Religión y vida
Crónica de la cuarta jornada de la 73ª edición de la Mostra de Venecia.
Dos curas nos han recibido hoy, de buena mañana, con mano de hierro en la Mostra. Uno, dispuesto a todo por mantener el poder a buen recaudo; otro, a matar a quien se le ponga por delante para conseguir a la mujer que ama, su propia hija. Ninguna de las dos propuestas ofrece un retrato imparcial de la religión aunque su tratamiento sí dista mucho entre ellas. Por un lado, tenemos The Young Pope, la nueva producción de Paolo Sorrentino para televisión en coproducción con Mediapro y HBO de un total de diez episodios, de los que se han proyectado en Venecia dos; por otro, Brimstone (50/100), la octava película del neerlandés Martin Koolhoven que ha desconcertado a la platea con su entrega sin miramientos al maniqueísmo vengativo y nada disimulado personificado en el antagonista del relato. Este, un religioso interpretado con grimosa entrega por Guy Pearce, es el elemento más visceral de un guion levantado sobre las acciones misóginas del personaje buscando, por encima de todo, el aplauso final de un público abierto a la retribución que la víctima bien merece. Ella, una recuperada Dakota Fanning, es la fugitiva que debe hacerle frente y es el foco narrativo de una estructura que va de adelante hacia atrás a lo largo de cuatro capítulos que empiezan en el penúltimo acto; continúa con dos dedicados a su juventud y la génesis del odio, para terminar con el necesario epílogo que decida el destino de una vez por todas. Tal es la exageración propuesta por este western, que su violenta honestidad, provocadora de aplausos y gritos del respetable, es más propia de una muestra menor de cine de género.
En el anverso del rol encarnado por Pearce, Jude Law daba una réplica altiva y mefistofélica en la prometedora nueva serie de Sorrentino, un abordaje al estricto mundo del Vaticano que, mediante el estilo elegante y solemne del italiano, a través de hipnóticos parajes musicales que contextualizan un ambiente tan pronto lúgubre como estático, nos sorprende con una escritura donde prima la ironía de un humor inesperado. En esta coyuntura en la que estatuas y religiosos se confunden en su quietud, el nuevo Papa, Pío XIII, concentra una actitud que confunde a sus ayudantes, quienes le menosprecian por ser el pupilo de un conservador que, no se sabe cómo, ha conseguido la mayoría de votos del Cónclave, elemento primordial del Gobierno del Vaticano ya que centraliza las figuras de influencia más importantes y es, por tanto, la razón de los juegos de poder que unos y otros establecen. Así, y a pesar de que la contemplación llena de belleza sigue presente en el sello Sorrentino, The Young Pope (80/100) sabe equilibrar el esteticismo con un guion afilado donde el manejo de hilos políticos entre personajes bien podría compararse a las idas y venidas de una corte fantástico-medieval salida de los Siete Reinos. La promesa que dejó en el aire al terminar ha levantado expectación ante su posible evolución. Una grata sorpresa que se desvelará por completo este otoño.
The young pope, serie de Paolo Sorrentino para HBO |
The Young Pope sabe equilibrar el esteticismo con un guion afilado donde el manejo de hilos políticos entre personajes bien podría compararse a las idas y venidas de una corte fantástico-medieval salida de los Siete Reinos.
Sorrentino ha dejado huella, sí, pero Spira Mirabilis (60/100) de Massimo D’Anolfi y Martina Parenti, nuestra última etapa del día, tampoco ha dejado indiferente. Se trata de una de esas divagaciones visuales en las que un documentalista registra, mediante un montaje algo azaroso, un concepto abstracto acerca del ser humano y su implicación con la naturaleza, utilizando solo imágenes; dejando que la música hable por él y sugeriendo al espectador revelaciones y digresiones de libre interpretación. Es una tipología de documental muy asidua en festivales, cercana al experimento de Denis Côté Joy of Man’s Desiring, donde máquinas de procesado y sus trabajadores eran filmados en sus rutinas sin más motivo que una reflexión liberada de cualquier ideología. Lo mismo es aplicable en este caso en el que, con la excusa de la conocida espiral maravillosa, bautizada así por el matemático Jakob Bernoulli, se hace un registro en el que se aúnan ideas diferentes, y en realidad tan indisolubles, como el nacimiento, la muerte, la música, el mar, la infancia o el arte, y, entremedias, nuestra relación con cada uno de estos elementos unificados aquí por tres seguimientos concretos: el de la manufactura de un tambor de hojalata con su perfecta forma circular y sus sonidos como presencia constante; el pulido y la perfección de angelicales rostros de yeso en un taller de restauración; y la observación minuciosa de un científico de una microscópica medusa con el don de la inmortalidad. Justo esta criatura y su virtud aún inexplicable para la ciencia es lo que unifica el conjunto de conceptos que plasma Spira Mirabilis, y lo hace con un nivel de ambición que a veces se asemeja al que un Terrence Malick menos emocional y más analítico le imbuiría a su obra. En este caso, el ensimismamiento es desmedido y, en ocasiones, resulta reiterativo. Con todo ello, la potencia de su iconografía logra un hueco en nuestra memoria. El tiempo dirá si de forma permanente.
Gonzalo Hernández Espinosa
© Revista EAM / 73ª Mostra de Venecia