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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Atómica

    Al servicio secreto de su majestad.

    Crítica ★★★★ de Atómica (Atomic Blonde, David Leitch, Estados Unidos, 2017).

    Convertida en pocos años en todo un título de culto para los amantes del cine de acción más estiloso y gamberro, John Wick (Chad Stahelski, David Leitch, 2014) llegó a nuestras vidas sin grandes alardes. 20 millones de presupuesto y una estrella que no pasaba por su mejor época, Keanu Reeves, fueron las armas de una historia tan sencilla como funcional: la de un letal asesino a sueldo que se cobra una sangrienta venganza contra los gángsters que mataron a su perro. El éxito de la ecuación fue tal que Reeves hoy vive una segunda juventud como actor, repitiendo rol en John Wick: Pacto de sangre (2017), la inevitable secuela que dirigió, esta vez en solitario, Stahelski, aún con mejores resultados comerciales y críticos. Por su parte, el codirector de la primera cinta, David Leitch, todo un especialista en escenas de acción, tampoco parece resignado a dormirse en los laureles y se ha lanzado a la dirección en solitario con otro producto, Atómica (2017), donde repite gran parte del equipo creativo de John Wick y que, decididamente, sigue los mismos patrones de aquella para volver a dar en la diana. La novedad radica en que, en esta ocasión, la estrella sobre la que gira todo el espectáculo es una mujer, la imponente Charlize Theron, reconvertida aquí en esa heroína de acción con la que muchos soñábamos desde que la disfrutamos como esa Emperatriz Furiosa capaz de eclipsar al auténtico protagonista de la magna Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) y, en menor medida, como la reciente villana de Fast & Furious 8 (F. Gary Gray, 2016), donde, en honor a la verdad, estuvo un tanto desaprovechada a la hora de ser parte activa de los momentos más vertiginosos. Theron obtiene, al fin, ese vehículo para su absoluto lucimiento (físico e interpretativo, que para eso es una de las actrices más bellas de la meca del cine y tiene en su haber un Óscar) sobre el que se pueda edificar una nueva franquicia.

    Adaptación de la novela gráfica de Antony Johnston La ciudad más fría, la historia nos sitúa en el Berlín de 1989, con el desplome del comunismo y la caída de su muro como telón de fondo. Hasta esa ciudad llega la agente del MI6 (Servicio de Inteligencia Secreto del Reino Unido) Lorraine Broughton, con la misión de hacerse con una importante lista que incluye los nombres de todos los espías encubiertos de Berlín y hacerla llegar a Occidente, enfrentándose a una peligrosa maraña de traiciones, agentes dobles (y triples) y asesinos que no pararán hasta acabar con su vida y arrebatarle tan valiosa información. El relato está contado a modo de flashbacks desde un despacho en el que la protagonista es interrogada por sus superiores y la CIA sobre ese trabajo que no ha salido como se esperaba, haciendo que el relato acabe resultando un tanto enrevesado y con demasiados giros argumentales que pueden dificultar su seguimiento, sobre todo en un tramo final que busca el factor sorpresa a toda costa. Atómica es una suerte de puesta al día de aquellos thrillers de espionaje que hicieron furor en los 60 y 70, con todos los lugares comunes y clichés (ese mcguffin por el que todos matan) habituales del género pasados por el tamiz de la acción más vibrante, esa que ha encontrado ilustres abanderados en héroes como el Ethan Hunt de Misión imposible o en Jason Bourne. Leitch sustituye el blanco y negro de las viñetas del cómic para llenar la pantalla de color y luces de neón (la sombra de Nicolas Winding Refn es alargada), imprimiéndole a su obra una estética ochentera de lo más atractiva, aquella que también derrochaba John Wick. Pocas veces un actor ha significado tanto para su película como Charlize Theron para Atómica, auténtico animal cinematográfico que, por sí solo, es el mayor reclamo y principal artífice de que todo lo que rodea a su figura sea tomado poco menos que como mero ornamento. Ya sea desnuda y amoratada, sumergida en una bañera llena de cubitos de hielo; con peluca rubia o cabello oscuro; luciendo lencería fina mientras pega micrófonos a lo largo de su cuerpo, o subida sobre enormes zapatos de tacón rojo que no duda en utilizar como infalible arma de matar, Theron desborda magnetismo, carisma y sensualidad, consiguiendo que la feminidad no vaya reñida con la dureza y frialdad de su personaje.

    «Atómica emerge como una de las sorpresas más gratificantes de la cartelera veraniega, uno de esos placeres para nada culpables a los que no cabe exigir un argumento demasiado consistente o personajes bien definidos, sino dejarse llevar por el orgiástico carrusel sensorial, su entretenimiento sin tregua y la fuerza de una gran actriz en estado de gracia como maestra de ceremonias».


    Pero Atómica no se detiene solo en ese monumento creado en torno a la actriz, sino que ofrece a James McAvoy (con un look que parece sacado de una cinta de Guy Ritchie) la ocasión de entregar una actuación magnífica y cargada de fuerza como Percibal, el agente con quien Lorraine debe colaborar en su misión a través de los bajos fondos de la convulsa ciudad. Sorprende también muy positivamente Sofia Boutella como Delphine, una espía francesa que se convierte en el interés amoroso del personaje de Charlize, con la que logra una química asombrosa que hace que salten chispas de la pantalla en las escenas (sexuales o no) que ambas mujeres comparten, las únicas en las que aflora la faceta más humana y vulnerable de Lorraine, al margen de la máquina de matar que personifica durante el resto del filme. Secundarios de comprobada infalibilidad como John Goodman y Toby Jones aportan la necesaria nota de prestigio al reparto de un relato en el que las formas, apabullantes, están en todo instante por encima del fondo. Así, Leitch entrega la que con toda seguridad sea la película de acción mejor montada y coreografiada de 2017, una sucesión de set pieces a cuál más elaborada, que alcanza su punto álgido en un (tramposo pero muy logrado) plano secuencia que muestra a la protagonista y a su protegido (Eddie Marsan) enfrentándose a un puñado de asesinos en el interior de un edificio, con impresionantes peleas cuerpo a cuerpo (donde los golpes duelen, incluso al espectador) en escaleras y habitaciones, que culminan en una monumental persecución en coche por las calles de Berlín. Otro momento sublime en cuanto a concepción plástica es la pelea entre Lorraine y varios enemigos en un cine donde se proyecta Stalker (Andrei Tarkovski, 1979), provocando un efecto de sombras chinescas ante la pantalla donde se proyecta el mítico clásico. La sangre y la violencia están muy presentes en la acción, como también lo está la incesante banda sonora que la acompaña con acierto, conformada por éxitos de artistas como David Bowie, Nena, Queen o New Order. Atómica emerge como una de las sorpresas más gratificantes de la cartelera veraniega, uno de esos placeres para nada culpables a los que no cabe exigir un argumento demasiado consistente o personajes bien definidos, sino dejarse llevar por el orgiástico carrusel sensorial, su entretenimiento sin tregua y la fuerza de una gran actriz en estado de gracia como maestra de ceremonias. Su personaje ya es un icono de la heroína de acción contemporánea y pedimos con ansias nuevas peripecias para ella. | ★★★★ |


    José Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2017. Título original: Atomic Blonde (The Coldest City). Director: David Leitch. Guion: Kurt Johnstad (Novela gráfica: Antony Johnston. Productores: A.J. Dix, Eric Gitter, Beth Kono, Kelly McCormick, Peter Schwerin, Charlize Theron. Productoras: Focus Features / 87Eleven / Closed on Mondays Entertainment / Denver and Delilah Productions / Sierra / Affinity. Fotografía: Jonathan Sela. Música: Tyler Bates. Montaje: Elísabet Ronaldsdóttir. Diseño de producción: David Scheunemann. Reparto: Charlize Theron, James McAvoy, Sofia Boutella, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones, James Faulkner, Roland Møller, Bill Skarsgård.


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