Abordar de una manera exclusivamente musical la partitura compuesta por Cliff Martínez para The neon demon supone, en primer termino, obviar los emergentes activos que conforman una música incapaz de estancarse en los parámetros melódicos, y, en segundo lugar, por cómo Martínez instaura aquí un sonido distinguible a toda nomenclatura clásica, más fiel al grado sintético (lo ecléctico) que a la armonía instrumental. Dicho esto no queremos decir que Martínez no componga un sonido electrónico perfectamente estructurado, ni que su música evada las funciones narrativas más elementales dentro de las bandas sonoras para cine. La composición, lejos de ello, alberga una seductora y ocurrente simbiosis artística allá donde conecta perfectamente con los intereses estilísticos y expresivos de su director. Lo que escuchamos en The neon demon reclama una presencia invasora capaz de terminar infundiendo entidad a las imágenes de Nicolas Winding Refn, e incluso amueblando el espacio estético para definir una única dimensión autoral, que rige y absorbe cada fruición creativa de lo que vemos en pantalla. Reinan elementos (premeditados) del discurso audiovisual, ateniéndose a unos patrones específicos donde el sonido marca las pautas narrativas y epidérmicas del relato.
Digamos que el score se divide en varios bloques sonoros, subordinados a la planificación que Refn ostenta, tanto dentro de las simbologías y metáforas, como de las psicologías o roles establecidos. Un bloque perteneciente a la juventud de Jessie (Elle Fanning), en la que el compositor expone notas mucho más sostenidas o de carácter etéreo asumiendo esa aura inocente de la protagonista (todavía impune a los desgastes profesionales del entorno). Sería este un bloque con una música atmosférica que sugiere pero no invade radicalmente la escena. Las secuencias de Jessie paseando por la ciudad durante la noche muestran a una adolescente soñadora que mantiene intactas sus ambiciones, a la par que Refn visualiza la arquitectura urbana del skyline angelino (el efecto óptico hace confluir las luces de los grandes edificios con el destello de las estrellas). Más adelante, la música cumple con un deber mucho más terrorífico, capaz de conferirle un sentido inquietante a las imágenes desplegando unas notas agresivas, atonales, de incertidumbre. En esta parte Martínez aplica los sintetizadores explorando el lado siniestro de la imagen ya que hemos pasado de lo sugerente a lo destructivo. Coincide nuevamente con las intenciones autorales del realizador subrayando el componente vampírico de la cinta. Refn enfoca, en la necesidad de discurrir por los caminos del horror, una imagen cadáver donde las figuras muestran estatismos en presencia de una banda sonora poliexpresiva. Fascinante, porque en el acto de puesta en escena y puesta en cuadro el músico no se limita a ser fondo sino forma conjunta en el estudiado y calculado mismo lugar del plano. Si el director de Valhalla Rising estiliza su trabajo alentado por la durísima concepción geométrica de cada encuadre, no será menos llamativo como su músico de cabecera deduce esa inquebrantable mirada estética en función de consolidarla y alimentarla.
Escucha la banda sonora
En el conjunto del soundtrack se observan, directa o indirectamente, homenajes o tendencias con respecto a la música progresiva de bandas que han colaborado ocasionalmente para el cine, como Tangerine Dream, Goblin, o TinderTicks. El compositor neoyorquino juega con esa misma variación despertando el lado terrorífico y sanguino del relato distorsionando ambientes y dando rienda suelta a su pasión por el rock, o el minimalismo.
Sobre esta premisa nos gustaría detenernos para analizar el apego que manifiestan los encuadres del cine de Refn por las figuras geometrizadas en el plano. La rigidez de una imagen que delega capacidad de desplazamiento mostrando a los objetos en perfecta colocación simétrica. En The neon demon se buscan rasgos esencialmente triangulares encuadrando a los actores, de dos o tres en un lado, con casi siempre otro sujeto en punta. De tal guisa notamos esa persistente mirada de cazadores hacia su presa, de animales depredadores acechando. Son trazos dilatados pero de composición cadavérica, en los cuales duerme la principal crítica o reflexión de la película. Porque pese a hallarnos ante un nuevo ejemplo de cine de la imagen la base de la que nace The neon demon es muchísimo más asequible que su anterior filme, Solo Dios perdona, siendo ahora el estímulo de genero el que prevalece por encima de lo encriptado u oculto. Una obra principalmente acerca de los estados caníbales del modelaje y el lobby de la publicidad, conducida (sin pudor alguno) a través de los tropos del cine de terror en paralelo a las psicodélicas líneas musicales del teclado de Cliff Martínez. El leitmotiv, el tema de “Neon Demon”, utilizado como referente, es el corte más pegadizo, y por tanto, la única guía emocional de un trabajo que favorece el gusto del compositor por la experimentación en ritmos y samples. El director cede en este caso mayor grado de libertad al músico no interfiriendo tanto con temas preexistentes como si hacía, por ejemplo, en Drive o Solo Dios perdona. En el conjunto del soundtrack se observan, directa o indirectamente, homenajes o tendencias con respecto a la música progresiva de bandas que han colaborado ocasionalmente para el cine, como Tangerine Dream, Goblin, o TinderTicks. El compositor neoyorquino juega con esa misma variación despertando el lado terrorífico y sanguino del relato distorsionando ambientes y dando rienda suelta a su pasión por el rock, o el minimalismo. No sería del todo casualidad que, como antes mencionábamos, muchas de las imágenes o sensaciones estuvieran cogidas de dispersos resortes del miedo como el “giallo” (saturación del color, gore, angulares), o sobre todo Trouble Every Day de Claire Denis (mundo caníbal, la carne, lo industrial). Se trata, en definitiva, de un totum revolutum poblado de tendencias carnavalescas de las que sacar partido, afines todas, por medio del diseño sonoro. En suma, lo que escribe Martínez es una música intermitente, pulsional, recogida puntualmente en significativos silencios. Porque hasta en lo temporal resulta complicado datar la música en una fecha o época determinada (certificando el aire sutil de la partitura). Los diferentes climas sonoros de la cinta vehiculan entre lo setentero y lo contemporáneo. Los cortes “Don´t Forget Me When You´re Famous”, y “What Are You” resumen bastante a la perfección lo onírico, el suspenso (uso de la cámara lenta, artificio de vídeo clip), de sus fines más balsámicos, mientras que pistas, de más recorrido, como la notable “Runway”, o especialmente “Kinky”, potencian la naturaleza macabra de la historia.
Tracklist
01. Neon Demon
02. Mine – Sweet Tempest
03. The Demon Dance – Julian Winding
04. What Are You?
05. Don’t Forget Me When You’re Famous
06. Gold Paint Shoot
07. Take Off Your Shoes
08. Ruby At The Morgue
09. Jesse Sneaks Into Her Room
10. Real Lolita Rides Again
11. Messenger Walks Among Us
12. Runway
13. Take Her To Measurements
14. Who Wants Sour Milk
15. I Would Never Say You’re Fat
16. Thank God You’re Awake Remix
17. Kinky
18. Ruby’s Close Up
19. Lipstick Drawing
20. Something’s In My Room
21. Are We Having A Party
22. Get Her Out Of Me
23. Waving Goodbye – Sia