Tras el éxito del foco realizado en 2009 en torno al cine dirigido por mujeres en Rusia, la 51ª edición del más importante certamen de cine en Centroeuropa, el Festival Internacional de Karlovy Vary, que tendrá lugar del 1 al 9 de julio, dedicará una mirada a las voces femeninas del cine mexicano surgidas durante el nuevo siglo, y que han tenido una especial relevancia en el último lustro. A través de nueve películas se podrán apreciar unos puntos de vista muy personales, en ocasiones incluso autobiográficos, lo cual dará como resultado un ciclo heterogéneo a pesar de ciertos factores formales comunes, y temas recurrentes. Entre los problemas que asolan el país norteamericano, uno de lo que más se ha afrontado desde su cinematografía (especialmente en el género documental), es el de las guerras internas creadas por el Crimen Organizado, en las que las víctimas siempre son los más inocentes. Dos de estos damnificados son las protagonistas de Tempestad (2016) de Tatiana Huezo, estimulante ejercicio presentado en la sección Forum de la última Berlinale, y exhibida en nuestro país en DocumentaMadrid, donde recibió una mención especial por parte del jurado. Unas mujeres marcadas por las ausencias (no por casualidad, el anterior trabajo de Huezo llevaba ese título), cuyas historias son demasiado duras para mostrarse (y menos aún recrearse); es por ello que la realizadora opta por dejar en off los testimonios, dando una libertad y capacidad al espectador de configurar el relato pocas veces vista.
Huezo incide además en la herencia en ruinas que le quedará a la infancia, provocada por la destrucción de pueblos autóctonos, la pobreza, la orfandad, la falta de educación o la maternidad en solitario. También aborda estas cuestiones el cine de Victoria Franco, de quien se proyectarán dos trabajos de 2013, su cortometraje Borde, y A los ojos, el largometraje codirigido con su hermano, el reconocido Michel Franco (Después de Lucía -2012-, Chronic -2015-, ambas premiadas en Cannes). El mundo rural, en progresiva desaparición, ocupa otro papel importante en el premiado documental Los reyes del pueblo que no existe (2015), de la joven Betzabé García, abordando la vida de tres familias de un pueblo parcialmente sumergido del noroeste del país, el cual se niegan a abandonar. Lo mismo les ocurría a los protagonistas de Fogo (2012), ficción contemplativa de Yulene Olaizola, conocida por su muy galardonada ópera prima, Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo (2008). La directora sale de sus fronteras para situarse en una isla canadiense, dominada por sus vastos paisajes y una climatología que hace muy complicada la vida humana, a pesar de que hay quienes han establecido allí su hogar.
Otra tendencia dentro de los trabajos de estas directoras es la de abordar cuestiones en torno a las relaciones humanas más universales, actuales y disfuncionales, tanto de pareja como familiares, en una época dominada por la soledad y la cobardía. Destaca la presencia de Los insólitos peces-gato (2013), contenida y emocional ópera prima de Claudia Sainte-Luce, estrenada en España el pasado año, de esencia positiva y esperanzadora a pesar de hacer referencias a cuestiones como la enfermedad, tanto física como social. Lo mismo ocurre en Sabrás qué hacer conmigo (2015), de Katina Medina Mora, que ha llegado hace solo unas semanas a los cines de su país. En El placer es mío (2015), Elisa Miller continúa el camino marcado por su cortometraje ganador de la Palma de Oro en Cannes Ver llover (2006), que analiza el inicio, la evolución y la conclusión de un noviazgo. Alejandra Márquez Abella, tras un laureado cortometraje, 5 recuerdos (2009) y el documental Mal de tierra (2011), completa con Semana Santa (2015) esta selección que esperamos que abra los ojos de los espectadores a esta generación de interesantes cineastas.