Trasnochada revancha alienígena
crítica de Independence Day: Contraataque (Independence Day: Resurgence, Roland Emmerich, EE. UU, 2016).
Muy desesperado debe andar el bueno de Roland Emmerich para desempolvar un éxito de hace veinte años como Independence Day (1996) e intentar convertirlo en una franquicia que siga los pasos de otros buques insignia de la Fox como Alien o Depredador. Bien es cierto que cuando el director ha tratado de desmarcarse de los blockbusters con títulos más serios como el drama isabelino Anonymous (2011) o la reivindicativa Stonewall (2015), el público ha reaccionado dándole la espalda. Esto no hace más que confirmar que a Emmerich se le ha encasillado en un tipo de cine catastrófico, dominado por apabullantes efectos digitales y con una inclinación enfermiza a destruir los edificios más emblemáticos del mundo en la gran pantalla. Así, El día de mañana (2004) –fábula en la que alertaba sobre los peligros del calentamiento global– y 2012 (2009), su apocalíptica visión del fin del mundo, han sido las películas que, junto al primer Independence Day, mayores beneficios le han reportado al realizador alemán en la taquilla. De hecho, aquella aventura de ciencia ficción tenía en su argumento un componente importante en ese catastrofismo que reinó en el cine de los años 70, aunque plasmado en imágenes con unos efectos especiales de última generación. Con un reparto encabezado por los carismáticos Jeff Goldblum y Will Smith, en sus mejores momentos –el primero en plena efervescencia del éxito de la saga Jurassic Park y el segundo consolidando su status como estrella de acción tras Dos policías rebeldes (Michael Bay, 1995)–, la cinta, sin ser ninguna maravilla, se convirtió en uno de los sucesos taquilleros de la década de los noventa, recaudando en todo el mundo más de 800 millones de dólares. Una película de invasiones alienígenas divertida (su sentido del humor ayuda a no ser tomada en serio en ningún momento), espectacular y, para qué negarlo, bastante descerebrada –ese hackeo informático con el que los humanos vencen a los invasores sigue causando vergüenza ajena dos décadas después–, de la que todos esperaban una inmediata secuela, vista su gran acogida popular.
El mayor problema de Independence Day: Contraataque es que ha tardado demasiado en llegar y, cuando al fin ha visto la luz, los resultados dejan un regusto a mala comida recalentada. La historia nos sitúa 20 años después del ataque de las primeras naves extraterrestres a nuestro planeta, con una civilización reconstruida con los últimos avances tecnológicos obtenidos del enemigo. La luna ha sido colonizada y las naciones han elaborado un agresivo mecanismo de defensa militar de cara a posibles futuros ataques. Las ciudades lucen mucho más futuristas, así como las aeronaves que los pilotos utilizan en sus desplazamientos. El paisaje de esta segunda parte bebe mucho más de la ciencia ficción que su predecesora, en un intento descarado de convertirse en ese reboot que iniciaría una nueva franquicia al estilo de Avatar (2009), pero el talento y el perfeccionismo de Emmerich están a años luz de los de James Cameron. La película ha sufrido una baja importantísima en su reparto, la de un Will Smith que parecía olerse el desastre y ha preferido mantenerse al margen del proyecto. Sin embargo, vuelven Jeff Golblum como el ingeniero David Levinson, Bill Pullman –tan insulso como siempre– como el heroico (ahora) expresidente de los Estados Unidos Whitmore, y dos secundarios cómicos como Judd Hirsch y Brent Spiner, cuyo irritante personaje del Dr. Brakish Okun cobra un mayor protagonismo que causa tanto daño al filme como el odiado Jar Jar Binks lo hiciese en Star Wars Episodio I: La amenaza fantasma (George Lucas, 1999). A falta de Smith, las nuevas incorporaciones de Liam Hemsworth, Jessie T. Usher (encarnado al hijo del desaparecido Capitán Steven Hiller) y la pujante Maika Monroe se antojan insuficientes y faltas de suficiente gancho, encarnando a puros arquetipos sin alma. No hay personajes interesantes y los viejos conocidos se comportan de forma tan ridícula que parecen caer en la autoparodia involuntaria. En este aspecto, uno se pregunta qué pinta una actriz con la trayectoria y la personalidad de Charlotte Gainsbourg metida en este berenjenal, encontrando como única explicación la necesidad de pagar sus facturas.
«Semejante sobredosis de destrucción y pirotecnia ya no sorprende a nadie y resulta difícil (por no decir imposible) hallar alguna escena para el recuerdo dentro de un espectáculo tan ruidoso como monótono».
Independence Day: Contraataque trata de compensar una premisa absurda y repetitiva con unas mayores dosis de acción que la primera cinta y potenciando la presencia de la especie alienígena en sus diferentes formas –incluida una enorme reina que copia descaradamente a la madre de Aliens, el regreso (James Cameron, 1986)–. Los combates entre humanos y visitantes se suceden sin tregua, tanto por aire como en tierra, siguiendo los esquemas de la mucho más disfrutable e inteligente Starship Troopers (Paul Verhoeven, 1997) –los chistes introducidos en el guion de Carter Blanchard no se acercan, ni de lejos, a la negrísima sátira de aquella–. Desgraciadamente, semejante sobredosis de destrucción y pirotecnia ya no sorprende a nadie y resulta difícil (por no decir imposible) hallar alguna escena para el recuerdo dentro de un espectáculo tan ruidoso como monótono. Si en el primer Independence Day, secuencias como la del primer avistamiento de las naves sobre las ciudades o el explosivo ataque a la Casa Blanca (víctima principal de casi todas las obras de Emmerich) continúan conservando un gran impacto tantos años después, en la secuela los momentos culminantes están rodados con una falta de creatividad alarmante y con una desgana que solo consigue que el espectador experimente una incómoda sensación de déjà vu durante todo su visionado. Como muestra valga la horrible ejecución de la escena de la persecución al autobus escolar, tan deudora de otro fallido filme del director como fue Godzilla (1998), al que Independence Day: Contraataque casi contribuye a su reivindicación. Estamos, por lo tanto, ante un claro ejemplo de producto prefabricado en los grandes estudios que, en su búsqueda de ser más grande y aparatosa que la película original, lo que logran es un suicidio artístico sin un ápice de personalidad y que (y esto es más grave) ni siquiera acierta a cumplir los requisitos mínimos como espectáculo palomitero que podrían redimirla como ese placer culpable que sí fue Independence Day. Lo peor del asunto es que, según lo que el experimento recaude, el desenlace de la historia deja las puertas abiertas a más aventuras que, visto lo visto, prometen ser más de lo mismo. | ★ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2016. Título original: Independence Day: Resurgence. Director: Roland Emmerich. Guion: Carter Blanchard. Productores: Dean Devlin, Roland Emmerich, Harald Kloser. Productora: 20th Century Fox. Presupuesto: 165.000.000 dólares. Fotografía: Markus Förderer. Música: Harald Kloser, Thomas Wanker. Montaje: Adam Wolfe. Reparto: Liam Hemsworth, Jessie T. Usher, Maika Monroe, Jeff Goldblum, Bill Pullman, William Fichtner, Sela Ward, Judd Hirsch, Brent Spiner, Charlotte Gainsbourg, Nicolas Wright, Travis Tope, Angelababy, Patrick St. Esprit, Viveca A. Fox, Robert Loggia.