Solidaridad en tiempos de guerra
Crítica ★★★ de La casa de la esperanza (The Zookeeper's Wife, Niki Caro, Estados Unidos, 2017).
Durante la Segunda Guerra Mundial, el genocidio perpetrado por Hitler y su ejército nazi en la Europa del Este durante la ocupación alemana, en nombre de una irracional limpieza étnica, supuso una auténtica barbarie que acabó con la vida de millones de judíos en campos de exterminio. Año tras año siguen llegando a las carteleras títulos que tratan de mantener la memoria fresca sobre las atrocidades que se cometieron durante la que, sin duda, fue una de las etapas más oscuras de la historia de la humanidad. Todo un subgénero en sí mismo en el que, junto a obras de carácter más comercial que, en lo posible, intentaron suavizar (esquivando la tentación de caer en la trivialización) la magnitud del horror para acercarlo a un público más amplio –El niño con el pijama de rayas (Mark Herman, 2008) o La ladrona de libros (Brian Percival, 2013) son claros estandartes de esta corriente–, cohabitan algunas propuestas más ambiciosas, que sí rompen esquemas y los tópicos que ya habían empezado a agotar, mostrando la pesadilla desde una óptica diferente y más descarnada, aun a riesgo de herir susceptibilidades, como puede ser el caso de la aclamada y difícil El hijo de Saúl (László Nemes, 2015). Con un tono amable que la acerca más al primer grupo, La casa de la esperanza (2017), la última aportación del celuloide al recurrente tema del Holocausto, nos llega de la mano de la realizadora neozelandesa Niki Caro, una mujer que siempre se ha caracterizado por un tipo de cine poblado por personajes femeninos extremadamente fuertes y luchadores, enfrentados a circunstancias tan dispares como las tradiciones milenarias –la aborígen Pai de Whale Rider (2002)– o la opresión machista en el entorno laboral –la minera Josey encarnada por Charlize Theron en En tierra de hombres (2005)–, con resultados siempre interesantes. La cinta se basa en una novela de Diane Ackerman que, a su vez, recogió la hazaña verídica del matrimonio formado por Jan y Antonina Zabinski, encargados del del cuidado del Zoológico de Varsovia que, durante la ocupación nazi en Polonia, se erigieron en salvadores de más de tres centenares de judíos, a los que dieron cobijo en sus instalaciones, enfrentándose a las leyes y poniendo en peligro sus propias vidas y las de sus hijos por ayudar al prójimo.
Fiel a su esencia de priorizar la mirada femenina en sus trabajos, Caro enfoca el peso de la historia en Antonina, una mujer entregada en cuerpo y alma a cuidar de las más diversas especies animales que habitan su zoo, manifestando un amor inmenso hacia todas las criaturas, sin distinción. Como el personaje dice en una línea de guion, "quiero tanto a los animales porque si los miras a los ojos sabes exactamente lo que sienten", algo que no puede hacer extensible al ser humano, en unos tiempos en los que es difícil saber en quién puedes confiar y en quién no. Los primeros compases del filme muestran a un matrimonio feliz con lo que hace, compenetrado y unido por esta pasión incondicional al mundo animal. Una idílica burbuja de paz y tranquilidad que se ve rota, de forma tan abrupta como violenta, cuando en septiembre de 1939 el ejército nazi toma Varsovia y el zoológico queda destrozado por el bombardeo aéreo. Es entonces cuando irrumpe en sus vidas el zoólogo de Hitler, Lutz Heck, un alto cargo del régimen que, con confusas promesas de ayuda a los animales supervivientes, acaba posicionándose como amo y señor del lugar, a la vez que se convierte en el mayor obstáculo que la pareja debe salvar para llevar adelante sus planes de dar cobijo bajo su techo a víctimas perseguidas de la guerra, salvándolas de acabar sus días en un campo de exterminio. Sin duda, la historia de este matrimonio, conocido como los Schindler polacos, era merecedora de ser contada a los cuatro vientos por su ejemplo de solidaridad, generosidad y valentía, pero, a diferencia de la obra maestra de Steven Spielberg sobre el empresario salvador de 1200 judíos, el filme de Caro no termina de capturar en toda su dimensión el dramatismo de la terrorífica odisea que vivieron Jan y Antonina, así como el alcance de las monstruosidades que se cometieron en nombre de una ideología sin sentido o las dificultades para sobrevivir de aquella gente que tuvo que permanecer escondida para subsistir, como si de animales enjaulados se tratara.
«En los maravillosos desempeños de Chastain y Heldenbergh está la salvación de una cinta, por otra parte, nada desdeñable, con algunos momentos genuinamente emocionantes que consiguen compensar un conjunto que parece diseñado al milímetro para tocar la fibra sensible del espectador sin arriesgar en exceso».
La casa de la esperanza es un drama humano en tiempos de guerra, de intenciones loables, pero resultados un tanto tibios. Estamos ante una obra, sin duda, más valiosa por lo que cuenta que por sus bondades estrictamente cinematográficas. En todo instante, su poderosa historia y los valores de sus personajes están muy por encima de todo lo demás, ya que, pese a que Caro se ha rodeado de un equipo técnico capaz de hacer que su película tenga una ambientación perfecta y un bonito empaque visual –escenas como la de Antonina en el balcón bajo una lluvia de ceniza provocada por el incendio del Gueto logran extraer algo de poesía dentro de tanto horror–, lo cierto es que su narración se resiente de falta de personalidad, siendo demasiado plana y convencional. Así, el gran acierto de la propuesta radica en las entregadas interpretaciones de Jessica Chastain –desbordante de humanidad en un rol antagónico al de cruel depredadora profesional que le acabamos de ver en El caso Sloane (John Madden, 2016)– y Johan Heldenbergh, como Antonina y su marido, respectivamente. El guion de Angela Workman reparte entre ambos el protagonismo, bifurcando la trama en dos líneas paralelas. Por un lado, la lucha de ella en el interior del zoo, velando por la seguridad de sus protegidos y lidiando con el continuado acoso de Heck (excelente Daniel Brühl), y por el otro, las peripecias de Jan a pie de calle, asistiendo perplejo a la sinrazón de la guerra, viendo con sus propios ojos cómo mujeres, niños y ancianos mueren en cada esquina, y tratando de salvar de un desenlace fatal al mayor número posible de prisioneros. En los maravillosos desempeños de Chastain y Heldenbergh está la salvación de una cinta, por otra parte, nada desdeñable, con algunos momentos genuinamente emocionantes –las desoladoras imágenes de los asustados animales corriendo sueltos por el zoo después del bombardeo– que consiguen compensar un conjunto que parece diseñado al milímetro para tocar la fibra sensible del espectador sin arriesgar en exceso. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2017. Título original: The Zookeeper's Wife. Directora: Niki Caro. Guion: Angela Workman (Novela: Diane Ackerman). Productores: Jeff Abberley, Diane Miller Levin, Jamie Patricof, Kim Zubick. Productoras: Scion Films / Czech Anglo Productions / LD Entertainment. Fotografía: Andrij Parekh. Música: Harry Gregson-Williams. Montaje: David Coulson. Diseño de producción: Suzie Davis. Reparto: Jessica Chastain, Johan Heldenbergh, Daniel Brühl, Timothy Radford, Shira Haas, Efrat Dor, Iddo Goldberg, Michael McElhatton.