En la época en la que vivimos, la del terrorismo islámico, la crisis financiera y su respuesta populista, en el marco de los problemas socioeconómicos añadidos por una globalización cada vez más heterogénea, lo llamado políticamente correcto se convierte en un arma de doble filo. Y es que esta dualidad se corresponde con los límites del humor negro, como demostraron en particular los acontecimientos de Charlie Hebdo. El arte siempre se ha caracterizado por superar la censura que la sociedad le imponía, y al mismo tiempo intentar responder a sus deseos, aunque a menudo sus destinatarios sean demasiado parciales. Esto se aplica, cómo no, al cine, que tiene un subgénero propio, la comedia negra, para retratar temáticas de esta índole, donde de nuevo conviven los ejemplos que se sitúan dentro del espacio menos controvertido y los que lo rebasan. La ópera prima de Alice Lowe, colaboradora de Ben Wheatley en Turistas (Sightseers), parece haber pasado del primer nivel al segundo, al narrar la historia de una psicópata embarazada (la propia Lowe) que en sus crímenes sigue las instrucciones de su feto. Y aunque ello, a juzgar por su trailer, se trate con un tono más cercano a la sitcom que a la tragedia, y el juego de palabras de su título, Prevenge, apunta antes a una broma que a una presunta obra profunda, no deja de conformar una premisa que puede sentarle de muy mal gusto a más de uno, en especial a los antiabortistas. En cualquier caso, es importante poner en contexto este estreno, el 10 de febrero en el Reino Unido, para recordar que por muy polémico que pueda ser algo, y más en nuestro tiempo tan sensible, en él se hace a su vez imprescindible, para descargar el odio tan irracional que acumulan sus vicisitudes. Por ello son necesarios filmes como Prevenge.
