Naderías y pasatiempos
crítica ★★★★ de Certain Women (Kelly Reichardt, Estados Unidos, 2016).
Si algo nos ha enseñado el cine es a permanecer en vilo durante el avance relajado e inicial de una película, a esperar pacientes pero sin llegar a confiarnos demasiado, hasta que se desaten los acontecimientos detonantes del desenlace esclarecedor. Esta predisposición defensiva, adoptada de forma maquinal y refleja a consecuencia de un empirismo puramente cinematográfico, actúa de manera perniciosa cuando nos enfrentamos a la visualización de Certain Women. Para disfrutar de la riqueza narrativa que presenta el último trabajo de la realizadora Kelly Reichardt, primero hay que liberarse de cualquier restricción acuciante, puesto que nos impediría prestar la debida atención a los detalles de una cinta que está compuesta por y para ellos. La realizadora expone un filme basado en el tránsito de la medianía, en esas situaciones que destacan por su carácter irresoluto. Personas, escenarios, momentos que convergen de manera espontánea en una etapa concreta de nuestra vida, que reúnen todos los requisitos para hacerla volar por los aires, cambiando nuestra existencia tal y como la conocíamos pero que, en el punto decisivo, cuando sólo queda dar el último paso, por voluntad propia o por simple estadística, se apagan como un grito oportuno que no encontró su camino entre las cuerdas vocales y se ahoga sin remedio para dejarnos al amparo de nuestra rutina, ricos o pobres, solteros o casados, felices o desgraciados, no importa tanto el propio resultado, sino el hecho de que todo permanece inalterado, o inalterable, ya sea para mejor o para peor.
Reichardt plantea un ejercicio episódico compuesto por tres historias presentadas de forma alternativa y, al menos dos de ellas, paralela. La estructura no podría resultar más sencilla; las acciones suceden de manera lineal y sin grandes saltos durante las 3 primeras partes de la cinta, cada una de ellas destinada a la narración de una anécdota en la vida de una mujer, y un último episodio, reservado a modo de epílogo, en el que se da a conocer el estado de cada protagonista tras ese acontecimiento concreto. En este tipo de cine reflexivo y pausado, suele decirse que es más importante la forma que el contenido; en Certain Women, por el contrario, es tan importante lo que se cuenta como la manera de hacerlo. En cuanto a ese qué, preponderante argumental en toda narración o anécdota, encontramos, como ya hemos mencionado, la trivialidad cotidiana de personas que no destacan por ocupar un cargo de gran poder, ni tampoco por lo contrario, estamos ante gente corriente que trabaja para vivir de la mejor manera que les sea posible. No obstante, sí hay un componente que conectará todas las historias, aunque no resultará una cualidad limitante de su riqueza temática: el machismo, algo que podemos deducir por el título. Además de estar todas ellas protagonizadas por personajes femeninos, el guion indaga en la constante lucha de la mujer actual en un mundo lleno de prejuicios. El machismo sigue presente en el progresista siglo XXI, y se manifiesta de manera recurrente y estandarizada, no sólo en las pequeñas poblaciones rurales norteamericanas que quedan representadas en la película, sino en todo el mundo, teniendo Livingston una función narrativa metonímica con la intención de ejemplificar el alcance pernicioso del trato discriminativo que sufren las mujeres a diario.
«Un debate sobre el amor que se apaga y la necesidad del ser humano por sentir cualquier tipo de conexión con otras personas, para así evitar la temible soledad y la desesperación».
La primera de las tres historias nos sitúa en la “consulta” de un abogado. En efecto, el señor Fuller visita a su asesora legal, una estupenda Laura Dern, con la frecuencia que un hipocondríaco visitaría a su médico de cabecera. Podríamos pensar, otorgando el beneficio de la duda y siendo generosos con la brutalidad masculina, que Fuller se empeña en repasar, día tras día, los mismos aspectos de su causa perdida: una demanda contra su empresa por un accidente laboral y posterior despido, por culpa de una tremenda frustración y su incapacidad para aceptar que tiene que pasar página, algo que en parte es cierto. Empero, cuando el colega al que la abogada y su cliente recurren para una segunda opinión repite las mismas palabras que Fuller ha estado escuchando durante los últimos ocho meses: “no hay ninguna posibilidad”, la frase cobra sentido de manera inmediata en su mente, y acepta su significado y sus consecuencias, por el simple hecho de que ha sido pronunciada por un hombre y, por ello, ha de ser cierta. Esta es la presentación de una tragicomedia en la que se debatirá sobre el amor que se apaga y la necesidad del ser humano por sentir cualquier tipo de conexión con otras personas, para así evitar la temible soledad y la desesperación. La protagonista irá cambiando su rol a lo largo del cortometraje, para pasar de abogada a psiquiatra, negociadora o simple accesorio de compañía, dependiendo del estado de ánimo o las necesidades de Fuller. Esta posición laboral vejatoria se trasladará en esencia a las dos siguientes historias; la segunda presenta a una familia que ha salido a pasar un fin de semana de acampada. Antes de regresar, el matrimonio decide pasar por casa de un conocido, a pesar del enfado de su hija adolescente, para negociar la compra unos ladrillos de arenisca de gran valor histórico. Al tratarse de temas de construcción, el viejo Albert da por hecho que tiene que discutirlo con el hombre, aunque es Gina la que parece saber qué es lo que necesitan y la que lleva la conversación. Todo lo que la mujer dice es ignorado por completo por Albert, que insiste en dirigirse al marido para todos los asuntos. Al final de la conversación, Albert le dice a Ryan, “¿Tu mujer trabaja para ti?”, a lo que responde el hombre, “En realidad, ella es la jefa”, una respuesta que es emitida con un inevitable aire de culpabilidad y justificación. Además, en su ambiente familiar y de manera involuntaria, Ryan también cae en la discriminación, al dejar a Gina todo el peso de la estricta educación de su hija, siendo él quien se muestre como la divertida figura que siempre está de broma y buen humor, ampliando así la crítica al patriarcado institucional y al “inofensivo” machismo familiar involuntario, algo que, bien pensado, llega a ser mucho más destructivo que el presupuesto machismo social.
«Certain Women se presenta como una pieza de gran complejidad sintáctica, donde la estética se fundamenta en el uso magistral del lenguaje y los recursos estilísticos, rítmicos y eufónicos, constituyendo el andamiaje del contenido semántico y conceptual de una obra que certifica la evolución autoral de una directora obstinada en dejar una huella indeleble en nuestra memoria».
La última de las historias nos lleva de nuevo a la abogacía, para mostrarnos a una licenciada en derecho de Livingston —ahí la sutil conexión entre líneas narrativas, que se materializará visualmente de forma aleatoria y en ningún caso explícita—, que tiene que conducir 4 horas para llegar a un pueblo a dar clase a profesores sobre los derechos de los estudiantes, algo para lo que no tiene experiencia ni preparación. Beth obtiene, por el hecho de ser mujer, un empleo que nadie quiere. Un empleo que acepta por el miedo a terminar como el resto de mujeres de su familia, para las que un puesto de vendedora de zapatos es la máxima aspiración. La trama se centra en la relación de la letrada con una joven granjera solitaria que encuentra en Beth una refrescante y atractiva salida de su rutina en los establos. Reichardt erige las bases para que cada una de las historias sufra un cambio radical y se adentre en lo extraordinario. Cada narración cuenta con una serie de instantes elocuentemente subrayados con algún truco de edición —un oportuno zoom, la incorporación de música sugerente, un encuadre enfático…—, que nos llevarán a pensar que algo está por suceder. Se establece pues el principio fundamental de la tragedia, el romance, la venganza, el adulterio… pero nada termina de cocinarse, nada alterará la indolente rutina de los personajes, que quedarán a la espera del prometido cambio en sus potencialmente vacías existencias. Entonces, con el poético avance bucólico característico de Miguel Hernández y la dolorosa soledad, originada por el amor (o su ausencia), propia de Petrarca, la directora nos mueve con una flemática narración, llena de recursos estilísticos como descripciones de paisajes, alegorías, antítesis, aliteraciones… incidiendo en un lenguaje claro y transparente con el que se exalta la representación de los sentimientos y pueden éstos cobrar vida propia. Personas que pudieron ser los héroes o los villanos que merecíamos pero, en lugar de ello, saldrán de nuestra cabeza con la misma rapidez con la que entraron, cuando el tiempo termine por otorgar la victoria del olvido frente a la pasión. Certain Women se presenta como una pieza de gran complejidad sintáctica, donde la estética se fundamenta en el uso magistral del lenguaje y los recursos estilísticos, rítmicos y eufónicos, constituyendo el andamiaje del contenido semántico y conceptual de una obra que certifica la evolución autoral de una directora obstinada en dejar una huella indeleble en nuestra memoria. | ★★★★ |
Alberto Sáez Villarino
© Revista EAM / Dublín
Ficha técnica
Estados Unidos, 2016. Título original: Certain Women. Director: Kelly Reichardt. Guion: Kelly Reichardt (Relato corto: Maile Meloy). Fotografía: Christopher Blauvelt. Duración: 107 minutos. Productora: Film Science. Montaje: Kelly Reichardt. Diseño de vestuario: April Napier. Diseño de producción: Anthony Gasparro. Intérpretes: Michelle Williams, Kristen Stewart, Laura Dern, Lily Gladstone, Jared Harris, Rosanna Arquette, Rene Auberjonois, James Le Gros, John Getz, Ashlie Atkinson, James Jordan, Edelen McWilliams, Matt McTighe, Sara Rodier, Gabriel Clark. Presentación oficial: Festival de Sundance 2016. PÓSTER OFICIAL de CERTAIN WOMEN.