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    Cine Alemán Siglo XXI

    Mostra de Venecia 2016 (IX) | Críticas: The woman who left / Questi giorni / Liberami / On the milky road / À Jamais

    Lav Diaz

    Entre fábulas y exorcistas

    Crónica de la novena y décima jornada de la 73ª edición de la Mostra de Venecia.

    Hablemos del nuevo cine italiano que se está presentando en la sección oficial de la Mostra. De las tres representantes, dos glorifican al embarazo adolescente, otro a la autocompasión del hombre y su miedo al compromiso y todas están, en general, bastante obsesionadas con el sexo. Una es una comedia bien intencionada, otra pretende ser irreverente y la que se ha presentado hoy buscaba ser un coming of age que dibuja el final de la etapa universitaria. Todas han sido recibidas con más frialdad que acogimiento, y Questi Giorni de Giuseppe Piccioni (30/100) ha sido probablemente la más cuestionada. ¿La razón? Es una película que describe con mucha inconsciencia y muy poca psicología los temores de la juventud, y evita algunos temas que trata con un hipócrita conservadurismo disfrazado de modernidad. Seguimos a cuatro universitarias a punto de graduarse: una de ellas con cáncer, otra embarazada, otra lesbiana y otra con un novio al que desprecia. Ninguna está segura de lo que quiere y, para solucionarlo, optan por tomarse sus últimas vacaciones en Belgrado, donde una de ellas planea asentarse definitivamente. Dejando atrás tesis y futuras responsabilidades maternas, es inevitable que se produzca el choque en el grupo y ahí es donde surge el punto de inflexión donde cada una se cuestionará a sí misma. En la teoría está todo dicho, el problema es la antipática impostura (eterna teen) de la que estas chiquillas no parecen querer librarse y lo que debería ser un relato cismático sobre el compromiso que porta la independencia acaba convirtiéndose en un retrato sobre la autoestima con sus personajes mirando directamente a cámara mientras sonríen mientras resuenan violines. Poco después hemos podido resarcirnos con el segundo pase abierto al público de Liberami (65/100) de Federica Di Giacomo, un desmenuzamiento de los rituales de exorcismo de un pequeño pueblo italiano donde el único y afamado cura de la zona realiza servicios para luchar contra la posesión; en misas de grupo, sesiones individuales o, incluso, telefónicas. El documental comienza con una práctica, sigue presentando la iglesia y sus acólitos y, al final, escoge a tres poseídos a los que el clérigo observará a lo largo de poco más de una hora. A Di Giacomo le interesa especialmente la dinámica de ese lugar donde parece que es fácil sugestionarse. El resultado es una estampa valleinclanesca algo escuálida pero sí muy interesante.

    Llegamos a la cita más importante, la que decidirá si el día de hoy ha valido o no la pena, el temido pase de Lav Diaz con su último largometraje: The Woman Who Left (70/100) y sus casi cuatro horas de metraje. Premiere con dos sesiones, una a las 19:45 y otra a las 21:00, con recepciones polarizadas puede que influidas por la tardía programación que ha tenido en la Mostra. Famoso es ya el estreno en la Berlinale de ocho horas de A Lullaby to the Sorrowful Mistery, donde llevó al límite la paciencia de propios y ajenos con una obra difícilmente igualable. En comparación, este último trabajo es casi un aperitivo. Una narración mucho más ligera y continuista en torno a la venganza de una mujer que va espiando a su víctima noche tras noche, convirtiéndose en guardiana nocturna de calles desiertas donde los únicos rastros de vida son las voces de un vendedor ambulante y los bailes silenciosos e irreverentes de una prostituta travesti llegada de Japón. Diaz, observador nato, no necesita más que su cámara y un punto fijo para que, poco a poco, los personajes vayan estableciendo contacto, acercándose más con cada noche que pasa, revelando sus motivaciones en gestos y miradas mínimas. Diaz es alguien al que le gusta tomarse su tiempo para desplegar el detalle, para dejar que se exprese y respire sin encerrarlo en un plano asfixiado por el montaje. Diaz pide al espectador que se pierda en la imagen, que respire la atmósfera de esas calles húmedas y silenciosas, rotas eventualmente por los gritos o la lluvia. Pese a su duración (y regodeo), ningún plano dura más de lo necesario. Pasada la segunda mitad, y con la aparición más activa de la prostituta, el desarrollo gana enteros y es entonces cuando The Woman Who Left manifiesta sus momentos más hermosos y en una única escena es capaz de despertar el aplauso improvisado de un público atontado con la sensibilidad con la que Diaz ha reutilizado un tema del musical West Side Story como nadie podría haberlo hecho. Es la secuencia que contiene parte del corazón de la película, toda una elegía a los seres olvidados de la sociedad filipina. Excelente broche final al jueves de una Mostra que ve cercana su final.

    Dos películas nos esperaban al día siguiente como cierre de Venezia 73. Por un lado, Benoit Jacquot fuera de concurso con una adaptación de Don Delillo, y, por otro, Emir Kusturica en la Sección Oficial con su vuelta a la ficción tras un documental dedicado a Maradona, un filme colaborativo y casi nueve años desde su último largo de ficción, Prométeme. On the Milky Road (60/100) constituía un retorno importante para el cineasta y se ha saldado con una de cal y otra de arena. El filme alcanza ese tono festivo y tragicómico que siempre ha sido parte de su carácter y lo lleva a cotas muy altas en una primera parte que es un torrente onírico, veloz y muy dinámico en el que una granja asediada por las guerrillas y los bombardeos es plasmada entre el idilio y el terror, entre la banalidad y el sueño en atmósferas tan contradictorias como las que en su día plasmó Terry Gilliam en esa distopía maravillosa que es Brazil, donde bombas estallando en restaurantes de lujo no suponían impedimento para la gélida indiferencia de esas clases altas encerradas en su burbuja. Lo que ofrece el cineasta serbio está lejos de ese género pero su tono es muy parecido, un sueño lúcido donde los patos se bañan en sangre de cerdo, las serpientes beben leche, las águilas pueden bailar y el mecanismo de un reloj puede aplastarte la cara. Lo que empieza como un juego, Kusturica lo convierte en un cuento de hadas con su simbolismo disimulado bajo capas de realismo mágico. Tenemos a la princesa (la guapísima Monica Bellucci) secuestrada por un malvado tuerto; al príncipe (el propio Kusturica) y su bravo corcel aquí convertido en burro; e incluso el enfrentamiento con la bestia (la serpiente) y la necesaria huida con la dama dejando atrás las oscuras tierras del ser malvado. Las concesiones poéticas van en aumento, cayendo a veces en la autoparodia estilística. Con ello, y gracias a su dinamismo, Kusturica deja un buen sabor de boca. Deseamos que sea el comienzo de una etapa más fructífera en su carrera.

    Y llegamos al final. La Mostra finaliza y Benoit Jacquot es el encargado de cerrarla para muchos de nosotros. Adaptar a DeLillo (que se lo digan a Cronenberg con Cosmópolis) es tarea compleja, y requiere de una inteligencia psicológica muy concreta para transmitir las ideas con eficacia. Es jugársela a un todo o nada y es justo lo que le ha ocurrido a Jacquot con À Jamais (55/100). The Body Artist (título original del libro) es una historia plagada de dobles identidades, de espejos, de mímesis y, por tanto, de un potente estudio interior de personajes. Enclaustrados en un espacio cerrado, nos presenta a una joven intérprete corporal emparejada con un actor de renombre que, tras fallecer en un accidente en moto, aparece ante su pareja en la casa en la que solían vivir. El fantasma de la ausencia se convierte en el único eje claro de un discurso tan hermético como imposible de escudriñar. La joven, decidida a aislarse del mundo, mantendrá conversaciones con este espectro que, tan pronto adopta la forma de su pareja como la de ella misma, mientras recita frases que uno y otro dijeron en vida. No parece haber razonamiento lógico y emocional más allá de la añoranza. Dejando a un lado la fuente original, está claro que Jacquot fracasa en la narración. ¿La angustia de la ausencia? ¿Mantener vivo un recuerdo a través de la mímesis del ausente? Todo son teorías lanzadas al aire, sin asidero al que aferrarse. El espectador termina en la más completa oscuridad, confundido y con la sensación de que, a pesar del intento, se le ha dejado fuera de la sala durante todo el metraje.


    Gonzalo Hernández Espinosa
    © Revista EAM / 73ª Mostra de Venecia


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