La vigesimocuarta identidad de Kevin
crítica ★★★★ de Múltiple (Split, M. Night Shyamalan, Estados Unidos, 2016).
Para bien o para mal, está claro que el cineasta indio M. Night Shyamalan ha sido uno de los creadores que han dejado una impronta más fuerte en el cine fantástico de los últimos 20 años. Con guiones propios ha conseguido acercarse a todo tipo de subgéneros ofreciendo una voz única e intransferible, aportando unas dosis de espiritualidad y una extraña sensibilidad a sus historias, casi siempre protagonizadas por seres atormentados, inadaptados de la sociedad. Desde aquel pequeño Haley Joel Osment perseguido por apariciones de muertos –el menor de sus males, ya que sufría las humillaciones de sus compañeros de clase– en la indispensable El sexto sentido (1999) a esa anómala deconstrucción del superhéroe de toda la vida encarnada por Bruce Willis en El protegido (2000), pasando por la chica ciega (pero con el don de ver más allá que sus vecinos) de El bosque (2004), el director nos ha regalado una colección de personajes memorables, alejados de cualquier arquetipo y enfrentados a situaciones extraordinarias dentro de un entorno de lo más cotidiano. Casi perdió su personalidad en las dos películas más caras de su filmografía, Airbender, el último guerrero (2010) y After Earth (2013), vilipendiadas por crítica y público hasta extremos que rozan la animadversión. Hace un año, muchos fuimos los que quisimos ver en La visita (2015), aquella simpatiquísima relectura del cuento de Hansel y Gretel en clave de mockumentary, el primer atisbo de esperanza de que Shyamalan volvía a encontrar, poco a poco, el buen camino. El estreno de su última cinta, Múltiple (2016), por fortuna, viene a corroborar que sus seguidores podemos respirar tranquilos, ya que su recuperación artística y comercial –100 millones de dólares recaudados en todo el mundo en solo 10 días así lo confirman– es una feliz realidad.
Una vez más, la gran baza de la nueva historia para no dormir del realizador reside en un personaje protagónico muy atractivo y complejo (tal vez el más complicado de su carrera), ese que representa Kevin Wendell, un tipo de apariencia normal y anodina que, sin embargo, alberga en el interior de su mente la friolera de 23 personalidades distintas que luchan por hacerse con el monopolio de su persona. Así, entre sus identidades están el tirano Dennis, la maternal Patricia e incluso un inseguro niño de nueve años llamado Hedwig. Este conflicto interno de Kevin le lleva a visitar con frecuencia a la Doctora Fletcher, una psiquiatra que vive implicada a la investigación del trastorno de identidad disociativo y que está fascinada por las posibilidades que le abre un enfermo de semejantes características. Al igual que en El sexto sentido, la estrecha relación entre paciente y psicólogo es llevada más allá de lo estrictamente profesional, estableciéndose unos lazos afectivos en los que la doctora vendría a sustituir, salvando las distancias, la figura de la madre ausente. Las escenas de terapia, con largas charlas entre ambos personajes en las que se intentan desgranar los misterios que encierra la mente de Kevin, así como las sucesivas apariciones de las variadas identidades, están rodadas, como es habitual en el director, con un intimismo y una sutileza dignas de sus mayores logros. James McAvoy es un espectáculo en sí mismo, haciendo absolutas virguerías interpretativas para dotar de profundidad a todas y cada una de sus 23 facetas, sin caer jamás en el ridículo. Toda una lección actoral del británico, que muestra un amplio abanico de estados de ánimo, miradas y registros de voz para elaborar uno de los monstruos cinematográficos más escalofriantes de los últimos años. Está de premio. Frente a él, la veterana Betty Buckley –recordada por los amantes del cine de terror por ser la comprensiva tutora de Sissy Spacek en Carrie (Brian De Palma, 1976)– entrega una réplica a la altura, desbordando sabiduría y humanidad en una creación de la que Shyamalan sabe sacar lo mejor gracias a unos expresivos primeros planos de la actriz.
«Shyamalan se embarca así en un tenso thriller de secuestros, enfermizo y atmosférico, que maneja muy bien la acción fuera de campo para crear tensión, y que robustece el dibujo del personaje de Casey a través de reveladores flashbacks de su infancia que impactan por su escabrosidad».
Múltiple comienza de manera impactante y directa, con Kevin secuestrando a tres chicas adolescentes después de dormirlas con un spray. Cuando estas despiertan en un búnker subterráneo, descubren aterrorizadas que forman parte del plan diabólico de un captor esquizofrénico y convencido de la inminente llegada de su personalidad número 24, aquella tan bestial y peligrosa que eclipsaría a todas las demás. Entre las jóvenes destaca Casey –asombrosa Anya Taylor-Joy, la que fuese fulgurante revelación en La bruja (Robert Eggers, 2015)–, otra inadaptada como Kevin, sufridora, al igual que él, de un pasado traumático que hace que víctima y verdugo se vean reflejados el uno en el otro, a pesar de la hostilidad de la situación. Shyamalan se embarca así en un tenso thriller de secuestros, enfermizo y atmosférico, que maneja muy bien la acción fuera de campo para crear tensión, y que robustece el dibujo del personaje de Casey a través de reveladores flashbacks de su infancia que impactan por su escabrosidad. Si la realización es sobria y elegante, con cuidados movimientos de cámara marca de la casa y escasas concesiones a la violencia explícita (predomina un terror psicológico, soterrado, aunque capaz de incomodar como nunca antes lo había hecho), la fuerza de Múltiple la encontramos en los duelos dialécticos entre los binomios McAvoy / Taylor-Joy y McAvoy / Buckley, en una especie de retorcido juego mental a tres bandas en el que el objetivo es derribar cada una de las paredes que encierran al auténtico Kevin en su bombardeado cerebro. Puede que aún no esté a la altura de sus primeros éxitos pero lo cierto es que Shyamalan ha dado un paso más en su evolución como contador de historias, llevándonos hacia unos terrenos que nunca habíamos transitado antes, añadiendo unas dosis insólitas de fantasía –no solo la presencia de McAvoy remite a las mutaciones marvelitas de los X-Men– en su tramo final dosificando el suspense con mano maestra y guiándonos sin prisa pero sin pausa hacia uno de esos finales sorprendentes que siempre le han caracterizado y que, en esta ocasión, sirve además como necesario punto de inflexión que cierra un círculo perfecto respecto a su obra anterior. | ★★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2016. Título original: Split. Director: M. Night Shyamalan. Guion: M. Night Shyamalan. Productores: Marc Bienstock, Jason Blum, M. Night Shyamalan. Productoras: Universal / Blinding Edge Pictures / Blumhouse Productions. Fotografía: Michael Gioulakis. Música: West Dylan Thordson. Montaje: Luke Franco Ciarrocchi. Dirección artística: Jesse Rosenthal. Reparto: James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley, Haley Lu Richardson, Jessica Sula, Neal Huff, Brad William Henke, Izzie Coffey. PÓSTER.