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    Cine Alemán Siglo XXI

    Tributo a Michael Cimino: Entre el cielo y el infierno

    Michael Cimino

    Un mensaje a través de Twitter del director del Festival de Cine de Cannes Thierry Frémaux ha devuelto, tristemente, el nombre de Michael Cimino al primer plano de la actualidad. La muerte de este director, a los 77 años, nos hace echar la vista atrás para estudiar uno de los ejemplos más radicales de hasta qué punto un éxito puede encumbrar a alguien a lo más alto de la Meca del Cine para, de la noche a la mañana, verse hundido en los infiernos por un fracaso de gran magnitud. Nacido en Nueva York, el 3 de febrero de 1939, Cimino comenzó en Hollywood como coguionista (junto a Deric Washburn y Steve Bochco) de un pequeño clásico de la ciencia ficción como fue Naves misteriosas (Douglas Trumbull, 1972), y colaborador de John Milius en la escritura de Harry el fuerte (Ted Post, 1973), primera de las secuelas que siguieron al éxito de la fundamental Harry el sucio (Don Siegel, 1971). Rodando esta película, el realizador en ciernes convenció a Clint Eastwood para que le dejara ponerse tras las cámaras dirigiendo su propio guion de Un botín de 500.000 dólares (1974), que había sido adquirido por la productora The Malpaso Company. En un principio, Eastwood (que también se reservó el papel protagonista) había pensado hacerse cargo de aquel proyecto, pero acabó cediendo su silla a Cimino en el que supuso un notable debut como cineasta. Aquel filme policíaco, en la modalidad de atracos perfectos, fue un éxito de crítica y público que le facilitó a un jovencísimo Jeff Bridges una nominación al Óscar al mejor actor de reparto. Pero sería cuatro años más tarde cuando Cimino tocaría el cielo con sus manos con el que es considerado, de forma unánime, el mejor trabajo de su corta carrera: El cazador (1978). Robert De Niro, John Savage, Meryl Streep y Christopher Walken (protagonista de una mítica partida a la ruleta rusa) estuvieron inmensos en una de las cintas que mejor supieron acercarse a las secuelas psicológicas de la Guerra de Vietnam en sus combatientes, a través de la historia de tres obreros de Pensilvania que son capturados por el Vietcong. Un año antes de que Francis Ford Coppola entregase la obra maestra Apocalypse Now, El cazador ya había arrasado en la edición de los Óscars al llevarse los premios destinados a mejor película, director, actor de reparto (Walken), montaje y sonido, colándose, de paso, en la lista de las 100 mejores películas de la historia del cine norteamericano del American Film Institute.

    Y después de alcanzar la cima, tocó descender a los infiernos. El enorme éxito de El cazador hizo que la productora United Artist le diera carta blanca para poner en pié su obra más ambiciosa, el western crepuscular La puerta del cielo (1980). Cinta maldita donde las haya, contaba con un presupuesto inicial de 7,5 millones de dólares que, finalmente, se disparó hasta los 35 millones. Cimino rodó cinco horas y media de película que, tras su paso la sala de montaje, terminó quedándose en un, ya de por sí, generoso metraje de 219 minutos que hizo que muchas salas de cine se negaran a proyectarla. Un nuevo recorte en su duración no fue suficiente para que la cinta salvara los muebles. Por el contrario, sus 3,4 millones de dólares recaudados en Estados Unidos la convirtieron en uno de los descalabros más sonados de la Historia del Séptimo Arte, que a punto estuvo de hundir a su productora y, de algún modo, supuso el principio del ocaso del cineasta. Pese a que compitió por la Palma de Oro en Cannes, La puerta del cielo recibió más varapalos que halagos por parte de la crítica, que la tacharon de soporífera y pretenciosa. Fue una de las películas de los Razzies, acaparando cinco nominaciones de las que se materializó un más que discutible “premio” para Cimino como peor director. En 1984 tuvo una oportunidad de resarcirse de la debacle con la dirección de Footloose, musical adolescente de la United Pictures del que acabó apeándose tras cuatro meses de trabajo en los que sus constantes extravagancias y exigencias terminaron por alimentar su fama de director difícil. Footloose fue un éxito comercial, pero con Herbert Ross tras las cámaras. Su siguiente intento de levantar cabeza, Manhattan Sur (1985), violento thriller de mafias y yakuzas protagonizado por Mickey Rourke y John Lone, fue muy mal recibido por la crítica (tachado de racista por la visión que daba de Chinatown). En la actualidad, este trabajo está considerado como un título de culto de la década de los 80 pero, en su momento, fue candidato a 5 Razzies entre los que se incluían los de peor película y director. El siciliano (1987) –adaptación de una novela de Mario Puzo–, el remake 37 horas desesperadas (1990) –donde se volvió a reencontrar con un Mickey Rourke tan en horas bajas como él– y la road movie Sunchaser (1996) –su frustrado regreso al Festival de Cannes–, fueron sus siguientes aportaciones a una industria que, claramente, le había dado la espalda tras el naufragio de La puerta del cielo y, si bien se trataba de cintas dignas, su calidad quedaba muy lejos de la alcanzada en El cazador. Desde entonces, veinte han sido los años de ostracismo, solo roto por su segmento No Translation Needed en Chacun son cinéma (2007), curioso proyecto coral formado por 33 cortometrajes de 33 importantes directores, con motivo del 60 aniversario del Festival de Cannes. Cimino aseguraba en los últimos tiempos tener multitud de proyectos sobre la mesa pero lo cierto es que nunca terminaron de materializarse. Nos ha dejado uno de los realizadores más prometedores de la década de los setenta. Un hombre que, en última instancia, vio como el tiempo le daba la razón y su versión íntegra de La puerta del cielo consiguió ser aclamada como una auténtica joya, un western épico y rebosante de lirismo y romanticismo. Es una lástima que la carrera de Cimino se redujera a solo 7 títulos, algo que fomenta su aura de outsider dentro de una industria, la de ese Hollywood que le maltrató y no supo entender su genio. Y es que, aunque solo sea por su obra maestra El cazador, este tipo de aspecto atemporal y extravagante, ya se ha ganado un puesto de honor entre los grandes cineastas de la Historia del Cine. Las puertas del cielo se abrieron para usted, Michael Cimino.

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