Esclavos del pasado
crítica de Los hombres libres de Jones (Free State of Jones, Gary Ross, 2016).
El año pasado la ausencia de nominados negros en los Óscar levantó una encendida controversia, apodada OscarsSoWhite (que todavía tiene recorrido en Twitter), reclamando tras ello una mayor atención hacia las interpretaciones por parte de actores de color y mayores oportunidades para que los mismos pudieran tener visibilidad. Este año la respuesta de la industria ha sido el de sacar adelante numerosos proyectos que, en mayor o menor medida, giran en torno a temas raciales, aunque lo cierto es que, por su propia fecha de realización, estas películas ya estaban en marcha antes de que estallara el debate. Así pues, su llegada obedece más a una afortunada coincidencia que a una corrección ética. En cualquier caso no hay duda de que esta temporada van a ser protagonistas este tipo de cintas, remontándonos al triunfo en Sundance de El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, Nate Parker), oportuna revisión histórica de la mano de la historia real de un esclavo negro rebelde, que sin embargo ha caído ahora en desgracia por las acusaciones de violación de su director. Luego en Cannes se estrenaría Loving (Jeff Nichols), filme esta vez sin ningún tipo de polémica, aunque también debido a su tibieza inherente, decepcionando un tanto a los que esperábamos un enfoque más pasional del conocido caso del matrimonio interracial de los Loving en la Virginia de los años 50. Y ahora en Toronto se ha presentado entre otras Moonlight (Barry Jenkins), que es de lejos la que mejor acogida ha tenido, y se anuncia como gran candidata a los premios de la Academia, aunque el conservadurismo de sus miembros pueda ser un obstáculo para afrontar este relato de un joven negro homosexual. Estas tres no son las únicas producciones en esta línea que han culminado en 2016: cabe citar asimismo A United Kingdom (Amma Asante), Hidden Figures (Theodore Melfi) o en especial Fences (Denzel Washington), pendiente de estreno en Navidad y que igualmente debería llegar lejos en la carrera hacia la estatuilla dorada.
Con todo, la que primero ha llegado a la cartelera norteamericana, y a la nuestra lo hará este viernes, es Los hombres libres de Jones (Free State of Jones), recuento asimismo verídico de unos desertores del Ejército Confederado durante la Guerra de Secesión, que decidieron montar un estado propio en el condado de Jones, al margen de las reglas impuestas por los jefes militares y la tradición de su tierra. En este sentido, liderados por el soldado y granjero Newton Knight (Matthew McConaughey), estos hombres renacidos contarían entre sus filas con numerosos esclavos emancipados, entre ellos un tal Moses (Mahershala Ali), muy convencido de esta nueva causa; y la antigua criada Rachel (Gugu Mbatha-Raw), con la que Knight tendría un hijo cuya descendencia marca una subtrama paralela en 1948, a tenor de las leyes de Mississippi que prohibían el matrimonio entre un blanco o blanca y alguien que tuviera un octavo de sangre negra. Esto último también está basado en hechos reales, y así Gary Ross se esfuerza por establecer la conexión entre ambos periodos mediante unos breves flashforwards, ubicados en el primer y el último tercios del filme. Entretanto se suceden las vicisitudes de los anteriores personajes, que se refugian en unos pantanos a los que no pueden acceder las tropas gobernantes, aún a costa de perder sus cultivos y sus casas incendiadas por estos últimos. Al final el conflicto frontal es inevitable, teniendo en cuenta la progresión y el desenlace de la guerra, con la derrota del Sur y el reconocimiento de la libertad de los afroamericanos. Estos acontecimientos se entremezclan a su vez con imágenes de archivo y escuetos rótulos que van hilando la evolución narrativa con los hitos históricos, demostrando que la principal inquietud del cineasta y su equipo es la de ser fiel a éstos aún sin descuidar aquella.
«Ross intenta mostrarlo todo y no omite la violencia ni el sufrimiento que se padecieron en la época retratada. Pero en realidad la resolución es contraria: nos encontramos con que las secuencias a priori más climáticas y potentes suelen resolverse con elipsis, mientras que las transiciones más superficiales se prolongan en exceso».
Por lo dicho hasta ahora esta combinación parecería muy del gusto de la Academia hollywoodiense, y sin embargo la misma no tiene ninguna posibilidad de recibir su reconocimiento. Esto se debe a que, pese a su inherente fondo dramático, su visión es demasiado impersonal, incluso podría decirse que demasiado cautelosa, ya que a estas alturas, por encima del conservadurismo al que aludíamos, se antoja necesario un mayor atrevimiento. El problema no es fácil de identificar porque Ross intenta mostrarlo todo y no omite la violencia ni el sufrimiento que se padecieron en la época retratada. Pero en realidad la resolución es contraria. En efecto, nos encontramos con que las secuencias a priori más climáticas y potentes suelen resolverse con elipsis, mientras que las transiciones más superficiales se prolongan en exceso. Ejemplos de lo primero son la quema de la casa de unos campesinos que luego serán linchados, o el trágico desenlace que sufre el mentado Moses; mientras que lo segundo se revela en esas imágenes de archivo intercaladas o en las escenas en apariencia más intrascendentes que tienen lugar en las ciénagas. Estas últimas contribuyen a la turbia caracterización de estos individuos, sobresaliendo un McConaughey entregado a las múltiples emociones que padece su personaje, y a la vez dotándolo de una admirable contención. Ahora bien, si luego los momentos más resolutivos se despachan sin mayor preocupación, la acumulación anterior pierde parte de su impacto. Este ritmo paradójico del que se resiente Los hombres libres de Jones es visible además en los antedichos saltos temporales, un recurso interesante pero algo confuso, y que al final se justifica antes como un guiño más a la historia que como ingrediente para profundizar y añadir poso a las cavilaciones del protagonista. Estas quedan un tanto difuminadas en un contexto que pesa demasiado, dibujado eso sí con la lente de Benoît Delhomme sin aspavientos y con solvencia, unida a la eficaz ambientación que proporcionan los demás departamentos artísticos. En suma estamos ante una película meritoria e instructiva, tampoco exenta de capacidad de entretenimiento, pero demasiado apegada a unos registros y unas biografías que en la propia trama, por su naturaleza subversiva, se pretenden sortear. Y es que a fin y al cabo debería tratarse de retomar una Historia indignante para trascenderla en la actualidad, antes que quedarse en su indiferente traslación. | ★★★ |
Ignacio Navarro Mejía
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos, 2016. Título original: Free State of Jones. Dirección: Gary Ross. Guion: Gary Ross (basado en la historia de Leonard Hartman). Productoras: Bluegrass Films / Larger Than Life Productions / Route One Entertainment / Vendian Entertainment. Fotografía: Benoît Delhomme. Montaje: Pamela Martin & Juliette Welfling. Música: Nicholas Britell. Diseño de producción: Philip Messina. Dirección artística: Andrew Max Cahn & Chris Craine. Decorados: Larry Dias. Vestuario: Louise Frogley. Reparto: Matthew McConaughey, Gugu Mbatha-Raw, Mahershala Ali, Keri Russell, Christopher Berry, Sean Bridgers, Jacob Lofland, Thomas Francis Murphy. Duración: 139 minutos.