La deshumanización de la alta política
crítica ★★★ de El caso Sloane (Miss Sloane, John Madden, Estados Unidos, 2016).
Lo más frecuente al identificar una película, cuando se quiere aludir a alguno de sus responsables artísticos, es hacerlo por medio de su director o de tal actor o actriz. En general tienen menos visibilidad otros departamentos encargados de la producción, aunque ésta sea el resultado de múltiples sensibilidades, de cuya armonización o falta de ella depende el éxito de la empresa. De hecho la anterior simplificación trae causa de la carga que recae sobre el director para lograr esa homogeneidad, y de la interpretación que del conjunto y de cara al público corresponde a los actores. Pero cuando éstos tienen escaso margen de improvisación por lo marcado del libreto, y éste ha sido elaborado por otra persona que es quien concibe el proyecto, cobra mayor relevancia esta figura del guionista, hasta el punto de que algunos filmes (y en mayor medida las series de televisión) pueden reconducirse a él antes que a los demás. Un ejemplo claro sería el de Aaron Sorkin, neoyorkino que se ha convertido en estandarte de historias modernas sobre hechos reales cercanos a la llamada revolución científico-tecnológica y la tecnoburocracia. Entre sus discípulos podría incluirse ahora a Jonathan Perera, antiguo abogado y posterior docente que ha aprovechado sus experiencias vitales y su capacidad autodidáctica para escribir su primer guion, el de El caso Sloane (Miss Sloane), presentada el año pasado en el AFI Fest y recién estrenada en nuestro país.
La influencia sorkiniana se percibe en esta película desde su estructura narrativa hasta su ritmo conversacional. La primera va alternando dos tiempos: uno en que el personaje del título (Jessica Chastain) comparece en una comisión de investigación del Senado para responder por sus actividades presuntamente ilegales de lobbying, cometidas durante la campaña de aprobación de una proposición de ley de control armamentístico; y otro pasado en que observamos el desarrollo de esos sucesos, con una cronología pautada a lo largo de varias semanas, en lugar de los meses que transcurrían en la distribución análoga de La red social (The Social Network, David Fincher, 2010), cuando su protagonista Mark Zuckerberg también tenía que explicar su comportamiento en fase precontenciosa y en términos jurídicos. Empero, si en un principio el recurso puede parecer artificioso, no sólo por su mimetismo sino por lo extendido de este tipo de montaje con finalidad a menudo poco más que estilística, va adquiriendo aquí un mayor significado al corresponderse, de nuevo, con la mente calculadora del sujeto sobre el que gira. En esta ocasión esta premisa conduce a varios giros superpuestos que realzan el propósito de dicha estructura, de lo contrario innecesariamente alambicada (motivación personal que por cierto hace todavía más criticable la traducción al español del mentado título, dejándose por el camino de un casuismo paradójico la individualidad femenina del relato).
«Chastain es uno de los principales reclamos de la cinta, y está a la altura de las exigencias con un papel en que hace gala de tanta energía como sutileza, pero lo más destacable es el guion, por su novedosa autoría y su incisión omnicomprensiva».
Por otro lado, estos calificativos se materializan en la percusión ingeniosa de unos diálogos donde imperan los juegos de palabra, las referencias retóricas (mención a Sócrates incluida) y las pullas indirectas. Elementos todos ellos acordes a ese espíritu retorcido que como decíamos caracteriza a la tal Miss Sloane, y quizás también a la polivalencia laboral en que se desenvuelve, la del alto ejecutivo que debe relacionarse tanto con las capas dirigentes del país como con estratos más oscuros, desde prostitutos de lujo hasta vigilantes fuera de la ley, aunque sus respectivas lealtad y honradez puedan no corresponderse con esta división social. Pero extenderlos a todos los miembros del reparto (repleto de caras conocidas como las de Mark Strong, Gugu Mbatha-Raw, Michael Stuhlbarg o Alison Pill) parece menos justificado desde el punto de vista de sus rasgos propios, que en perjuicio de la naturaleza coral de la trama se difuminan ante la presencia avasalladora del personaje encarnado por Chastain. Lo repetimos: ella es uno de los principales reclamos de la cinta, y está a la altura de las exigencias con un papel en que hace gala de tanta energía como sutileza, pero lo más destacable es el guion, por su novedosa autoría y su incisión omnicomprensiva. El veterano director John Madden se contenta entonces con ponerlo en escena con un estilo bastante transparente, coherente con las paredes de cristal que dividen las oficinas en torno al Capitolio donde se desarrolla el grueso del conflicto. Es un escenario que propicia algún alivio cómico más allá de la ironía del lenguaje, como cuando Sloane es capaz de leer los labios de su nuevo empleador (Mark Strong) y su abogado (David Wilson Barnes) mientras ambos la insultan en uno de esos habitáculos inútilmente insonorizados. Se echa en falta algo más de brío en la planificación, que refuerce en lugar de limitarse a acompañar la vitalidad inherente al libreto, si bien el apuntado montaje en paralelo ya de por sí exige movimientos y cortes dinámicos, como en la introducción en la que Sloane anticipa a cámara su forma de trabajar mientras se prepara para acudir a la audiencia. Es el gran planting que tendrá su gran payoff al final, y entretanto se van sucediendo los enfrentamientos que, por su elocuencia verbal y su reducción espacial, amenazan con imprimir un tono teatral a una narración que, por lo igualmente recogido antes respecto a su alcance y estructura, no debería perder nunca de vista su vocación cinematográfica. En cualquier caso, se erige por encima de estos reproches el atractivo espectáculo por el que se visualiza el engranaje que ha ideado Perera, demostrando un potencial que ojalá se perfeccione en obras venideras. | ★★★ |
Ignacio Navarro
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos & Francia, 2016. Título original: «Miss Sloane». Presentación: AFI Fest 2016. Dirección: John Madden. Guion: Jonathan Perera. Productoras: Transfilm / Archery Pictures / Canal+ Distribution / Ciné+ / FilmNation Entertainment / France 2 Cinéma / France Télévisions Distribution. Fotografía: Sebastian Blenkov. Montaje: Alexander Berner. Música: Max Richter. Diseño de producción: Matthew Davies. Dirección artística: Mark Steel. Decorados: Peter P. Nicolakakos. Vestuario: Georgina Yarhi. Reparto: Jessica Chastain, Mark Strong, Gugu Mbatha-Raw, Michael Stuhlbarg, Alison Pill, Jake Lacy, Sam Waterston, John Lithgow, Douglas Smith, Meghann Fahy, Ennis Esmer, Christine Baranski, Dylan Baker. Duración: 132 minutos.