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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en serie: Wallander (4ª temporada)

    Wallander

    Las últimas obsesiones de Kurt Wallander

    crítica de la cuarta temporada de Wallander.

    Dejando a un lado la primera temporada, que recibió múltiples premios y nominaciones, Wallander nunca fue un gran éxito. Su premisa era atractiva, los casos siempre interesantes, contaba con el protagonismo del varias veces nominado al Óscar Kenneth Branagh y el aval de las novelas superventas de Henning Mankell. El nivel de la producción era alto, las localizaciones suecas impresionantes y la calidad técnica innegable. Pero por la razón que sea nunca convocó audiencias masivas ni un seguimiento intenso, de ahí que pudiera tener un deliberado fin y no de la mejor manera posible. Los compromisos como director de Branagh retrasaron la decisión de rodar esta cuarta y última temporada, que finalmente se filmó entre octubre de 2014 y enero de 2015 y que no se estrenó hasta finales de año en Alemania (país coproductor). Su estreno en inglés no llegaría hasta meses después, y además en Estados Unidos se presentó con un nuevo montaje que acortaba casi diez minutos de cada episodio. Una pena que se haya despedido así, por la puerta pequeña. Al menos el adiós es uno de calidad.

    The White Lioness (4x01) – ★★

    Reino Unido, 2016. Director: Benjamin Caron. Guión: James Dormer. Reparto: Kenneth Branagh, Lemogang Tsipa, Alex Ferns, Deon Lotz, John Kani, Bonnie Henna, Tumisho Masha, Julian Koberman, Thokozile Ntshinga.

    Para ser la primera vez en cuatro años que nos encontramos con Kurt Wallander, la impresión podría ser mejor. Una de las mejores cosas de esta serie es que, siendo adaptaciones de diferentes novelas y relatos de Mankell, no daba la impresión de estar asistiendo a eso mismo, sino a la vida de un hombre que tiene como profesión el resolver casos policiales. Pero la idea de que, durante una visita a Sudáfrica para dar una conferencia, sea capaz de resolver una desaparición/asesinato y llegar a tiempo de no perderse su discurso es demasiado literaria. Tras resolver un poco el estado de su vida personal en los primeros minutos (está soltero y es un padre/abuelo presente), una carambola del destino hará que su atención se centre en la desaparición de una mujer sueca que, junto a su marido, viven en el país en labor humanitaria, educando y cuidando a los jóvenes de la zona. La novela se sitúa en 1992 y en pleno apartheid, pero el guionista James Dormer lo lleva a la actualidad, como es canon en la serie, y en medio de unas elecciones que pueden cambiar las cosas para bien en el país. Como siempre, nuestro protagonista se obsesiona con el caso y pone su vida en peligro, sigue las pistas y conecta los puntos con inteligencia. Lamentablemente, la fuerza de la denuncia del escritor persiste dos décadas después, y la investigación del sueco lleva a un complot para asesinar al candidato más joven y revolucionario de los partidos. Hay asuntos turbios de poder, sospechosos varios, persecuciones y tiroteos en estos 90 minutos de metraje que pasan volando, pero no se logra conjugar una sensación de trascendencia. Parece la denuncia superficial de un turista bien documentado pero ajeno a lo que pasa, que plantea las cosas en blanco y negro. La atropellada resolución de la intriga, con un clímax pedestre que recurre a lo extremo y a una elipsis para evitar entrar en las consecuencias de lo acontecido, prueba la proporción en la voluntad de entretener (más) y reflexionar (menos) de la pieza.

    Wallander

    A Lesson in Love (4x02) – ★★★★

    Reino Unido, 2016. Director: Benjamin Caron. Guión: Peter Harness. Reparto: Kenneth Branagh, Kitty Peterkin, Jeany Spark, Harry Hadden-Paton, Terrence Hardiman, Barnaby Kay, Joe Claflin, Cecile Anckarswärd, Richard McCabe, Marie Critchley, Glenn Doherty, Clive Wood, Hugh Mitchell, Thomas Coombes, Miranda Pleasence, John Lightbody, Ann Bell, Ingeborga Dapkunaite, Marlene Sidaway.

    La decisión de adaptar la última novela sobre Kurt Wallander en los dos últimos capítulos de la serie británica que debe su nombre al detective es una curiosa. Esto no es un episodio doble propiamente dicho, sino la presentación y resolución de un caso y la del caso que ocupará la última entrega, y que aquí no vamos a desvelar. Tras un primer episodio irregular y mecánico, el guionista Peter Harness se luce con esta traslación, donde brilla especialmente la interpretación de Kenneth Branagh, que tras varios años está claro que encarna al detective con todo su ser. La manera de presentar el misterio viene en esta ocasión unido inexorablemente a la salud del protagonista, que se resiente mientras debe tratar con una peligrosa banda de moteros al tratar de encontrar a la hija de una mujer, desaparecida tras la aparición del cadáver de la madre. La resolución del misterio es sencilla, una mera conexión de pistas presentada de manera muy atractiva. Engancha el paradero de la joven, su búsqueda, y los vericuetos de una investigación que incluye amenazas y que reivindica el sistema de casas de acogida, tan vilipendiado en otras series o películas. Es por tanto una hora y media cargada de sentimiento, que se mueve en la complicada línea que separa la realidad de la abstracción en cuanto a cómo percibe el protagonista su entorno. Porque tiene que resolver ese misterio que le obsesiona, ser un buen abuelo y padre político, comportarse como un amante ideal ante la sorprendente visita de Baiba Liepa –de The Dogs Of Riga (3.2)– y no perder la cabeza por darse cuenta de que puede estar siguiendo los pasos de su padre como enfermo demente. Bajo tamaña presión se desenvuelve, y así es como le afecta. Ante todo la serie es su viaje, su mente que no deja de dar vueltas a los detalles de la intriga policial y que suprime el resto de su existencia. Lo interesante de esta variación, de la trama del episodio, es que no solo su propia mente le hace dudar, sino que su vida personal está demasiado repleta como para poder caer en lo mismo de siempre. Pero resuelta la peripecia (estupendo el momento de la autoestopista), el cerebro sigue dañado, así que toca dedicarse a saber qué pasa. Y eso es lo que da pie al episodio final.

    Wallander

    The Troubled Man (4x03) – ★★★★

    Reino Unido, 2016. Director: Benjamin Caron. Guión: Peter Harness. Reparto: Kenneth Branagh, Jeany Spark, Terrence Hardiman, Boel Larsson, Ann Bell, Simon Chandler, Christopher Fairbank, Barnaby Kay, Richard McCabe, Joe Claflin, Kitty Peterkin, Harry Hadden-Paton, Garrick Hagon.

    Publicada en 2009, The Troubled Man es la última novela que el difunto Henning Mankell dedicó a su personaje estrella. Para la serie que nos ocupa, es el mejor punto de partida posible para cerrar su historia tras 11 entregas y siete años siguiendo la personalidad de Kurt Wallander. Como despedida funciona y está contaminada de esa bruma emocional de la que hablábamos en la reseña anterior, pero llama la atención lo poco que se centra el capítulo en su relación con los compañeros de trabajo, cuando eso era una gran parte de la serie en sus primeros años. De hecho, tras Kenneth Branagh el actor que ha salido en más episodios es Richard McCabe, que interpreta al agente Nyberg, y que aquí tiene apenas una escena y no vemos su despedida con el protagonista. Porque Wallander ya no está en la policía, confirmada su demencia desde el primer minuto de la entrega, pero aun así debe embarcarse en una pesquisa cuando el suegro de su hija desaparezca sin dejar rastro. Una investigación que se verá afectada irremediablemente por sus problemas para centrarse en un solo asunto, discernir lo real de lo exagerado y no abstraerse (ese oportuno momento final en la barca), sobre todo si trata de resolver una intriga cuyo núcleo de importancia se remonta a 30 años atrás, en el contexto de la Guerra Fría. La base literaria, como siempre, aportando un sustrato crítico de alto nivel –sobre la neutralidad de Suiza en el conflicto– y los cadáveres y conflictos apilándose, mientras Wallander pierde la cabeza. La investigación es compleja y sus diferentes partes un puzle, uno que se resuelve aplicando la lógica y a la vez pidiendo de la audiencia que no ponga demasiados peros a la facilidad con la que a veces se presenta la información, cuando el detective siempre parece hablar con la persona correcta para desentrañar el próximo enigma. Pero lo más interesante de la entrega es su desmoronamiento mental, y eso es decir bastante porque el caso es muy interesante. Y ahí es donde entra el talento de Branagh, su voz cautivadora, la facultad de actuar con la mirada y de perder el control (del personaje) desde una posición de riguroso control (como actor). Resuelta la intriga de manera en exceso inofensiva, el final es agridulce aunque cuadra con todo lo contado a lo largo de los años, además de marcar una evolución en la figura del obsesivo detective. Porque elige pasar sus últimos buenos años en la compañía de su hija y su nieta, y rendirse ante la evidencia de que no podrá hacer más su trabajo como querría. La melodía habitual de despedida entra por última vez, y decimos adiós al sueco felices de dejarle antes de que empeore. Wallander ha terminado.


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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