Monstruos físicos y metafóricos
crítica ★★★★ de Colossal (Nacho Vigalondo, Estados Unidos, 2016).
Una década. Se cumplen diez años desde que el personalísimo cortometrajista Nacho Vigalondo, después de conseguir una celebrada nominación al Óscar con 7:35 de la mañana (2004), se decidiera a dar el obligatorio salto al campo del largometraje con Los cronocrímenes (2007), una de las óperas primas más rompedoras y originales que ha conocido el cine español a lo largo de toda su historia. Ya en aquella bizarra propuesta, que tocaba el tema de los viajes del tiempo desde una perspectiva novedosa y radicalmente alejada de cualquier convencionalismo, el realizador mostró una innata capacidad (que se convertiría en una de sus señas de identidad a lo largo de su obra futura) para subvertir las normas de cualquier género que se propusiera abordar, rompiendo todos los tópicos y ocultando, bajo imperceptibles capas, unas historias más cotidianas y mínimas que, a menudo, desconcertaron a un público que no comulgara con su particular universo. Así, quienes esperaron encontrarse con una invasión alienígena en clave de humor en la estimable Extraterrestre (2011), se toparon con una lúcida disección de las relaciones humanas; una comedia (anti)romántica atípica que pocas veces salía del reducido espacio de la casa de los protagonistas, relegando los ingredientes de ciencia ficción a la altura de mera anécdota argumental. Su siguiente trabajo, el ciberthriller Open Windows (2004) supuso una primera toma de contacto del director cántabro con el cine norteamericano, ya que, pese a tratarse de una producción española, contó con dos estrellas americanas como Elijah Wood y la antigua reina del porno Sasha Grey como cabeza de cartel. Un relato de acción y suspense que salió victorioso del arriesgado concepto estilístico en el que se movió, presentando su historia de secuestro y voyerismo abigarrado –muy a lo Brian De Palma–, únicamente a través de una pantalla de ordenador, con todos los recursos informáticos habidos y por haber puestos al servicio de su resolución. Ahora, con su cuarto largo (sin contar sus aportaciones a varios títulos de sketches terroríficos) Colossal (2016), Vigalondo ha desembarcado, al fin, en el mismísimo Hollywood. Por fortuna, y en contra de los temores que sus seguidores podríamos albergar ante este nuevo camino que se le ha abierto, las buenas noticias llegan cuando comprobamos que continúa sin traicionar su marcada personalidad y no se ha plegado a las exigencias comerciales de la industria, a pesar de disponer de un presupuesto mucho más generoso para poner en pie el último delirio surgido de su imaginario.
El punto de partida de Colossal no puede ser más original. El mundo asiste perplejo a los sucesivos ataques de un monstruo gigante sobre la ciudad de Seúl, que provocan enormes desastres urbanos y numerosas bajas en la población. Al mismo tiempo, Gloria, una treintañera neoyorquina, se encuentra en una encrucijada existencial cuando su novio la abandona y pierde su trabajo a causa de un estilo de vida poco ordenado, por lo que decide volver a sus raíces e instalarse en el hogar donde pasó la infancia, en una pequeña ciudad alejada del mundanal ruido de Manhattan. Allí se reencontrará con Oscar, antiguo amigo de adolescencia que ahora regenta un bar de mala muerte y que ayuda a la joven a reinstalarse. Durante estos días de colegueo, confidencias y borracheras constantes, Gloria descubrirá, sorprendida, que su mente está conectada, de una forma sobrenatural, con la de la criatura de las noticias, por lo que deberá poner sus ideas en orden si no quiere seguir siendo una amenaza para la humanidad. Estamos ante una extraña pieza de cine fantástico que, en el germen de su historia, parece homenajear al entrañable subgénero del Kaiju Eiga, o, lo que es lo mismo, aquellas cintas de los 50 y 60 con monstruos prehistóricos enormes emergiendo de sus letargos y destrozando ciudades, casi siempre como consecuencia de acciones nucleares. En una década en la que estas han vuelto con fuerza a la gran pantalla, a través de grandes superproducciones como Pacific Rim (Guillermo del Toro, 2013), Godzilla (Gareth Edwards, 2014), Shin Godzilla (Hideaki Anno, Shinji Higuchi, 2016) o Kong: La isla calavera (Jordan Vogt-Roberts, 2017), el filme de Vigalondo se desmarca por completo de todo lo espectacular que podamos encontrar en ellas para llevar las bases a su terreno y, de igual manera que Extraterrestre, hacer que estas sean más una caprichosa excusa para que su personaje femenino sea capaz de recuperar las riendas de su vida y alcance la tan postergada madurez. Es cierto que hay apariciones del monstruo bastante conseguidas, gracias a unos efectos especiales cumplidores, dentro de su modestia, y que, visualmente, es el trabajo más cuidado hasta la fecha de su director, algo ya palpable desde el atractivo prólogo que muestra el primer avistamiento de la criatura en la capital de Corea, pero hay que dejar bien claro que no vamos a encontrarnos grandes secuencias catastróficas ni acción a raudales.
«Un paso de gigante más en la carrera de uno de nuestros realizadores más internacionales; una deliciosa rareza que hace auténticas acrobacias entre comedia, drama y fantasía, ensamblando todos sus ingredientes con habilidad y tomándose a sí misma más en serio de lo que pudiera parecer a simple vista, sin, por ello, perder un ápice de ese espíritu travieso y juguetón inherente a su creador».
Colossal es otra cosa. Sus aspiraciones son mucho más íntimas y reconfortantes, a pesar de su apariencia ligera y despreocupada. No es del monstruo que destroza Seúl del que Vigalondo quiere hablarnos, sino de los temores, los traumas, los complejos y los peores sentimientos que se esconden dentro de la cabeza y el alma de cada ser humano. El filme comienza como una típica comedia sentimental norteamericana, bañada de costumbrismo, con un personaje femenino central muy bien interpretado por la excelente Anne Hathaway, por completo entregada a la causa y dotando a Gloria de una irresistible mezcla de simpatía, vulnerabilidad y locura que hacen de ella una antiheroína cargada de imperfecciones y en la que es muy fácil reconocerse. Una mujer de nuestros días, un tanto inmadura en lo emocional, pero segura de que no se está dispuesta a dejarse oprimir por ningún hombre, reivindicando su libertad para divertirse, emborracharse y, cómo no, equivocarse. En el lado opuesto tenemos al personaje más ambiguo de la función, el del voluble Oscar (magnífico Jason Sudeikis, sacando su cara más oscura), transformado, a lo largo de los acontecimientos, en esa suerte de antagonista necesario para que estalle el conflicto. La química entre ambos actores es estupenda y contribuye a que su especial relación de amor / odio adquiera la suficiente dimensión como para funcionar como verdadero motor de una película que, a pesar de sus numerosos detalles excéntricos y abundantes ideas geniales, puede que sea la más convencional del cineasta hasta el momento. No es algo negativo, ya que, en estos diez años, Vigalondo ha ganado muchas tablas como guionista y en Colossal los diálogos suenan chispeantes e ingeniosos, dejando atrás cierta tendencia al chascarrillo chanante de antaño, en beneficio de un humor más exportable. En definitiva, este es un paso de gigante más en la carrera de uno de nuestros realizadores más internacionales; una deliciosa rareza que hace auténticas acrobacias entre comedia, drama y fantasía, ensamblando todos sus ingredientes con habilidad y tomándose a sí misma más en serio de lo que pudiera parecer a simple vista, sin, por ello, perder un ápice de ese espíritu travieso y juguetón inherente a su creador. | ★★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / 64º Festival de San Sebastián
Ficha técnica
Estados Unidos. 2016. Título original: Colossal. Director: Nacho Vigalondo. Guion: Nacho Vigalondo. Productores: Zev Foreman, Nahikari Ipiña, Russell Levine, Dominic Rustam. Productoras: Voltage Pictures / Sayaka Producciones / Brightlight Pictures. Fotografía: Eric Kress. Música: Bear McCreary. Montaje: Ben Baudhuin, Luke Doolan. Dirección artística: Roger Fires. Reparto: Anne Hathaway, Jason Sudeikis, Austin Stowell, Tim Blake Nelson, Dan Stevens, Hannah Cheramy.