El recorrido de los grandes autores nunca termina. Y el de Julieta, la última película de Pedro Almodóvar, acaba de comenzar. Lo hace, incluso, tras haber sido estrenada en la cartelera española, presentada en la sección oficial de Cannes –donde se fue de vacío— y proyectada en algunos de los certámenes más importantes del mundo como Karlovy Vary, Telluride o Nueva York. Justamente en la “capital mundial” Almodóvar sigue siendo protagonista con una exposición en el MOMA dedicada a su dilatada carrera. Una puerta perfecta a esa dimensión llamada temporada de premios, donde el último trabajo del director manchego, esperemos, será gran protagonista. Julieta quiere el Óscar foráneo. No lo tendrá fácil con la oposición de Maren Ade (Toni Erdmann) y Paul Verhoeven (Elle), entre otros; pero si alguien puede devolver la estatuilla dorada más preciada a España ese es Almodóvar. Antes de que comience una Oscar Race que durará cinco meses, Julieta ya está disponible en formato DVD y Blu-ray para el público español gracias a Cameo. Aprovechando su lanzamiento el pasado mes de septiembre, sorteamos tres copias en Blu-ray de la película. Para participar sigan las instrucciones:
■ O bien escriban un comentario en la publicación correspondiente de la página de Facebook de EAM indicando cuál es su película favorita de Pedro Almodóvar y compartan dicha publicación.
■ O bien hagan retweet del artículo dedicado a este concurso en Twitter.
■ Si participan en ambas redes sociales el voto vale doble.
■ El plazo de inscripción concluye el 21 de octubre. Un día después anunciaremos a los ganadores.
Ganadoras (twitter y facebook): Sandra González Prego, Marta Olivera y Alexa Woolf Mara.
Ganadoras (twitter y facebook): Sandra González Prego, Marta Olivera y Alexa Woolf Mara.
«Almodóvar ha decidido deshacerse de algunos de los soportes que han apuntalado anteriores historias para buscar otros puntos de apoyo desde los que acercarse a Julieta. El resultado es una película austera a todos los niveles formales y temáticos aun conservando el núcleo de su mirada única».
Al enfrentar estos sentimientos adustos con la viveza de los colores emerge una nueva puesta en escena de lo dramático dentro del universo del creador. Almodóvar se reivindica con Julieta como el director de la culpa y el dolor a través de una imagen invadida por la intensidad del azul del mar, por la calidez de los tonos rojizos, por la luz del sur, por los tonos pastel ochenteros, por el intenso verde de los bosques pirenaicos… Es en este contraste, que se acentúa por la depuración a la que se somete, donde se materializa el dolor de Julieta. Ella es la película: no hay tramas secundarias, todo lo que ocurre bascula alrededor del personaje. Almodóvar no se separa de ella ni un momento, focalizando como nunca hasta ahora su objetivo sobre Julieta, una mujer rota por dentro a quien, al enfrentarse a una hoja en blanco para relatar a su hija toda la verdad, la culpa que había permanecido enterrada durante algún tiempo vuelve de manera punzante cuando se activan los resortes del recuerdo; el sentimiento de pérdida vuelve a hacerse patente, la desdicha de un destino que no ha podido controlar. El filme se articula a través de elipsis y saltos temporales (como ya ocurría en Hable con ella, el trabajo previo con el que mejor emparenta su vigésima creación) que encajan perfectamente en su distribución para que el hilo de la trama no se pierda en ningún momento (el trabajo de José Salcedo es, de nuevo, impecable). Adriana Ugarte es la Julieta joven; Emma Suárez es la Julieta madura. Ambas se funden en una de las escenas más inteligentes y sencillas de su filmografía. En sus interpretaciones encontramos de nuevo ese alejamiento del exceso para construir personajes donde la sutilidad de un gesto contenido o de una mirada directa condensa dolor, rabia, soledad. Así se construyen también el resto de personajes, en especial el de Rossy de Palma, sorprendente y áspera en su papel de Marian. La cámara busca este gesto de manera clara, incesante, sin rodeos. Julieta se construye a base de planos fijos, sin florituras ni movimientos extraños o innecesarios, donde el plano-contraplano muy cerrado sobre el rostro irrumpe en el universo de Almodóvar como un zarpazo. El dolor transpira por cada uno de los poros de la imagen. En ese proceso de depuración Almodóvar toca incluso la contundencia de la tragedia sobre la que se asienta la historia. Alejado del suspense o giros inesperados, la base dramática no tiene la fuerza de otros sustratos almodovarianos (algo que se nota en algunas escenas cercanas al desenlace) porque lo importante en este caso no es lo que ocurrió, sino las consecuencias que se llevan arrastrando desde entonces. Estamos, sin duda, ante un paso necesario e importante en la carrera de un autor consagrado que pedía a gritos abrir nuevas puertas y habitar nuevos espacios para transitar nuevos caminos sin romper con todo el trecho andado. Almodóvar ha decidido deshacerse de algunos de los soportes que han apuntalado anteriores historias para buscar otros puntos de apoyo desde los que acercarse a Julieta. El resultado es una cinta austera a todos los niveles formales y temáticos aun conservando el núcleo de su mirada única. Por todo ello, esta es también su propuesta más arriesgada. | ★★★★ | Por Víctor Blanes Picó.