El D'A barcelonés ya nos anunció en abril que el nuevo proyecto de Elena Martín, «Júlia Ist», se iba a convertir en una de las sensaciones de la temporada dentro del siempre parco cine español. Lo consigue con un retrato sobre los alumnos Erasmus que inician en Berlín un nuevo episodio vital. Una experiencia que pocas veces ha sido reflejada en pantalla. La joven directora y actriz nos recibe en la sala Beckett para charlar sobre este proyecto tan personal.
Tengo la sensación que el cine no ha aprovechado demasiado la experiencia Erasmus.
Sí, en parte la idea de hacer la película viene de que, cuando hicimos el Erasmus y descubrimos la intensidad de la experiencia, nos sorprendió mucho no encontrar en ficción el relato de un Erasmus. Y más cuando es un viaje que hacen al año muchísimo jóvenes en Europa. Además, para muchos de ellos significa su primea vez fuera de casa. Aunque claro, esta ausencia de historias nos vino bien para aprovechar el hueco.
¿Qué tiene de especial el Erasmus que lo hace diferente de otras historias de tránsito hacia la madurez?
Al menos para mí, fue la sensación de extrañeza con la que lo afrontas. El tipo de conflicto al que te enfrentas en ese periodo recuerda a lo que te imaginabas que debería haber sido tu adolescencia y no lo ha sido. Lo que nos interesaba cuando escribíamos la película era que es un momento en el que casi estás en crisis por estar en crisis. Te sientes incómodo contigo mismo porque encuentras dificultades en algo que pensabas haber superado y no lo has hecho. Es que en realidad te vas siendo muy pequeño, aunque cuando lo comparas con otras generaciones, los 21 años no es una edad tan pequeña. Sin embargo, te sientes como un niño perdido por Europa. Está claro que más tarde en tu vida te encuentras con otras etapas que te marcan. Por ejemplo, para mí hacer la película ha sido un antes y un después, he crecido mucho en el proceso.
¿Cuánto hay de generacional en esta película? ¿Crees que puede conectar mejor con cierto tipo de público dependiendo de la edad?
Pues antes de estrenar la película pensaba que sí. Luego me he dado cuenta de que no es así. Es cierto que hay muchos elementos que la unen con mi generación, pero las sensaciones internas de la película, esta especie de soledad y desubicación que trabajamos, no es tan ajena a mucha gente. El otro día, en un coloquio en los cines Balmes, una mujer mayor se acercó para decirme que se sintió identificada, que le recordó muchísimo a cuando ella vivió en Alemania. Júlia ist está hablando de una etapa vital efervescente de juventud muy específica, pero evoca a otras que han podido vivir distintas generaciones.
A pesar de esa ausencia de referentes cinematográficos directos con el Erasmus, hay mucho cine que ha tratado ese momento de soledad y desubicación del que hablas en otros contextos. Está claro que de ahí también bebe Júlia ist, pero me da la sensación de que el anclaje narrativo está en las experiencias personales que habéis vivido.
Sí, totalmente, el guión está inicialmente basado en momentos que los cuatro guionistas habíamos vivido. Luego ya se fueron desarrollando y cada vez hay menos de experiencia real y más de ficción por una cuestión de construcción de guión, para que el conflicto funcionara. Pero lo cierto es que sí que se ha mantenido la esencia emocional de lo que queríamos contar, algo de lo que estoy muy orgullosa. Es totalmente autobiográfica en este sentido.
El guión, como dices, está escrito a ocho manos por ti, María Castellví, Marta Cruañas y Pol Rebaque, que sois compañeros de carrera.
Sí.
¿El proyecto nace justo al volver de Erasmus?
El proyecto surge, de hecho, mientras estábamos de Erasmus. Somos buenos amigos desde el inicio de la universidad y teníamos muy claro que queríamos hacer el proyecto final juntos. Íbamos lanzando propuestas, pero cuando estábamos cada uno perdidos en una parte del continente, por Skype, surgió la idea. Al volver estuvimos todavía un año estudiando otras asignaturas y luego nos pusimos manos a la obra.
¿Cómo es escribir un guión entre cuatro?
Ha habido muchas etapas de escritura. No hemos escrito todo el guión y luego lo hemos rodado, sino que hemos empezamos a escribir, rodamos, montamos, reescribimos, rodamos de nuevo… El guión lo terminamos el noviembre pasado, y el rodaje el mismo mes. Al principio escribíamos María y yo y Pol y Marta lo revisaban, hacían como de script editors; luego empezamos a escribir más Pol y yo y Marta hacía de script editor… durante toda la película el proceso ha ido mutando. Pero también ha ocurrido en otros ámbitos como la dirección, por ejemplo. Al principio estaba más desdibujado, pero luego se fue acercando más a mi punto de vista y ha acabado siendo así.
Entiendo que, al final, la película la diriges tú, pero que es un proyecto de los cuatro: Pol ha hecho la fotografía, Marta se ha encargado de la producción, María es coguionista… ¿En qué punto decidís estos roles, o surge más de manera natural?
No hubo un punto de inflexión, fue algo que se fue configurando solo, aunque también tuvo mucho que ver nuestro primer año de carrera. Por ejemplo, al principio parecía que Marta también haría dirección de arte, pero luego la producción fue muy ambiciosa con el hecho de ir a Berlín y quedó claro que se tenía que centrar en eso. Al principio yo no tenía que actuar, pero luego nadie nos convenció durante el proceso de casting para el papel de Júlia y decidimos que lo hiciera yo. Durante el primer año es cuando se fue configurando, porque era nuestro espacio de prueba para aprender.
Por lo que hablas de cómo se fraguó la película, el modo de trabajo y otros elementos visuales, la comparación con Les amigues de l’Àgatha es inevitable.
Entiendo que desde fuera se parezcan. Han salido ambas de la misma universidad, un año tras otro… pero el proceso desde dentro ha sido tan distinto que a mí me cuesta encontrar el vínculo. Se ve claramente que nos hemos formado en el mismo sitio, que tenemos un gusto por contar las historias desde la cercanía, con un componente local muy claro, hablando sobre lo concreto y los detalles. Aparte, somos de una misma generación y hablamos de un proceso de cambio, y ambos personajes tiene algo de introspectivo…Pero en cambio yo creo que Les amigues de l’Àgatha era mucho más observacional, la cámara intervenía menos, señalaba menos, y a nivel de montaje era mucho más pausado, había menos planos y tenía un poso casi documental.
Les amigues de l’Àgatha parece mucho más una película construida en la sala de montaje, y en cambio en Júlia ist habéis buscado una película más guionizada.
Sí, yo creo que Júlia ist es más narrativa. Les amigues de l’Àgatha cuenta muy bien una sensación, y es eso en lo que se centraron y no tanto en una trama o en unos giros de guión.
¿Y eso es algo que vosotros tenías claro desde el principio, el hecho de necesitar construir un guión para contar la historia?
Sí, totalmente. Luego también hemos trabajado con la improvisación en los rodajes, por el hecho de no tener el guión cerrado completamente desde el principio, pero sí que es verdad que nuestra película se puede dividir en actos, está más estructurada, hay personajes que entran y salen, una trama modifica a la otra… Necesitábamos tener cosas sólidas de guión porque si lo improvisábamos todo no tendría coherencia. En algún momento que nos permitimos improvisar más hubo que frenar a algún actor porque se perdía el sentido. Este tipo de cosas no pasaban en Les amigues de l’Àgatha, porque eran tres amigas que construían su relación a través de lo que hablaban del pasado, eran unas amigas de infancia que compartían anécdotas que no sucedían en la película, y las cosas que sucedían en la película las podíamos comentar porque rodamos de manera cronológica. Nuestra amistad se iba construyendo y nosotras íbamos añadiendo cosas al guión con lo que había pasado en el rodaje. En el caso de Júlia ist hemos rodado totalmente al revés, lo hemos desordenado todo, por lo cual esto ya no podía ser tan bonito, teníamos que ligarnos al texto.
Por lo que me comentabas, hicisteis casting para el papel de Júlia pero al final lo asumiste tú. ¿También hicisteis una selección para el resto de actores?
La mayoría de los papeles se escribieron para ellos. Son compañeros con los que hice teatro en Els malnascuts de la Sala Beckett de Barcelona y en Berlín en la compañía P14, que es el germen de la compañía catalana. Hicimos casting para el personaje de Ben (que lo interpreta Jakob D’Aprile, que justo también es de la compañía P14 aunque yo no lo conocía) y para el personaje de la madre, que interpreta Anna Sabaté. El resto son amigos, como Laura Weissmahr, que fue compañera mía del colegio. Esto también es diferente respecto a Les amigues de l’Àgatha, porque ahí sí que se hizo un ejercicio de casting muy exhaustivo de tres meses para encontrar a estas cuatro amigas y luego hubo una fase muy larga de ensayos para construir las relaciones. En cambio, nosotros partíamos de unas relaciones ya construidas, así que la estrategia fue aprovechar relaciones que ya existían en nuestra vida para transformarlas en ficción creando otros vínculos.
Es curioso que en estos años hayan salido dos películas independientes, dirigidas por mujeres jóvenes, de la misma universidad, la Pompeu Fabra. Veníamos de unos años en que la mayoría de nuevos directores salían de la ESCAC.
Creo que esto es una cuestión de contagio. Antes de estas dos películas salió de la Pompeu el documental Sobre la marcha, de Jordi Morató, que también hizo su recorrido por festivales. Luego vino Les amigues de l’Àgatha, que fue el primer proyecto de ficción. De alguna forma, se han juntado en la universidad unas generaciones con muchas ganas de sacar adelante sus historias, porque veo que los que están ahora terminando la carrera también lo están haciendo. Creo que hay ganas de hacer cosas, y si ves que tienes posibilidades de llegar a algún sitio con esto, aunque sea con pocos recursos y entre amigos, te animas a hacerlo. Y realmente el programa del Trabajo de Final de Grado en la Pompeu Fabra está muy bien planteado y los profesores se involucran mucho: Gonzalo de Lucas, Jordi Balló, Mar Coll, Isaki Lacuesta, Javier Rebollo, Jonás Trueba… Es una plataforma que, si la aprovechas, da para exprimirla a fondo.
Es esta plataforma la que te permite levantar este proyecto. ¿Crees que, de lo contrario, podrías haber realizado Júlia ist?
Creo que, de haberlo conseguido, hubiera pasado más tarde y no hubiera pasado de esta forma tan íntima. Hubiera tenido que recurrir al circuito convencional, con un desarrollo largo, pidiendo subvenciones… Para pasar todos estos filtros tienes también que encajar en la maquinaria, y a mí por ejemplo la forma de trabajar en Júlia ist me ha funcionado muchísimo y me gusta mucho trabajar así.
Aun así, ¿cuáles han sido las mayores dificultades a las que os habéis enfrentado?
El tiempo. Al ser un proyecto final de carrera que luego dejó de serlo hecho con pocos recursos, yo he seguido trabajando en millones de cosas paralelamente, y, quieras o no, una da para lo que da, y he pasado por momentos de crisis porque estaba seca, ya no tenía más ideas. Eso es difícil. También es complicado el cansancio de un proceso de ensayo-error, que siempre puedes rodar de nuevo las escenas que no te gustan porque lo decides tú. Eso hace que sea muy difícil cerrar las etapas. Aunque eso también ha sido clave porque hemos sido muy perfeccionistas, pero te puedes perder en la marea de posibilidades de rehacerlo todo.
¿En qué punto llegó la financiación?
Al terminar el trabajo final, enseñamos a Lastor Media el montaje que teníamos preparado. Les interesó, estuvieron un tiempo siguiéndonos de cerca y al cabo de dos meses decidieron entrar en la película. Sin ellos, no sé qué recorrido hubiera tenido. Ellos nos han financiado la posproducción junto con Antaviana Films.
¿Pero toda la parte de rodaje es financiación vuestra?
Sí, fue una inversión económica de los cuatro, por eso teníamos libertad total en los rodajes. Luego, claro, Lastor nos ayudó a movernos por los festivales. Lo más surrealista de nuestro caso es habernos ido a rodar a Berlín sin dinero. Normalmente, si no tienes asegurado que no vas a perder dinero, pocos se embarcan en una película de este modo. Pero nosotros teníamos la ambición y las ganas de contar la historia, de aprovechar al máximo nuestro trabajo de final de carrera y también nos apetecía mucho ir a Berlín a rodar con nuestros amigos. Era un recuerdo muy bueno el que teníamos del Erasmus de Berlín y queríamos explicarlo bien. En la universidad nos sugirieron en algún punto que hiciésemos un corto, pero queríamos hacer la película sobre el Erasmus. Lo teníamos muy claro, queríamos contar todo el viaje.
Y tras esta experiencia, sabiendo que también te dedicas al teatro, ¿te ves dirigiendo más películas?
Me gustaría mucho. Creo que el cine tiene un lenguaje único para contar historias. Además, me voy de Júlia ist con la sensación de que justo se ha terminado cuando me sentía más a gusto en la dirección. Así que me gustaría aplicar todo esto que he aprendido, pero soy consciente de que es muy difícil esta profesión. He rodado a mi manera, poniendo nuestras propias normas, luego la industria tiene las suyas. Ya se verá como encajo ahí. Yo tengo la esperanza de que sí. Ahora se habla mucho de cine de mujeres y de otras maneras de producir las películas. Por ejemplo, la productora Marta Cruañas se va ahora con una beca a Estado Unidos y estoy segura de que ella va ser una productora significativa y ambas tenemos muchas ganas de repetir juntas, y está claro que lo haríamos a nuestra manera.
Justo hablas de cine de mujeres, ¿cómo ves el futuro para las directoras y creadoras?
Para mí es difícil de saber hacia dónde vamos. Pero, de entrada, me parece muy bien que se esté convirtiendo, de alguna forma, en una moda. Creo que cualquier cambio tiene que pasar por el mainstream para que se instale y se convierta en una realidad. Es un muy buen momento para tomar conciencia y fijarse en el talento femenino, porque lo más importante es no desperdiciar como cultura o como país a gente que está muy capacitada para dar un punto de vista interesante y que por el hecho de ser mujer no tenga tanta cabida. La verdad es que me cuesta analizarlo porque yo no me he enfrentado a la industria como para saber de primera mano donde están los principales problemas. Está claro que los amigos con los que he hecho la película no me han juzgado por ser mujer, ¡eso faltaría! Pero no sé cómo me habría ido si hubiera tenido que presentar las ideas, seguir los cauces… Carla Simón, por ejemplo, sí que ha pasado por todo este proceso convencional y ha sacado su película, así que es una muy buena señal, hay esperanza.
«Júlia somos todos»: crítica de Júlia Ist, por Víctor Blanes Picó. Estreno en España el 16 de junio.