La importancia de un relato que fluye
crítica de la cuarta temporada de Orphan Black.
Space, BBC America / 4ª temporada: 10 capítulos | Canadá, EE.UU, 2016. Creadores: Graeme Manson & John Fawcett. Directores: John Fawcett, David Frazee, Ken Girotti, Peter Stebbings, David Wellington, Grant Harvey, Aaron Morton. Guionistas: Graeme Manson, Alex Levine, Russ Cochrane, Aubrey Nealon, Kate Melville, Chris Roberts, Nikolijne Troubetzkoy, Peter Mohan. Reparto: Tatiana Maslany, Jordan Gavaris, Kevin Hanchard, Maria Doyle Kennedy, Kristian Bruun, Skyler Wexler, Josh Vokley, Ari Millen, Rosemary Dunsmore, Gord Rand, Jessalyn Wanlim, Alison Steadman, Miranda Edwards, Joel Thomas Hynes, Lauren Hammersley, Ian Matthews. Música: Trevor Yuile. Fotografía: Aaron Morton, David Frazee.
Cuando una serie decide basar su razón de ser argumental en asemejarse a un gigantesco puzle, donde cada nueva entrega va descubriendo piezas y piezas y las respuestas sólo llevan a más preguntas, hay que tener cuidado. La conspiración puede volverse demasiado espesa, los motivos de los personajes no estar del todo claros y se puede perder el Norte del objetivo final porque la necesidad de mantener la historia en antena complique su desarrollo. Resumir la trama de Orphan Black en una frase no es posible, pero dentro de su subgénero (ciencia-ficción con gran conspiración de fondo) respira con una fluidez envidiable. La cuarta temporada termina y ya son 40 entregas en este mundo donde la clonación existe, las mutaciones son una moda social y el núcleo emocional de la historia, que en esencia es la importancia de la familia, funciona a pleno rendimiento. El binomio de creadores que forman el guionista Graeme Manson y el director John Fawcett tiene su misterio bien arraigado y manejan las subtramas y todos sus elementos con mano de hierro, presentando nuevas sorpresas y gestionando las antiguas sin perder nunca de vista la importancia de los personajes y lo que sienten. Es una combinación complicada, pero una de la que salen victoriosos.
Hay raciones de humor y un peligro palpable. Acción y sangre, amor y sexo. Tonalmente, Orphan Black es una amalgama de estilos y géneros, que hace tanto parodia sangrante de los suburbios americanos como homenajea el terror viscoso del cine del primer Cronenberg (toda la trama de Neolución). El arranque no puede ser más sorprendente, casi como el piloto de una precuela que empieza a reconstruir los últimos días de vida de Beth, cuyo suicidio segundos después de cruzarse con Sarah dio el punto de partida a esta bendita locura. Con esta trama flashback entra un nuevo clon en la trama, Mika, y varias de las nuevas tramas cobran otro sentido, porque pasado y presente dialogan con intensidad y limpieza –el clímax de The Antisocialism of Sex (4.7) es impresionante e este sentido– para tratar de atar cabos sueltos y despejar el camino para el último capítulo de esta saga, renovada por una quinta y última temporada. No parece ahora mismo que diez episodios vayan a ser suficientes para ofrecer una conclusión a todos los frentes abiertos, pero los responsables han demostrado ya su talento y por ello merecen un voto de confianza.
Esa mirada al pasado y a los orígenes de la historia han traído también de vuelta a la empresa Neolución al centro de la historia, que recordemos cuenta con las y los clones enfermos mortalmente (excepto Sarah, que es inmune) y en diferentes estados vitales, marcados siempre por esa gran idea de fondo que es poder vivir una vida normal. Y si todo funciona y no se cae el castillo de naipes genérico es principalmente por un reparto estupendo, liderado por el sobrenatural talento de Tatiana Maslany, con un personaje más al que dar vida y otros siete que encarnar hasta hacer olvidar al espectador que es la misma actriz. Lo que deja más que clara esta tanda de episodios es que los creadores no pierden ni un segundo de metraje en relleno, sino que cada decisión cuenta y suma al cuerpo dramático de la serie. Se producen muertes importantes, revelaciones inesperadas y se conduce hasta un desenlace tenebroso, que deja a los personajes con un gigantesco cliffhanger y la recuperación de una intensa historia de amor. La conspiración crece y crece y cada nueva adquisición a la historia, como la hermana biológica de Felix, debe ser incorporada al asunto. La otra gran reivindicación que hace Orphan Black es reivindicar a la mujer como centro del mundo y salvación. No es casualidad que la proporción mujeres/hombres de la serie sea la que es, ni que haya un hombre gay y otro negro entre los personajes masculinos con importancia. Se enarbola la bandera del feminismo con orgullo, y se pasa el Test de Bechdel con honores. Pero esto es un efecto colateral de la misión central, que en esta ocasión rima con la isla del doctor Moureau y con una guerra entre multinacionales que quieren patentar la alteración genética. Los personajes se dedican a reaccionar a lo que se les presenta por el camino, a buscar respuestas a los permanentes enigmas y a sobrevivir a los envites. Las clones que parten de Kendall Malone son anomalías por guerreras, libres e independientes, y les queda mucho por batallar en su última oportunidad para tener una vida feliz. Con su tono de thriller futurista y una banda sonora irresistible, este drama de ciencia-ficción avanza con seguridad hacia su conclusión, y deja con ganas de revisar lo previo para ver cómo el puzle encaja. Y queda mucho por encajar, eso está claro. | ★★★★ |
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla