Los caminos hacia ninguna parte
Crónica de la primera jornada de la 49ª edición del Festival de Sitges.
En la introducción de la 49 edición del Festival de Sitges nos preguntábamos hacia dónde caminaba el festival elaborando una reflexión en base a la proyección de su programa. La conclusión fue ese espacio tan sumamente concreto y especial que conocemos como una frontera. La frontera. Sin embargo y surgiendo este texto de un sitio donde nada queda: una sala de prensa “límbica”, blanquecina y absolutamente vacía en los albores de la medianoche... flota una pregunta necesaria para empezar a constatar con hechos y no con proyecciones la dirección tomada por el Festival "¿Hacia dónde caminan sus películas?" Su respuesta: hacia ninguna parte. No debiera confundirse este tipo de caminar con andar perdido pues, aunque ambos son peregrinajes sin rumbo, en el primer caso, el camino es una necesidad vital. En cambio, en el segundo, sólo se desea hallar el final del mismo. Las fronteras no forman parte de ningún país, tampoco de ningún estado físico, emocional o vital. Se encuentran pues, exactamente, en ninguna parte. Por lo tanto, la respuesta obtenida durante el primer día puede considerarse prometedora.
The lure (Córki Dancingu, Agnieszka Smoczynska, Polonia, 2016 / Oficial Fantàstic)
¿Qué lleva a dos sirenas a abandonar el río Vístula y enrolarse en el número musical de un Night Club de la más grisácea Varsovia? ¿Y qué puede llevar a la debutante Agnieszka Smoczynska a rodar una aventura tan descarriada en formato musical? La necesidad de caminar. Hacia ninguna parte, sí. Pero caminar; y la joven directora polaca demuestra que sus pasos, aún sin rumbo, son muy firmes. Podría decirse que The Lure busca expresar en la última de sus capas el descontento imperante en la sociedad polaca, algo que ya exploró el año pasado en este mismo festival la notable Demon, donde las promesas, el matrimonio, la situación de la mujer y la calidad laboral se encuentran cimentados en lodo de río. De un río alocado donde la corriente arrasa con todo y aplana cualquier conato edificativo, llevando a los jóvenes, especialmente, a vivir de forma rápida e impulsiva, donde el género femenino tiene todas las de perder (hay una denuncia demoledora a la práctica ilegal del aborto).Y para ello se aprovecha de la amplitud del icono mitológico de la sirena, haciendo uso de la ambivalencia que refleja su concepción clásica como trágica perdición de los hombres y su definición más moderna en las que se le dota de una búsqueda imposible del amor humano (donde siempre es la sirena la que acepta y adopta su forma definitiva y nunca es el hombre el que torna en tritón). Sin embargo, su guion no consigue encauzar esta mezcla debidamente, viéndose desbordado a los pocos meandros. No era fácil. Pero es ahí cuando sale a flote la pericia de Smoczynska y su equipo técnico, amén del acertado conjunto actoral, creando una cinta que explora varios estilos visuales en sus efectivos números musicales; sabe aprovechar sus efectos especiales y experimenta decididamente con el sonido y el enfoque. Puede que a The Lure le falte consistencia en su rumbo para hacer pesar su potencial narrativo y político-social y no quedarse varada en tierra de nadie, pero a Agnieszka Smoczynska le sobra valentía a la hora de echarse a andar. Habrá que estar muy atentos a sus próximos pasos. [50/100]
The whispering star (Hiso hiso boshi, ひそひそ星, Sion Sono, Japón, 2015 / Noves Visions-Especials)
Un futuro distópico distante varado en su pasado. Ciencia ficción. Blanco. Negro. Un androide se dedica a entregar paquetes a los distintos humanos que aun habitan el cosmos. Sion Sono a los mandos de todo esto. Una nave con el estilo de una casa tradicional japonesa surca un universo pintado de estrellas pero tejido de recuerdos y ecos, recuerdos de ecos y ecos de recuerdos. Maravillosos juegos de lentes, luces y sonidos crean mundos fantasmagóricos habitados por el fantasma de lo ocurrido el 11 de marzo de 2011 en Fukushima, Japón. Los mares callan. La entrega de paquetes no cesa. Los días pasan en una sempiterna rutina. Lunes, martes, miércoles... todos duran lo mismo, 24 horas, pero hay días que se hacen muy cortos y días que se hacen muy largos. La relatividad en la percepción del tiempo hace acto de presencia. Pantalla en negro, la película termina. Una de las mayores reflexiones sobre el recuerdo de la historia del cine ha teñido lugar. Queda la duda de si, como los haikus, a menor extensión, mayor impacto. Pero, también, The Whispering Star dice y es mucho más de lo que parece a primera vista. Como los haikus. [75/100]
The sion sono (Jônetsu tairiku Presents Sono Shion to iu ikimono, 園子温という生きもの, Arata Oshima, Japón, 2016 / Noves Visions-Especials)
Durante los primeros quince minutos del documental queda totalmente definido Sion Sono como artista. Él mismo lo hace mediante un monólogo mientras pinta uno de sus cuadros. Cuadros eternos sobre los que retoma la pintura tiempo después según dictamine la vida. El objetivo final de un documental genérico de noventa minutos bien estructurados lo habría resuelto Arata Oshima en un cuarto de hora. Pero no puede existir un documental genérico y convencional sobre Sion Sono. Es entonces, una vez definida la relación vital y artística de Sono, cuando documental y protagonista no dejan de crecer. Arata, hijo y alumno aventajado de su padre Nagisa, se enfrenta a Sono como si éste fuese uno de sus propios cuadros sobre los que con el tiempo vuelve a pintar de forma peligrosa e incendiaria. Así, The Sion Sono se presenta como una obra muy interesante en lo formal que realiza diversos acercamientos a un tiempo cronológicamente alterado y donde cada uno de esos acercamientos no tiene la intención necesaria de embellecer el cuadro, quedando un complejo retrato del director nipón con sus luces y sus pasajes sucios y llenos de sombras. En resumen, un documental totalmente a la altura en fondo y forma de su protagonista. Un Sion Sono al que es imposible no cogerle cariño pese a él mismo. Una persona que anduvo perdida y sin rumbo hasta que el cine le adoptó y empezó a caminar hacia ninguna parte. Un cineasta que, 39 películas después, sigue explorando nuevas calles y avenidas aunque no sepa ir ni a comprar el pan lejos de una pantalla. Alguien lo hará por él, que para eso es el director. [65/100]