Miedos primarios nada irracionales
crítica de Nunca apagues la luz (Lights Out, David F. Sandberg, EE.UU., 2016).
Cuando, hace tres años, el sueco David F. Sandberg emprendió el rodaje de su cortometraje Lights Out (Luces fuera), sin apenas presupuesto, con un pasillo de su casa como principal escenario y su esposa Lotta Losten como protagonista, no podía imaginar que aquellos aterradores 161 segundos se convertirían en todo un fenómeno viral, con millones de reproducciones en Youtube o Vimeo. Una premisa tan simple como la de una mujer que se dispone a ir a dormir y, al apagar las luces, vislumbra una silueta que desaparece al volver a encenderlas, sirvió para que todas las miradas se volvieran hacia este realizador en ciernes que, apadrinado por el mismísimo James Wan –puntal indiscutible del terror actual gracias a sus sagas de Insidious o Expediente Warren–, ha dado el salto a Hollywood para dirigir su primer largometraje, Nunca apagues la luz (2016), una versión amplificada de la historia que le dio la popularidad y que bebe, como no podía ser de otro modo, de aquellos éxitos del productor James Wan. La mayor incógnita a la que nos enfrentamos es la de si habrá estado Sandberg a la altura de las expectativas creadas, revelándose como nuevo soplo de aire fresco en el género o, si por el contrario, su película delate su falta de experiencia o auténtico genio, haciendo que nos replanteemos si la seminal Lights Out ya había sido un logro sobrevalorado. El resultado final se ha situado, por desgracia, en un tibio y descorazonador término medio entre ambas afirmaciones.
La cinta comienza de manera potente, remitiéndonos a lo visto en el corto –cameo de la propia Lotta Losten incluido–, con una aparición fantasmal que se cobra su primera víctima en el interior de una fábrica textil. Una vez más, se potencia ese miedo irracional a la oscuridad que la mayoría de las personas hemos padecido en algún momento de nuestras vidas, ofreciendo una nueva amenaza cinematográfica que se alimenta de la debilidad anímica de la gente y que cobra mayor fuerza durante la noche o en los lugares desprovistos de luz. Esta idea argumental fue la que le otorgó toda la efectividad al corto de 2013 y es la que, en sus espeluznantes primeros cinco minutos, consigue erigirse como lo mejor de su largometraje homónimo, ya que lo que viene a continuación es un espectáculo de terror de manual, que poco arriesga desde su convencional historia o una puesta en escena tan funcional como rutinaria. El guion de Eric Heisserer y Sandberg opta por asentar la historia sobre una familia tocada por la tragedia y los trastornos psicológicos, con una madre bastante desequilibrada (ha pasado tiempo en un hospital psiquiátrico) que parece comunicarse con un ente invisible que convive con ella bajo el mismo techo, despertando los miedos de su pequeño hijo y haciendo que la medio hermana del niño tenga que tomar cartas en el asunto, años después de haber escapado del hogar por circunstancias similares. Esta trama familiar no carece de interés, reflejando con cierta garra dramática las dificultades de una mujer sobrepasada por las circunstancias y hundida en una depresión, que no tiene fuerzas para tratar de reconstruir su desestructurado hogar, y, para colmo, tiene que lidiar con una presencia maligna que se ha instalado en su vida con intención de quedarse. El problema es que maternidad y locura son dos temas que se han combinado (con resultados desiguales) en otras propuestas recientes como Mamá (Andrés Muschietti, 2013) o Babadook (Jennifer Kent, 2014), algo que le resta originalidad a esta Nunca apagues a luz que, en demasiados intervalos, nos traslada directamente a estas.
«Nunca apagues la luz es una cinta de terror cumplidora, tan entretenida como concisa (Sandberg no se alarga más allá de los 75 minutos, algo que se agradece), que, si bien palidece en comparación con los virgueros pasajes del terror diseñados por James Wan, se mueve con comodidad dentro de unos parámetros de serie B».
Dos películas diferentes parecen convivir en la misma cinta, un sólido drama familiar –las solventes interpretaciones de las dos actrices protagonistas, Teresa Palmer y, sobre todo, una inquietante Maria Bello en el papel de matriarca, contribuyen con contundecia a que la parte humana importe mucho, con unos personajes con más aristas de lo acostumbrado–, que abarca las complicadas relaciones entre padres e hijos, la huida del nido familiar y el sentimiento de abandono; y otra de terror, que, pese a que debería ser la más elaborada, acaba sorprendiendo por su falta de ingenio. Los guionistas han elaborado una mitología demasiado pobre alrededor de Diana, ese alma en pena atormenta a los protagonistas y que tendría ilustres referentes en espectros vengativos más ilustres como los de las películas de Guillermo del Toro o los que han llenado horas de celuloide en muestras de J-Horror como The Ring (Hideo Nakata, 1998) o Dos hermanas (Kin Jee-woon, 2003). Sus apariciones en pantalla son escasas y, salvo algunos instantes puntuales logrados, como el agresivo ataque al novio del personaje de Palmer, estas escenas carecen del suficiente impacto e inventiva visual, a la vez que caen en todos los lugares comunes del género habidos y por haber (sótanos tenebrosos, luces paradeantes, pomos de las puertas que amenazan con girarse "solos"). Ésto, además de restarle personalidad al producto, solo consigue que el espectador más curtido en este tipo de filmes se adelante a cada sobresalto facilón o giro de guion que se ve venir desde el minuto uno. De todos modos, Nunca apagues la luz es una cinta de terror cumplidora, tan entretenida como concisa (Sandberg no se alarga más allá de los 75 minutos, algo que se agradece), que, si bien palidece en comparación con los virgueros pasajes del terror diseñados por James Wan, se mueve con comodidad dentro de unos parámetros de serie B propios de títulos con peor prensa (pero apreciados por los aficionados) como En la oscuridad (Jonathan Liebesman, 2003) o Boogeyman (Stephen T. Kay, 2005). Con un presupuesto de 5 millones de dólares, lleva 100 millones de la misma moneda recaudados en todo el mundo, por lo que será más que probable que volvamos a tener a Diana en una secuela de la que, esperemos, su director (ahora al frente de Annabelle 2) sepa sacar más jugo. | ★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2016. Título original: Lights Out. Director: David F. Sandberg. Guion: David F. Sandberg, Eric Heisserer. Productores: Lawrence Grey, James Wan, Eric Heisserer. Productoras: Grey Matter Productions / New Line Cinema. Fotografía: Marc Spicer. Música: Benjamin Wallfisch. Montaje: Michel Aller, Kirk M. Morri. Dirección artística: Shannon Kemp. Reparto: Teresa Palmer, Maria Bello, Gabriel Bateman, Alexander DiPersia, Andi Osho, Billy Burke, Lotta Losten.