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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | I am not your negro

    I am not your negro

    Del horror y la paciencia

    crítica ★★★★★ de I am not your negro (Raoul Peck, Estados Unidos, 2016).

    Cuán difícil es no olvidar las zonas oscuras de la Historia reciente. Aquellas atrocidades perpetradas por imperios extintos resuenan lejanas y parecen pertenecer casi al distrito de la mitología. Quien piensa distraídamente en La Barbarie quizás tienda a remontarse a la quema de Roma, la Santa Inquisición, el genocidio Armenio, el Holocausto. El elemento común de estos cuatro ejemplos es el consenso general sobre quién o quiénes fueron sus autores materiales o intelectuales. Si bien, centrándonos en los más recientes —lo cual provoca inevitablemente mayor grado de empatía—, la responsabilidad del colectivo civil de los países invasores u ocupados durante la Segunda Guerra Mundial ha sido sujeto de cierto debate, en cualquier caso tenemos claro, desde un punto de vista panorámico, adónde apuntar con el dedo. ¿Qué ocurre, sin embargo, con cuestiones más ambiguas? Es de dominio público cuándo, dónde y cómo se derogó la esclavitud en los Estados Unidos, desde luego —un tema que ha nutrido concienzudamente la reserva temática de las producciones cinematográficas de la última década—. Ahora bien, resulta muy difícil aceptar que algunos los episodios más deshonrosos del largo siglo pasado han sido sepultados bajo una cortina de normalidad, de extraño autoengaño colectivo, como si la democracia y la multiculturalidad pacífica nos hubiesen llegado transmitidas gracias a algún profético ente de tolerancia y magnanimidad incalculables. Craso error. Conviene mantener muy presente que la autodenominada Capital del Mundo Libre ha sido —y, visto el horizonte actual, la cosa continúa—, el gran ejemplo internacional de subyugación instrumental. Y no solamente nos referimos aquí a su macropolítica, durante la Guerra Fría, enfocada en mermar el poder de la URSS mediante operaciones encubiertas a lo largo y ancho de Latinoamérica, por ejemplo. No hace falta ir tan lejos. La vergüenza no se encuentra solo allende las fronteras, sino en el centro mismo de su vida cotidiana. Dentro del Estado del Bienestar se alza un gran símbolo de poder: el hombre blanco de clase media. Un poder no solamente económico, sino cultural, capaz de modelar las distintas esferas de la vida pública y privada. El racismo en 1863, a las puertas del fin de la Guerra Civil, ni dejó de existir cuando los blancos comenzaron a escuchar y bailar Jazz. Cualquiera que preste un poco de atención y no se deje embelesar con quimeras podrá calcular un mínimo recuento estadístico para concluir que un aplastante porcentaje de los pequeños criminales detenidos semanlmente en Cops, aquel imbatible pionero de la telerrealidad, son negros. ¿Coincidencia? Para la Historiografía, esta palabra no existe.

    Ejercicios de confrontación con la realidad tan brutalmente honestos como I am not your negro (2017) no solamente se tornan necesarios, sino urgentes. Mientras los maestros Nichols o Mc Queen depositan sobre la mesa episodios deshonrosos del Ayer para hablar del Hoy —véase 12 years a slave (2012) o Loving (2016)—, Raoul Peck consigue generar una perfecta circularidad en el proceso, con menos metáforas y mucha más honestidad. Su nuevo trabajo documental remueve la consciencia del hipócrita bienpensante desde su mismísimo inicio, valiéndose simple y llanamente de los hechos. Un fragmento de una entrevista para televisión realizada al escritor y activista James Baldwin reta la incredulidad del espectador ante la terminología con la que el presentador se refiere a su ilustre invitado: “Negro”, en original en inglés; una palabra-tabú en los Estados Unidos actuales, que designa con eficiente capacidad sintética la injusticia centenaria aplicada sistemáticamente sobre toda una etnia. Nuestra impavidez como público contrasta, sin embargo, con el estoicismo del escritor, acostumbrado a soportar innumerables ejercicios de racismo puro y duro, normalizado en la época de la entrevista y —lo que es más lamentable—, aún en nuestros días.

    I am not your negro

    «¿No le suenan al lector los nombres de Baldwin, Percival Everett o Toni Morrison? Tenían razón los hermanos Lee, en Coffee and cigarettes (Jim Jarmusch, 2003), cuando explicaban a un conspiranóico Steve Buscemi cómo Elvis Presley robó la identidad musical de varios compositores negros. I am not your negro nos recuerda lo ambiguo de referirse pensar en la vergüenza colectiva como algo anacrónico, superado por el progreso de las libertades sociales».


    Este documental está escrito por el propio Baldwin, dado que la integridad del texto narrado impecablemente por Samuel L. Jackson pertenece a una ambiciosa obra inacabada. ¿La temática? La premisa narrativa-discursiva es, como dice el poema, “muy compleja y muy sencilla”: el racismo en Estados Unidos; tal ambición, estructurada en tres partes, asoma sin la grandilocuencia del tratado histórico, sin la trivialidad del reportaje de investigación televisivo ni, mucho menos, algo parecido al biopic. La metodología de lo fílmico aúna dos propuestas a priori contradictorias: El montaje, por una parte —y ya desde los títulos de crédito, donde ni siquiera la tipografía escogida es accidental— irrumpe como una piedra contra un ventanal, con la contundencia que merece la seriedad de la denuncia. Un planteamiento muy dinámico, directo y conciso, reforzado con la inclusión de fotografías de archivo y fragmentos de videos de una violencia tan explícita como real y cotidiana. Cuesta enormemente observar su crudeza, pues esto supone mirarse al espejo y hacer una suerte de reconfiguración. Recuérdese que nosotros, los occidentales, somos en cierta medida un producto más de la influencia sociocultural de los Estados Unidos. Empero, por otra parte, la suavidad con la voz de Jackson y, sobre todo, por el contenido de sus palabras: el lirismo arrollador, palabras de una sobrecogedora belleza que tiñen todo el conjunto de una melancolía y una rabia tremendas.

    “I knew a blind girl, in the village, a long time ago.
    And eventually we never walked
    out of the house together.
    She was far safer walking the streets alone
    than walking with me
    —a brutal and humiliating fact,
    which thoroughly destroyed whatever relationship this girl and I
    might have been able to achieve ”

    El andamiaje del filme y la obra —los cuales, llegados a este punto, se funden a la perfección— se sustentan en la descripción en tres secciones del paisaje de devastación emocional provocado por la muerte de tres referentes en la lucha contra la segregación racial, además de queridos amigos de Baldwin: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King. Estos puntos de anclaje cuestionan cuál es la situación de ahora, forzando la reflexión incómoda de los terribles casos de racismo policial, institucional y social, como bien demuestran los hechos acaecidos hace un par de años en la ciudad de Ferguson, Missouri. Las imágenes amarillistas de los noticiarios —herederas de la telerrealidad de Cops— se entremezclan así con las fotografías del siglo XIX, potenciando la tesis del autor: el problema del racismo en los Estados Unidos es consustancial a su propia historia. El imperio sociopolítico más poderoso del mundo está construido sobre una explotación física, socioeconómica y cultural de proporciones enormes. ¿No le suenan al lector los nombres de Baldwin, Percival Everett o Toni Morrison? Tenían razón los hermanos Lee, en Coffee and cigarettes (Jim Jarmusch, 2003), cuando explicaban a un conspiranóico Steve Buscemi cómo Elvis Presley robó la identidad musical de varios compositores negros. I am not your negro nos recuerda lo ambiguo de referirse pensar en la vergüenza colectiva como algo anacrónico, superado por el progreso de las libertades sociales. | ★★★★★ |


    Luis Enrique Forero Varela
    © Revista EAM / 67ª Berlinale


    Ficha técnica
    Francia, Estados Unidos, 2017. Título original: I am not your negro. Dirección: Raoul Peck. Guión: James Baldwin, Raoul Peck. Fotografía: Henry Adebonojo, Bill Ross IV, Turner Ross. Música: Alexei Aigui. Duración: 93 minutos. Productora: Velvet Film / Cinereach / Lakeshore records. Montaje: Alexandra Strauss. Departamento de sonido: David Gerain, David Gillain, Simon Jamart, Valérie Le Docte, Ivaylo Natzev. Intérpretes: Samuel L. Jackson (voz), James Baldwin (archivo). Presentación oficial: Toronto Film Festival 2017.

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