europea ya establecido, con personajes entrañables o una consabida historia de amor, Bye Bye Germany hace de su falta de didactismo, que la aleja del sentido aleccionador propio de la picaresca, su mayor virtud. Aunque no por ello se queda en la superficie a la hora de criticar una actitud de arrogancia y de falta de responsabilidad por parte de los alemanes en su insistencia de su ignorancia sobre los hechos terribles ocurridos durante la guerra, como aún seguía expresando Brunhilde Pomsel, última secretaria de Joseph Goebbels, en el documental de 2016 A German Life (Christian Krönes, Olaf S. Müller, Roland Schrotthofer, Florian Weigensamer). “¿Los alemanes son capaces de sentir culpabilidad?”, se pregunta retóricamente David en un momento de un filme con aires de fábula sobre el desarraigo, pero en el que el drama que se nos narra es plenamente real. | ★★★ |


    Sofía Pérez Delgado
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Alemania, Luxemburgo, Bélgica, 2017. Título original: «Es war einmal in Deutschland... (Auf Wiedersehen Deutschland)». Dirección: Sam Garbarski. Guion: Michel Bergmann, Sam Garbarski. Productoras: IGC Films / Entre Chien et Loup / Samsa Film. Fotografía: Virginie Saint-Martin. Montaje: Peter R. Adam. Música: Renaud Garcia-Fons. Diseño de producción: Véronique Sacrez. Dirección artística: Astrid Poeschke. Vestuario: Nathalie Leborgne. Reparto: Moritz Bleibtreu, Antje Traue, Tim Seyfi, Mark Ivanir, Anatole Taubman, Hans Löw, Pál Mácsai, Václav Jakoubek, Jeanne Werner, Joel Basman. Duración: 101 minutos.


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