Tal y como cabía esperar, la Academia ha optado por Julieta como representante española en la 89ª edición de los Premios Óscar, lo que supone la primera candidatura de Pedro Almodóvar desde Volver (2006) —producción no nominada, sí su actriz principal, Penélope Cruz—, así como la sexta de su fructífera carrera. Seleccionado también por Tacones lejanos (1991) y La flor de mi secreto (1995), nominado por Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), y oscarizado por Todo sobre mi madre (1999), el realizador manchego iguala así el récord de José Luis Garci en lo que a cintas enviadas a Hollywood se refiere (con seis) y bien podría granjear a España su primera nominación en más de una década (recordemos que nuestra última participación se saldó con estatuilla para la excelente Mar adentro (2004) de Alejandro Amenábar). Aplaudida por algunos como el regreso del mejor Almodóvar pero tachada por otros como su obra menos personal, Julieta se convierte, así, en su primera incursión en los Óscar desde su reconciliación con la Academia hace apenas un quinquenio, lo cual puede interpretarse como un pequeño ajuste de cuentas. De todos modos, jamás olvidaremos el craso error que supuso enviar en 2002 Los lunes al sol de Fernando León de Aranoa en lugar de Hable con ella, cinta que llamó la atención de Hollywood hasta el punto de arrebatar al mismísimo Peter Jackson (El señor de los anillos: Las dos torres) la candidatura a mejor dirección y convertirse en la primera (y única hasta la fecha) producción en lengua hispana en ver reconocido su guion.
Mucho se ha comentado y se comentará que la elección de Julieta se debe más al reconocimiento internacional de Almodóvar que a méritos propios, pero lo cierto es que pocos largometrajes dejaron Cannes con críticas tan favorables. Y es que, como suele suceder al cineasta, la recepción de su último filme ha sido más positiva fuera de nuestras fronteras que dentro de ellas. Preferencias aparte, Julieta es un notable melodrama mimadamente escrito, ambientado e interpretado que fusiona el exotismo patrio con la narrativa cinematográfica más universal. Sí, es una lástima apartar de la carrera a La novia, sorprendente segundo trabajo de Paula Ortiz, pero las posibilidades de una producción ignorada tanto por los premios españoles como por los iberoamericanos y europeos no parecían demasiado altas más allá del interés despertado por Lorca en el 80 aniversario de su muerte. A fin de cuentas, las principales (y durísimas) críticas recibidas por el pasional filme se enzarzan precisamente con su aparatosa estética, un elemento perfecto para colarse en la categoría principal de los Óscar pero inapropiado para luchar por el que suele ser el reconocimiento más minimalista de la ceremonia. Todo lo contrario que El olivo, una joyita reivindicable (que Anna del Castillo se haga con el Goya a mejor actriz revelación debería ser reconocimiento más que suficiente) pero a todas luces demasiado humilde para vérselas con contrincantes de la talla de Toni Erdmann de Maren Ade. Es verdad que la última vez que nuestro país pasó la primera criba de cara al Óscar foráneo fue gracias a Icíar Bollaín, pero También la lluvia (2010) era una obra bastante más redonda y ambiciosa. Todo indica, por tanto, que Julieta era y es nuestro caballo ganador, al margen de que las incógnitas que rodean siempre a este premio vuelvan difícil predecir si será o no finalmente elegida al otro lado del Atlántico. A finales de octubre se completará el largo —y siempre interesante— listado de filmes preseleccionados, pero habremos de esperar al 17 de enero de 2017 para conocer a los nueve semifinalistas. España ya ha jugado sus cartas: la suerte está echada.