Emociones controladas
crítica de Equals (Equals, Drake Doremus, EE. UU, 2015).
Las distopías futuristas en el cine siempre han ejercido una extraña fascinación sobre los amantes de la ciencia ficción, en buena parte porque, desde sus sombríos argumentos –algunos tan cercanos que provocan escalofríos–, desentierran ese miedo soterrado que el ser humano esconde ante la incertidumbre de hasta donde es capaz de llegar una sociedad cada vez más deshumanizada y dependiente de los avances de la ciencia y la tecnología. En la mayoría de estas historias, el precio que hay que pagar para disfrutar de un modo de vida aparentemente idílico y generoso en comodidades, puede llegar a ser demasiado alto. Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966), basada en la obra de Ray Bradbury, ya nos presentaba una sociedad futura en la que los conocimientos concentrados en los libros eran perseguidos por el fuego de los bomberos, convirtiendo a los ciudadanos en seres desprovistos de información o curiosidad. Otros filmes que han jugado en esta línea fabuladora, con mayor o menor acierto, serían La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976) –los habitantes de una megalópolis gozando sin medida de los placeres de la vida hasta los 30 años, edad en la que deben morir de forma "voluntaria"–, Gattaca (Andrew Niccol, 1997) –con los niños del futuro solo concebidos in vitro y a través de técnicas de manipulación genética–, o La isla (Michael Bay, 2005) –una sociedad paralela habitada por clones al servicio de las egoístas necesidades de los más favorecidos–. Drake Doremus, realizador de dos sensaciones del último cine indie norteamericano como fueron Like Crazy (2011) y Breathe In (2013) –títulos que lanzaron al estrellato a la ya consolidadísima Felicity Jones–, se apunta con su nueva propuesta, Equals (2015), a este apasionante subgénero.
En esta ocasión tenemos un planteamiento que, sobre el papel, recuerda mucho al de la inédita en España (y convertida en objeto de culto) Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002), en la que un régimen totalitario que ha conseguido erradicar la guerra de la sociedad "gracias" a una droga que sus habitantes deben tomar con el fin de mitigar sus emociones, si no quieren ser castigados con la muerte por unos gobernantes que, además, prohíben el contacto con libros, música o arte en general. La mayor diferencia de Equals radica en que el guion de Nathan Parker –Moon (Duncan Jones, 2009)– realiza un enfoque mucho más intimista, huyendo del espectáculo de acción que fue la cinta de Wimmer para centrarse más en los conflictos internos de sus personajes. La película de Doremus muestra una sociedad en la que, años después de una devastadora Tercera Gran Guerra, las emociones han conseguido ser erradicadas de las personas, convirtiéndolas en eficientes y productivas piezas de un engranaje denominado "El Colectivo". Como si de robots se tratasen, los ciudadanos se ven sometidos, sin pestañear, a una metódica rutina de trabajo, escaso margen para tener vida social y, por supuesto, una ausencia total de atracción romántica o sexual hacia el prójimo. Sin embargo, se comienzan a dar casos de "infectados de SOS", personas que comienzan a sentir y a revelarse contra las reglas establecidas. Unos síntomas que, pese a que pueden ser medianamente contenidos con medicación, llevan de manera inexorable al enfermo a una profunda depresión que, en la mayoría de los casos, desemboca en suicidio. El ilustrador Silas (Nicholas Hoult) padece SOS, estado que es conocido por un entorno laboral que le acepta con esa actitud tan hipócrita como aparentemente cordial, característica de una sociedad carente de empatía o emociones. Nia (Kristen Stewart), una de sus compañeras, sufre en secreto el mismo despertar, pero en un estado aún más avanzado. Cuando el amor surge entre ellos, se verán obligados a ocultar al mundo su relación, al mismo tiempo que comienzan a cuestionarse hasta qué punto es anormal o insano experimentar esos sentimientos humanos tan mal vistos.
«Equals es un filme irregular, que no explota del todo el potencial de sus prometedores planteamientos, pero que tampoco merece el desdén con el que fue tratado en su paso por el Festival de Venecia. Estamos ante un producto elegante y minoritario, que posee el innato atractivo de los ambientes futuristas, desmarcándose (a pesar de lo las suspicacias que pueda despertar la presencia de Kristen Stewart) de esa vertiente adolescente y comercial en la que el género se ha movido en los últimos años».
Equals es, ante todo, una intensa historia de amor. Es verdad que, en su primera mitad, lo que más destaca es el sugestivo retrato que se hace de la forma de vida en "El Colectivo", con una puesta en escena minimalista y aséptica, donde el color blanco se apodera, tanto del vestuario de sus habitantes, como de unas viviendas indistinguibles las unas de las otras a causa de su impersonal decoración. Pese a tratarse de una propuesta de escaso presupuesto, Doremus se las ha apañado para otorgarle un estupendo acabado visual, con una estética que colabora con acierto a dibujar ese paisaje triste y solitario en el que se moverá la pareja protagonista. También queda patente el buen gusto musical en una fascinante banda sonora en donde tiene cabida, incluso, ese Impromptu in G-flat major, Op. 90, No.3 de Schubert, que acompaña las primeras imágenes de la cinta. Tanto Hoult como Stewart (cada vez más desencasillada de su personaje de Bella en la saga Crepúsculo, que, al mismo tiempo que le dio la popularidad, casi sepulta su carrera) están perfectos en sus papeles, mostrando una apatía y obligada falta de expresividad en la primera parte, para, conforme avanzan los acontecimientos, dar rienda suelta a sus sentimientos más volcánicos, pasando en su camino por estados como la negación, el miedo, la rebeldía y, finalmente, la autoaceptación. Existe la suficiente química entre ambos actores como para mantener por sí solos el interés de la historia, y el guion de Parker sabe mantener el romance dentro de una contención (tanta que, por momentos, bordea de forma peligrosa la languidez) que evita que caiga en lo que podría haber sido la enésima historia de amor prohibido a lo Romeo y Julieta, con todos los elementos en su contra. La película reduce el componente de aventura que supone la huida de Silas y Nia de esa urbe esclavizada, a su mínima expresión, del mismo modo que tampoco profundiza en el carácter conspiratorio de su trama (a pesar de esas reuniones clandestinas de infectados anónimos en las que sí se dejan caer debates sobre cómo sobrellevar la enfermedad y el peligro que suscita para sus vidas el dejarse llevar por los instintos) ni en el antagonismo que representarían los dirigentes en la sombra de dicha sociedad. En este aspecto, hay que reconocer que Equals es un filme irregular, que no explota del todo el potencial de sus prometedores planteamientos, pero que tampoco merece (ni de lejos) el desdén con el que fue tratado en su paso por el Festival de Venecia. Estamos ante un producto elegante y minoritario, que posee el innato atractivo de los ambientes futuristas, desmarcándose (a pesar de lo las suspicacias que pueda despertar la presencia de Kristen Stewart) de esa vertiente adolescente y comercial en la que el género se ha movido en los últimos años a través de artefactos tan prefabricados como las sagas de Los juegos del hambre o Divergente. | ★★★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: Equals. Director: Drake Doremus. Guion: Nathan Parker. Productores: Chip Diggins, Michael A. Pruss, Ann Ruark, Michael Schaefer, Jay Stern. Productoras: Indian Paintbrush / Route One Films / Scott Free Productions. Fotografía: John Guleserian. Música: Dustin O´Halloran, Sascha Ring. Montaje: Jonathan Alberts. Diseño de producción: Katie Byron, Tino Schaedler. Reparto: Nicholas Hoult, Kristen Stewart, Guy Pearce, Jacki Weaver, David Selby, Bel Powley, Kate Lyn Sheil, Toby Huss, Scott Lawrence.