Fotograma de «Les fantômes d'Ismaël», de Arnaud Desplechin.
La cinta de inauguración del Festival de Cannes suele dividir a la prensa y Les fantômes d'Ismaël (Ismael’s Ghosts) no ha sido una excepción. Su laberíntico caos ha desconcertado a algunos y fascinado a otros, ofreciendo nuestro compañero Alberto Sáez Villarino una lectura conciliadora que, aun aplaudiendo su riesgo, cuestiona los resultados: «rupturas de la cuarta pared, historias dentro de historias, saltos en el tiempo y el espacio e incluso saltos de ficcionalidad jugarán a confundirnos y obligarán al espectador a un esfuerzo adicional para hallar una respuesta coherente en este universo de atrezo». De todos modos, la partición de la audiencia es algo habitual en el francés Arnaud Desplechin, quien se hizo el año pasado con su primer galardón de Cannes —el Premio SACD de la Quincena Realizadores por Tres recuerdos de mi juventud (2016)— tras haber competido por la Palma de Oro en cinco ocasiones —por La centinela (1992), Comment je me suis disputé... (ma vie sexuelle) (1996), Esther Kahn (2000), Un cuento de Navidad (2008) y Jimmy P. (2013)—, así como por el más humilde premio de la sección Un Certain Regard con Léo, en jouant 'Dans la compagnie des hommes' (2003). Curiosamente, el que quizá sea su mejor largometraje hasta la fecha, el melodrama Reyes y reina (2004), es el único que no pasó por la Croisette, probando suerte (también sin éxito) en la Sección Oficial de Venecia. Emulando las peculiares formas de Tres recuerdos de mi juventud (drama romántico que, por cierto, granjeó inesperadamente al realizador su primer César), Les fantômes d'Ismaël (Ismael’s Ghosts) muestra a un director de cine (Mathieu Amalric, quien ya formara parte del lenco de su último filme) cuya vida da un vuelco al regresar su examante (Marion Cotillard) justo cuando va a dar comienzo el rodaje de su próxima película, situación harto comprometida considerando que el hombre se encuentra emparejado con una nueva mujer a la que encarna Charlotte Gainsbourg. Como cabía esperar, el elegante reparto —que también incluye a Louis Garrel, Alba Rohrwacher e Hippolyte Girardot, así como al secundario favorito de Desplechin, László Szabó— es el único elemento aplaudido por unanimidad.