Ecos del pasado que retumban entre cuatro paredes
crítica ★★★★ de Sieranevada (Cristi Puiu, 2016).
Una de las corrientes recientes del cine europeo que más llama la atención en los certámenes, cuyos programadores se cuidan de alentar y la crítica asistente de aprobar, es la de la nueva ola rumana. En particular, su gran victoria en la edición de Cannes de 2007 gracias a 4 meses, 3 semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamini si 2 zile, Cristian Mungiu) consolidaría un exitoso recorrido internacional, augurado en años anteriores y proseguido en los posteriores. Así lo haría de la mano del propio Mungiu y de otros compatriotas como Corneliu Porumboiu, que le precedería con 12:08 al este de Bucarest (A fost sau n-a fost?, 2006), ganadora de la Cámara de Oro el año anterior en la Croisette; Calin Peter Netzer, responsable de Madre e hijo (Pozitia copilului, 2013), triunfadora en la Berlinale de su año; o Cristi Puiu. Tras la ópera prima de este último, Bienes y dinero (Marfa si banii, 2001), su epopeya intimista La muerte del señor Lazarescu (Moartea domnului Lazarescu, 2005), sobre la dolencia progresivamente fatal de un anciano solitario, se haría con el premio de Una cierta mirada, completando así un tríptico de galardones cosechados en el mentado festival durante tres años por estos cineastas. A ella le seguiría Aurora (2010), también presentada en Cannes aunque esta vez sin premio, protagonizada por el propio Puiu para encarnar a un sobrio asesino que compartía su soledad con su anterior protagonista. Estamos ante un atributo del aislamiento y la incomunicación que, por medio de la mirada de uno u otro individuo, pretende retratar el estado de una sociedad rumana que no ha podido aún superar las huellas de Ceaucescu. Mientras que la susodicha cinta de Mungiu se retrotraía a su misma época, en la que las penurias venían impuestas por la propia autoridad, los filmes siguientes se ubican ya en la actualidad pero mantienen un constante diálogo con el pasado. Si bien actualmente Rumanía disfruta de una democracia consolidada, membresía en la Unión Europea incluida, no hay que olvidar que fue de los pocos países donde pervivió un gobierno comunista tras la caída del régimen soviético. Y es que entonces no había un grupo político alternativo capaz de hacerse con el poder, pues el país había vivido bajo los efectos de una dictadura más férrea que sus vecinos, de la que sería más difícil desprenderse.
Así, aunque el cine que nos presenta esta realidad se ha adaptado al lenguaje actual, el de un austero neorrealismo que tanto gusta en los apuntados certámenes, este estilo se desarrolla en consonancia con una temática más o menos constante desde hace décadas. La evolución que se percibe en el mismo es entonces ligera, aunque también puede ser significativa, si nos centramos en la obra de Puiu. En sus dos películas anteriores y en la que aquí es objeto de reseña, Sieranevada, de nuevo con premiere en Cannes, su foco se ha ceñido en gran parte al interior de un apartamento, combinado con el hospital al que llevaban al señor Lazarescu, buscando en habitáculos cerrados, hasta claustrofóbicos, la metáfora de una visión más amplia. A priori la cámara no pretende trascender ese marco, al reforzar la captación del momento presente y visible mediante tomas largas y más o menos estáticas, siempre en vilo, eso sí, de cualquier alteración que tras prolongadas acciones anodinas se pueda producir frente a la lente. Por ello tenía sentido recurrir inicialmente a la cámara al hombro: no para dibujar encuadres muy móviles, sino para dar cierta libertad al operador al ajustarse a esas pequeñas variaciones. Es lo que ocurre en La muerte del señor Lazarescu. En cambio, en Aurora la cámara se asienta ya en un trípode y los ajustes tienen lugar mediante breves y esporádicas panorámicas. Estamos ante una ficción más inmóvil que la anterior, donde el conflicto es más interno que externo, y para registrarlo la fotografía adopta un punto de vista todavía más imparcial y distante, también más frío y sosegado, acorde a la personalidad de su principal referente. Desde otra perspectiva, este leve cambio en la planificación apunta hacia cierto refinamiento estilístico, y el mismo se confirma en Sieranevada. Sus escenas iniciales sirven para materializar esta graduación, ya que la primera está rodada con una cámara en trípode aunque en frecuente panorámica, sin cortes; la segunda vuelve a la cámara en mano pero sin apenas movimiento, empleando eso sí varios jump cuts que anuncian una voluntad más clara de Puiu por distorsionar la continuidad; y tras unos paseos entrecortados que corroboran esto último, la pareja protagonista llega al piso familiar donde se desarrolla casi todo el resto del metraje. Aquí es donde asistimos a esa síntesis técnica, que se despliega con un rigor inédito en la pantalla: toda la acción está rodada ya con una cámara de soporte fijo pero con paneos secos, constantes, precisos y cíclicos, que van siguiendo a los personajes mientras salen de una habitación a otra, abren y cierran puertas, dialogan, interactúan y se pelean… en un terremoto de motivaciones, quehaceres y conversaciones que no cesan y se armonizan por medio de una planificación tan sencilla como apabullante, que insiste una y otra vez en mantener una unión donde solo puede haber ruptura.
«Combinar esta manipulación audiovisual y espaciotemporal con un fondo que aún pretende ser realista es en suma la gran apuesta de Sieranevada, que hablándonos de cosas que ya deberíamos conocer de sobra nos las presenta de forma que parecen novedosas, con una técnica que impresiona pero que ante todo busca la naturalidad y la eficiencia».
En otras palabras, la puesta en escena pone de relieve lo que en cualquier otra película se resolvería con una elipsis o una transición, y a la vez evita estos últimos recursos recurriendo al corte en movimiento cuando tiene que pasar de una estancia a otra, para no interrumpir el incesante hilo dinámico y narrativo. Ahondar aquí en esta evolución visual está justificado porque absorbe dicha narración y amenaza con ser lo más destacable de una película a la que, sin embargo, no le falta profundidad dramática. Eso sí, al enmarcarse en un laberinto estructural, diseñado tanto al nivel de la planificación como al del libreto, el resultado que nos ofrece se antoja sobre todo como una recopilación, enrevesada pero lúcida, de esas preocupaciones políticas, sociales y familiares de unos parientes representativos de una cultura. Desde el anhelo por la vuelta del comunismo o la monarquía, hasta la infidelidad conyugal contrapuesta y a la vez ligada a los valores tradicionales, pasando por inquietudes más globalizadas como las teorías conspiratorias sobre el 11S o la creciente amenaza terrorista en Europa… Todo tiene cabida entre los descendientes del patriarca que ha fallecido y motiva su tardía reunión, la cual se demora sin expectativas de culminación hasta que al final, que por fuerza resulta anticlimático, empiezan por fin a comer en la mesa que habían preparado según mandan los cánones más ortodoxos. Antes Puiu se ha desplazado un tiempo fuera del piso, dando pie a una presunta simetría con el comienzo que se quiebra por el citado desenlace. Si esperásemos que el libreto también siguiera una cierta ortodoxia, podría interpretarse esta excesiva duración como una crítica. Pero no lo es tanto cuando recordamos que su artífice quiere sortear las expectativas en lo que se refiere a la dilatación del tiempo, acorde a una historia que deriva hacia el absurdo más cacofónico. Combinar esta manipulación audiovisual y espaciotemporal con un fondo que aún pretende ser realista es en suma la gran apuesta de Sieranevada, que hablándonos de cosas que ya deberíamos conocer de sobra nos las presenta de forma que parecen novedosas, con una técnica que impresiona pero que ante todo busca la naturalidad y la eficiencia. Podría considerarse como una última fase del neorrealismo, una reformulación que muestra la cotidianeidad en su estado más puro y a la vez la energiza, la expande y la acaba estilizando. | ★★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Rumanía, Francia, Bosnia y Herzegovina, Croacia & Macedonia, 2016. Presentación: Festival de Cannes 2016. Dirección: Cristi Puiu. Guion: Cristi Puiu. Productoras: Mandragora / Production 2006 / Studioul de Creatie Cinematografica al Ministerului Culturii / Sister and Brother Mitevski / Spiritus Movens / Alcatraz Films / ARTE France Cinéma. Fotografía: Barbo Balasoiu. Diseño de producción: Cristina Barbu. Reparto: Mimi Branescu, Simona Ghita, Bogdan Dumitrache, Dana Dogaru, Ana Ciontea, Ilona Brezoianu, Iona Craciunescu, Valer Dellakeza, Marin Grigore, Tatiana Iekel. Duración: 173 minutos. PÓSTER OFICIAL de SIERANEVADA.