La sinfonía de 2016
Anuario 2016: Las diez mejores bandas sonoras del año.
El año que acaba refleja de alguna manera el descuido en cuanto a una música de cine capaz de trascender más allá de lo meramente industrial. Podríamos repetir sin rubor el triste estribillo de que la música, es decir las bandas sonoras actuales, suenan todas absolutamente igual. Este hecho concreto proviene de un tiempo a esta parte a cuestionar cómo los elementos y avances tecnológicos, irremediables pues de ellos depende el desarrollo de una industria, han priorizado la funcionalidad de los resultados olvidando la creatividad y la construcción de sonidos identificables o, sobre todo, la personalidad de un trabajo artístico manifiesto. La buena música de cine no solo debe servir de acompañamiento o mero entorno ambiental, sino que pretende o debería propagar y elevar el resultado final de una película. Resumiendo, la música contemporánea para cine, principalmente en producciones comerciales y blockbuster, exige subsistir sin la coexistencia con lo filmado, es decir transita pero no trasciende lo más mínimo. Tal polémica, está ahora en boca de muchos, gracias, entre otros, al excelente video de Tony Zhou colgado en redes en donde explicaba moderadamente el problema de base en muchas obras mainstream. El universo sinfónico de Marvel, como se llamaba el video en cuestión, subrayaba los continuos desgastes de producción y de trabajo en cadena que sufrían este tipo de cintas pero extrapolándolo por defecto a casi toda la producción estándar del cine moderno. Los temp tracks, o esos cortes preestablecidos en montaje que delimitan y acotan la creatividad de un compositor en virtud de una mera impostura secuencial, representan el día a día en los estudios principales y evidencian las carencias de unos cineastas o directores que bien por problemas de presupuesto, desmotivación, o exigencias, acaban subvalorando la labor de un músico de cine.
La retahíla de scores olvidados incluso antes de su primera escucha son tantos que enumerarlos supondría una tarea complicada. A bote pronto compositores culpables, o víctimas, de un mercado cruel y depredador que obliga a la homogeneización para sobrevivir a la garras de la industria, podríamos decir unos cuantos. Desde Henry Jackman (Civil War, Jack Reacher 2, La quinta ola, El nacimiento de una nación), a Christophe Beck (Trolls), Theodore Shapiro (Zoolander 2, Cazafantasmas, Belleza oculta, Un espía y medio, Fiesta de empresa), pasando por el mismo Hans Zimmer (Inferno, Kung Fu panda 3, Batman v Superman), Steve Jablonsky (Ninja Turtles: Fuera de las sombras, Marea negra), hasta gente como Junkie XL (Deadpool, la misma Batman v Superman en colaboración con Zimmer, y Spectral), o Steven Price (Escuadrón suicida) y Jed Kurzel (Assassin´s Creed). Todas firmas notorias que intentan con poca fortuna departir una música competente en los mejores resultados, inane y manufacturada en el peor de ellos. Ni siquiera la continuidad del estilo Control Remote encuentra una estabilidad en las cintas en las que antes funcionaba como mero resorte de épica y acción (en este caso solamente la excelente banda sonora compuesta por Rupert Gregson Williams para Hasta el último hombre destacaría con holgura del resto).
Ante un panorama tan desolador, nos queda recurrir a la voluntad de músicos veteranos que todavía ejercen una posición de privilegios y marcan distancias escribiendo partituras de corte clásico y estructura orquestal tradicional. Los grandes renovadores del soundtrack en los esplendorosos años noventa mantienen la firmeza, que solo el prestigio y la veneración les permite, trabajando de forma esporádica o codo con codo con directores de suma confianza. El maestro John Williams en su última colaboración con Steven Spielberg para Mi amigo el gigante supone por derecho propio una de los scores más exquisitos y brillantes del año. Una banda sonora a la que voces aisladas se han apresurado de tildar de menor, sin apreciar la incontestable capacidad de sincronía y sensibilidad que mantiene con el discurso e imágenes de la película. La energía y esencia de Williams guarda los ecos de un sinfonismo operístico sin perder matices que han ido evolucionando hacía melodías cada vez más tristes y pesimistas. Mi amigo el gigante, pese a intuirse como una vuelta a la magia del Spielberg más familiar, no elude el misterio de un Spielberg oscuro y melancólico buceando en las posibilidades de la imagen digital dialogando con el terrible paso del tiempo. Destacar cortes como “Sophie´s future” o “Sophie and the BFG” en el que el hermoso leitmotiv sufre diversas variaciones mezclados con la virtuosa línea melódica, rica en detalles instrumentales, del legendario estilo Williams.
Y precisamente con el mítico tema de Harry Potter de Williams arranca el radiante score orquestado por James Newton Howard para su exitosa precuela Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Un interesante ejemplo de escuela neo clásica que lleva a Newton Howard a crear una banda sonora electrizante, llena de motivos diversos y presentación de personajes, envueltas en un conjunto riguroso y detallista de gran score. Sobresaliente además por contener numerosas piezas de distinta clase o estilos y una construcción narrativa que sabe combinar el jazz de los años veinte con un toque chaplinesco para la exposición de su personaje principal, New Scamander. Uso impecable de la cuerda y las trompas, e interés por dejar huella, hacen de Animales fantásticos un elegante y recomendable compacto, especialmente en su maravillosa edición doble. En esta corriente de cine espectáculo y búsqueda de sonidos de perpetua identidad nos topamos con la excelente partitura escrita por John Debney para el live action de El libro de la selva de Disney. Sin duda una de nuestras favoritas por su impagable regusto a cine del pasado, donde la música debía interponerse entre los espectadores y la pantalla para mantener un recuerdo imborrable en la memoria. El resultado de Debney es de una naturaleza opulenta, con un despliegue enorme de medios y de instrumentación sinfónica a caballo entre las inmortales reminiscencias del gran John Barry, y la escuela musical Disney. El tema principal transita por mundos imaginarios llenos de fantasía engrandeciendo el paisaje y dotando de carácter y estilo la descripción de las imágenes. Puestos a elegir de todos los cortes nos quedaríamos con el retentivo “Elephant Waterfall”. Para terminar este primer bloque de cintas donde prima la aventura y el gran espectáculo es obligado elogiar la música del lucrativo Marco Beltrami para la denostada superproducción Dioses de Egipto de Alex Proyas. Una curiosa amalgama de texturas teóricamente primitivas pero con un heterodoxo aire atemporal que la hace indispensable. Si la obra de Proyas recrea los tics y paradigmas del cine de aventuras clásicas mediante la lectura hipertrófica del digital, Beltrami confía la mixtura y mutación a través de una música romántica claramente influenciada por los repertorios del cine del Hollywood dorado. Su bellísimo “Bek & Zaya´s theme”, quizá el tema más memorable del año, pese al choque y los prejuicios que suscita una película de las características discursivas de Dioses de Egipto, transmite ese halo antiguo al mejor Alex North (Cleopatra), y a los mejores instantes del Jerry Goldsmith de La momia.
La retahíla de scores olvidados incluso antes de su primera escucha son tantos que enumerarlos supondría una tarea complicada. A bote pronto compositores culpables, o víctimas, de un mercado cruel y depredador que obliga a la homogeneización para sobrevivir a la garras de la industria, podríamos decir unos cuantos. Desde Henry Jackman (Civil War, Jack Reacher 2, La quinta ola, El nacimiento de una nación), a Christophe Beck (Trolls), Theodore Shapiro (Zoolander 2, Cazafantasmas, Belleza oculta, Un espía y medio, Fiesta de empresa), pasando por el mismo Hans Zimmer (Inferno, Kung Fu panda 3, Batman v Superman), Steve Jablonsky (Ninja Turtles: Fuera de las sombras, Marea negra), hasta gente como Junkie XL (Deadpool, la misma Batman v Superman en colaboración con Zimmer, y Spectral), o Steven Price (Escuadrón suicida) y Jed Kurzel (Assassin´s Creed). Todas firmas notorias que intentan con poca fortuna departir una música competente en los mejores resultados, inane y manufacturada en el peor de ellos. Ni siquiera la continuidad del estilo Control Remote encuentra una estabilidad en las cintas en las que antes funcionaba como mero resorte de épica y acción (en este caso solamente la excelente banda sonora compuesta por Rupert Gregson Williams para Hasta el último hombre destacaría con holgura del resto).
Animales fantásticos y dónde encontrarlos, de David Yates. |
Ante un panorama tan desolador, nos queda recurrir a la voluntad de músicos veteranos que todavía ejercen una posición de privilegios y marcan distancias escribiendo partituras de corte clásico y estructura orquestal tradicional. Los grandes renovadores del soundtrack en los esplendorosos años noventa mantienen la firmeza, que solo el prestigio y la veneración les permite, trabajando de forma esporádica o codo con codo con directores de suma confianza. El maestro John Williams en su última colaboración con Steven Spielberg para Mi amigo el gigante supone por derecho propio una de los scores más exquisitos y brillantes del año. Una banda sonora a la que voces aisladas se han apresurado de tildar de menor, sin apreciar la incontestable capacidad de sincronía y sensibilidad que mantiene con el discurso e imágenes de la película. La energía y esencia de Williams guarda los ecos de un sinfonismo operístico sin perder matices que han ido evolucionando hacía melodías cada vez más tristes y pesimistas. Mi amigo el gigante, pese a intuirse como una vuelta a la magia del Spielberg más familiar, no elude el misterio de un Spielberg oscuro y melancólico buceando en las posibilidades de la imagen digital dialogando con el terrible paso del tiempo. Destacar cortes como “Sophie´s future” o “Sophie and the BFG” en el que el hermoso leitmotiv sufre diversas variaciones mezclados con la virtuosa línea melódica, rica en detalles instrumentales, del legendario estilo Williams.
Y precisamente con el mítico tema de Harry Potter de Williams arranca el radiante score orquestado por James Newton Howard para su exitosa precuela Animales fantásticos y dónde encontrarlos. Un interesante ejemplo de escuela neo clásica que lleva a Newton Howard a crear una banda sonora electrizante, llena de motivos diversos y presentación de personajes, envueltas en un conjunto riguroso y detallista de gran score. Sobresaliente además por contener numerosas piezas de distinta clase o estilos y una construcción narrativa que sabe combinar el jazz de los años veinte con un toque chaplinesco para la exposición de su personaje principal, New Scamander. Uso impecable de la cuerda y las trompas, e interés por dejar huella, hacen de Animales fantásticos un elegante y recomendable compacto, especialmente en su maravillosa edición doble. En esta corriente de cine espectáculo y búsqueda de sonidos de perpetua identidad nos topamos con la excelente partitura escrita por John Debney para el live action de El libro de la selva de Disney. Sin duda una de nuestras favoritas por su impagable regusto a cine del pasado, donde la música debía interponerse entre los espectadores y la pantalla para mantener un recuerdo imborrable en la memoria. El resultado de Debney es de una naturaleza opulenta, con un despliegue enorme de medios y de instrumentación sinfónica a caballo entre las inmortales reminiscencias del gran John Barry, y la escuela musical Disney. El tema principal transita por mundos imaginarios llenos de fantasía engrandeciendo el paisaje y dotando de carácter y estilo la descripción de las imágenes. Puestos a elegir de todos los cortes nos quedaríamos con el retentivo “Elephant Waterfall”. Para terminar este primer bloque de cintas donde prima la aventura y el gran espectáculo es obligado elogiar la música del lucrativo Marco Beltrami para la denostada superproducción Dioses de Egipto de Alex Proyas. Una curiosa amalgama de texturas teóricamente primitivas pero con un heterodoxo aire atemporal que la hace indispensable. Si la obra de Proyas recrea los tics y paradigmas del cine de aventuras clásicas mediante la lectura hipertrófica del digital, Beltrami confía la mixtura y mutación a través de una música romántica claramente influenciada por los repertorios del cine del Hollywood dorado. Su bellísimo “Bek & Zaya´s theme”, quizá el tema más memorable del año, pese al choque y los prejuicios que suscita una película de las características discursivas de Dioses de Egipto, transmite ese halo antiguo al mejor Alex North (Cleopatra), y a los mejores instantes del Jerry Goldsmith de La momia.
Dioses de Egipto, de Alex Proyas. |
El terreno de la animación es siempre propicio para que notemos la música de cine. El ritmo y dinamismo de la escena favorece que los compositores den rienda suelta a la imaginación no poniendo barreras o limites a su creatividad. El sonido referente a la animación del 2016 pasa por productos como Zootopia (Michael Giacchino) o Mascotas (Alexandre Desplat), ambos madurando el “easy listening” de las comedias de los años sesenta con predominio de los ritmos bailables y el jazzy comercial de Henry Mancini. Los dos compositores, sin embargo, a pesar de dar constante muestra esporádica de sus talentos innatos para la escritura musical adolecen de cierto agotamiento dada la acumulación de scores por año. También subrayar el regreso a primera línea del veterano Mark Mancina en el soundtrack de Vaiana, inteligente fusión de rimas tropicales y escuela Disney, y a Thomas Newman repitiendo en la secuela Buscando a Dory (sencilla, correcta sin más). Pero las dos bandas sonoras a nuestro juicio más elaboradas de la animación del año serían la magistral partitura usada en la cinta La tortuga roja por el francés Laurent Perez del Mar y el score de Dario Marianelli para la producción de los estudios Laika Kubo y las dos cuerdas mágicas. La primera tiene la particularidad de servir a las imágenes (silentes) de una película sin diálogos, en la cual la música es principio de vital importancia (el lenguaje de la cinta). La segunda por ser una composición madura y sorprendente que hace del oficio de Marianelli un valor en alza no muy aplaudido últimamente. El uso del shamisen y de instrumentos y sonoridades típicas orientales fluye y registra una variedad de pistas emocionantes donde se cruzan lo exótico y lo occidental en una catarsis de los sentidos (una música que narra). El corte con el que abre la cinta “The impossible waves” presenta tanto el contratema (inquietante y milenario) como el tema principal punteado por la nota aguda del shamisen. Voces, orientalismos (neo sinfónico) a lo Mulan de Goldsmith y el exquisito lucimiento de la flauta oriental la convierten en un score sobresaliente.
Siguiendo con los géneros, nos adentramos en el terror y el suspense. Una de las sorpresas del año es el trabajo que lleva a cabo Joseph Bishara en The Conjuring 2. Lo elemental y lo diegético se confunden con las implementaciones extradiegéticas de los acicates del terror y esa exultante perturbación de una música ecléctica, caustica muy cerrada y atonal pero con un potencial enorme a la hora de establecer conexiones emocionales y motrices con el relato. Bishara le da cuerpo a la representación absoluta del mal, lo endémico recorre cada nota del score solo favoreciendo libertad y respiro en el ocurrente uso del tema familiar ya usado en la primera parte y atribuido al compositor Mark Isham, única alusión a la esperanza. La inclusión de temas ad hoc como los diabólicos coros infantiles o las canciones diegéticas son bastante más que aportes casuales dándole al soundtrack un mérito especial. Otra notable cinta de terror, No respires, guarda parecidos arquitectónicos con lo de Bishara y Wan. El realizador uruguayo vuelve a contar con el español Roque Baños (Evil Dead), para matizar un circuito de horror punzante, sin apenas tiempo para lo melódico. Baños intoxica los ambientes y aplica tensión dramática para mantener en vilo al espectador. Una atmosfera agresiva en la que el compositor se mueve como pez en el agua. La atractiva The Neon Demon no está directamente vinculada al género de terror pero en verdad convive con las formas estéticas de este, véase el giallo mismamente. La música que nos presenta el cada día más demandado Cliff Martínez explora la línea psicológica y sensorial de un cine de misterios, de ideas o sensaciones más que de motivos. Lo electrónico y el uso de sintetizadores recrean la densidad y la simetría de la imagen. Temas oníricos, psicodélicos, graduales, huidizos, perpetran el universo ininteligible del director Winding Refn.
Mención especial & menciones de honor
No podemos despedir el 2016 sin mencionar al maestro Ennio Morricone que, siguiendo con su actividad inagotable y tras un 2015 prolífico, en el que aparte de ganar un Oscar por Los odiosos ocho nos regaló Mayo de 1940 (una de sus músicas más significativas y reconocibles), continúa este año con La correspondencia, undécimo trabajo al lado del inseparable Giuseppe Tornatore. Morricone sigue en activo pese a sus 88 años pero no contento con eso se atreve a desafíos y experiencias sorprendentes. La correspondencia se basa en acordes disonantes remezclados con sonoridades lentas, sensuales, afines a la cadencia y ritmo morriconiano. Incorpora a la orquesta la inconfundible presencia de la guitarra eléctrica y los teclados sintetizando una reconstrucción mágica y evocadora que vuela muy por encima de la película. El track “Una luce spenta” merece una escucha profunda y aislada, así mismo “Una stella, miliardi di stelle” alberga en la repetición y crescendo las notas populares del romano.
Hablábamos arriba del estancamiento en las utilidades o necesidades de una buena música de cine, pero en cualquier caso este punto actual que parece ser una terrible inflexión de lo que nos deparará el futuro no borra, como casi siempre, los grandes aciertos y hallazgos del 2016. A los citados cabría añadir algunos otros scores que por falta de espacio se quedan en el tintero; valga un pequeño listado final como despedida: Los siete magníficos (James Horner/Simon Franglen), última partitura escrita por el desaparecido compositor. Un monstruo viene a verme, Zipi y Zape: La isla del capitán y Ozzy (Fernando Velázquez); Solo el fin del mundo (Gabriel Yared); La la land (Justin Hurwitz), más que seguro Óscar a mejor partitura original del año; Julieta (Alberto Iglesias); El olivo (Pascal Gaigne); Peter el dragón (Daniel Hart), de regusto infantil clásico en la senda (notas calcadas) de la extraordinaria Fievel y el nuevo mundo de James Horner; Aliados (Alan Silvestri), música coherente, con un grandísimo tema de amor algo minusvalorado como también lo ha sido la propia (y soberbia) película; Animales nocturnos (Abel Korzeniowski); Midnight Special y Loving (David Wingo).
TOP TEN SCORES 2016
1. MI AMIGO EL GIGANTE (JOHN WILLIAMS). Crítica OST. Listen.
2. ANIMALES FANTÁSTICOS Y DÓNDE ENCONTRARLOS (JAMES NEWTON HOWARD). Listen.
3. EL LIBRO DE LA SELVA (JOHN DEBNEY). Listen.
4. DIOSES DE EGIPTO (MARCO BELTRAMI). Listen.
5. LA TORTUGA ROJA (LAURENT PEREZ DEL MAR). Listen.
6. KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS (DARIO MARIANELLI). Listen.
7. THE CONJURING 2 (JOSEPH BISHARA). Listen.
8. NO RESPIRES (ROQUE BAÑOS). Listen.
9. THE NEON DEMON (CLIFF MARTINEZ). Crítica OST. Listen.
10. LA CORRESPONDENCIA (ENNIO MORRICONE). Listen.