La violencia cíclica
crítica ★★★★ de Hotel Europa (Smrt u Sarajevu, Danis Tanović, Bosnia-Herzegovina, 2016).
El general del imperio austrohúngaro Oskar Potiorek (1853-1933) pasaría a la Historia no específicamente por su presencia durante el magnicidio de 1914 o su actividad en la inmediatamente posterior Primera Guerra Mundial; su protagonismo como anécdota en charlas de salón se debe más bien a unas desafortunadas palabras, pronunciadas en el peor de los momentos posibles. Aquella mañana del 28 de junio en la ciudad de Sarajevo, el archiduque Franz Ferdinand y su esposa, la condesa Sofía, habían sufrido ya un primer atentado durante su visita oficial, frustrado por obra de la suerte o de la mala puntería de Nedeljko Čabrinović. Frente a la preocupación de algunos, más que razonable, ante la posibilidad de un nuevo o nuevos ataques contra la integridad del mandatario, las palabras de respuesta de Potiorek —de hecho, jefe de seguridad de entonces— resonaron con innegable ironía: “¿acaso cree usted que Sarajevo está llena de asesinos?”. Cuál sería la tremenda sorpresa, unas pocas horas después. El asesinato del archiduque cambiaría no solamente el mapa geopolítico del continente, sino que “dispararía” —nótese aquí también algo de ironía— uno de los conflictos más violentos del siglo, con un coste humano aproximado de 35 millones. ¿Fue el joven Gavrilo Princip un terrorista? ¿Acaso un héroe que dio su vida por la lucha contra el dominio imperial? Esta cuestión ha sido discutida y utilizada según la conveniencia de las motivaciones políticas durante el paso de los años. Y es precisamente en este germen del modelo europeo actual donde el cineasta Danis Tanović (Zenica, 1969) incide en su filme más reciente. Death in sarajevo (2016) llega al Festival Internacional de Cine de Gijón con el respaldo de la crítica de la pasada Berlinale —quien premió al director con un Oso de Plata— y bajo un título traducido, que la acerca incluso más a su fuente de inspiración. Hotel Europa es también el nombre que el siempre polémico Bernard Henri-Lévy dio a la obra teatral que Tanović ha tomado como base, como fuente, para construir su versión propia.
Nos encontramos ante una denominada “adaptación libre”; sin embargo, el punto de partida es prácticamente el mismo que en la obra de teatro de Lévy, tomando la carga discursiva crítica y reflexiva presentes en el monólogo del protagonista. El trabajo del bosnio consiste en la ampliación de este espacio cerrado, en pos de una pluralidad de perspectivas. La acción se desarrolla sin alejarse de los muros del hotel homónimo, mientras una efectiva dirección de fotografía de Erol Zubcevic sigue discretamente los movimientos de los personajes en pequeños planos secuencia, sirviéndose de ciertos artificios visuales según lo requiera la situación contextual. La narrativa presenta tres hilos muy claros, los cuales exhiben una simbología tremendamente interesante, de la que hablaremos más adelante: en el sótano y la planta 0, el director Omer (Izudin Bajrovic) ultima los preparativos para la cumbre internacional que se celebra ese mismo día, sirviéndose de su protegida Lamija (Snezana Vidovic) —y algún otro método mucho menos diplomático— para intentar apaciguar los ánimos de los empleados, quienes pretenden reventar la convención con una huelga ante el impago de sus sueldos. Por encima de sus cabezas, en la suite presidencial de la planta superior, el perfeccionista Jacques Weber —quien Lévy, por cierto, cataloga como “el único actor capaz de mantener la atención del público durante dos horas”— ensaya frente al espejo el discurso que pronunciará ante la comitiva internacional con motivo del centenario del magnicidio, sin saber que la policía lo vigila a través de cámaras de vigilancia instaladas “por error”; finalmente, llegando a la azotea del hotel, una periodista conversa con distintos especialistas en Historia y Política, con motivo de la conmemoración, incluido el mismísimo descendiente del héroe/homicida Gavrilo Princip, quien ha heredado nombre y apellido intactos, además de una cierta inquietud por las acciones reivindicativas a punta de pistola.
«Esta es una película notable, que aplica una perspectiva analítica y sarcástica a partes iguales sobre la historia del siglo XX y la idea de unidad de un continente constantemente estigmatizado por la contradicción. Disfrazada de comedia negra, Hotel Europa lanza preguntas muy incómodas acerca del proceso por el cual hemos llegado a la configuración continental de la actualidad: la violencia cíclica».
Resulta necesario cuestionar las motivaciones del director Omer para asfixiar la revuelta de los trabajadores, puesto que, por una parte, responde a lo que parece ser una medida desesperada frente a la situación de trágica decadencia hacia la que el hotel mismo está abocado —como indica la carga nostálgica en las constantes referencias al pasado glorioso de las Olimpiadas de Invierno de 1984—; sin embargo, lo que lo lleva a pedir ayuda al crimen organizado local está sospechosamente emparentado con algo mucho más humano y menos loable: el ansia de estatus, la adicción al poder. El avance de todas estas situaciones ofrece un ritmo muy bien ejecutado, orgánico, y cada uno de sus participantes está modelado mediante el método atribuido a Borges de “mostrar dos o tres características” de los personajes, que, valga la aclaración, están en ciertos compases muy cerca de la caricatura esperpéntica —digno de mención es el momento en el que la líder sindical es secuestrada por la mano negra del director y obligada a presenciar los contoneos de strippers ataviadas con ropa e indumentaria de 1914—, plantando la duda en el espectador sobre si acaso está asistiendo a una comedia negrísima o a algo bastante más serio. Esta acción espacial distribuida por sectores no solamente manifiesta la muy buena mano de Tanović en modelar retratos colectivos y manejar confluencias narrativas; lo cierto es que el filme posee una carga simbólica no demasiado difícil de discriminar —cualidad que no ha de tomarse, en absoluto, como un defecto. En el suelo y en el subsuelo, la vida, lo violento, real y contradictorio se abre paso entre movimientos constantes, tensiones y catarsis; en lo ajeno de los medios de comunicación se teoriza acerca de procesos históricos descartando, lamentablemente, una solución unívoca o una conclusión incuestionable; todo esto ocurre mientras en una suerte de torre de marfil, la visión desgarradora del intelectual golpea en lo más profundo del Estado de Derecho y nos obliga a volver el rostro, avergonzados por la crudeza de sus acusaciones. Desde la sala de vigilancia, el oficial de policía esnifa cocaína mientras observa distraído un discurso que no entiende. “Europa no nació, sino murió en Sarajevo […] ¿Cómo Europa puede morir tan a menudo?”, pregunta de un atribulado Weber que, por supuesto, nadie es capaz de escuchar. Esta es una película notable, que aplica una perspectiva analítica y sarcástica a partes iguales sobre la historia del siglo XX y la idea de unidad de un continente constantemente estigmatizado por la contradicción. Disfrazada de comedia negra, Hotel Europa lanza preguntas muy incómodas acerca del proceso por el cual hemos llegado a la configuración continental de la actualidad: la violencia cíclica. | ★★★★ |
Luis Enrique Forero Varela
© Revista EAM / 54º Festival de Gijón
Ficha técnica
Francia, Bosnia-Herzegovina, 2016. Título original: Smrt u Sarajevu. Dirección: Danis Tanović. Guión: Danis Tanović, basado en la obra teatral de Bernard Henri-Lévy. Fotografía: Erol Zubcevic. Música: Mirza Tahirovic. Duración: 85 minutos. Productora: Margo Cinema / SCCA/pro.ba. Montaje: Redzinald Simek. Diseño de producción: Mirna Ler. Diseño de vestuario: Ina Arnautalic, Hatidza Nuhic. Intérpretes: Snezana Vidovic, Izudin Bajrovic, Vedrana Seksan, Muhamed Hadzovic, Faketa Salihbegovic, Edin Avdagic Koja, Jacques Weber, Aleksandar Seksan, Rijad Gvozden, Boris Ler, Luna Zimic Mijovic, Ermin Sijamija. Presentación Oficial: Berlin International Film Festival, 2016. PÓSTER OFICIAL.