Si nos detenemos a analizar la filmografía de Sofía Coppola, encontramos un denominador común en todas sus historias. Los personajes que retrata la realizadora neoyorquina están embriagados por el aburrimiento, por una sensación de pesadumbre que les arrastra y que, de un modo u otro, actúa como catalizador de sus actos. Puede ser un elemento impuesto, como ocurre en Las vírgenes suicidas, y del que solo hay una manera de escapar; que viene dado por el entorno, como en Lost in translation, donde se materializa en un sentimiento de extrañeza que acaba por unir a dos almas solitarias. Luego están aquellas vidas en las que el tedio es parte intrínseca de la experiencia vital, como en Maria Antonieta, cuya protagonista se entrega al deleite de no tener nada que hacer, que puede resultar frustrante a la par que placentero; y después está el caso extremo de Somewhere, donde la entrega es total y el regocijo en la vagancia supone una manera radical de entender el paso del tiempo. Y, por último, encontramos a los jóvenes de The Bling Ring, quienes, en gran medida por aburrimiento, se entregan a la actividad delictiva a falta de nada mejor en lo que dedicar el tiempo. Coppola coloca su cámara frente a ellos, dota a sus historias de un ritmo pausado, que se esfuerza por detener la mirada en ese preciso instante donde el tedio se apodera del rostro, del gesto y de la propia imagen. Es justo en esa milésima de segundo en la que Coppola consigue transformar lo tedioso en algo bello, en una reivindicación cinematográfica del poder del ser humano de, simplemente, no hacer nada.
El tedio según Sofía Coppola
Texto por
Víctor Blanes Picó
diciembre 06, 2016.
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