Una terapia artística
crítica de la primera temporada de Lady Dynamite.
Netflix / 1ª temporada: 12 capítulos | EE.UU, 2016. Creadores: Mitchell Hurwitz & Pam Brady. Directores: Andrew Fleming, Robert Cohen, Max Winkler, Mitchell Hurwitz, Daniel Gray Longino, Bill Benz, Ben Berman, Ryan McFaul, Jessica Yu. Guionistas: Pam Brady, Mitchell Hurwitz, Theresa Mulligan Rosenthal, Kyle McCulloch, Matt Ross, Max Searle, Jen Statsky. Reparto: Maria Bamford, Mary Kay Place, Fred Melamed, Ana Gasteyer, Lennon Parham, Bridget Everett, Mo Collins, Dean Cain, Yimmy Yim, Ed Begley Jr., Ólafur Darri Ólafsson, Keith Lucas, Kenneth Lucas, June Diane Raphael, Jenny Slate, Patton Oswalt, Mike Fotis. Fotografía: Heimo Ritzinger. Música: David Schwartz.
En un panorama televisivo como el actual, más concretamente en el mundo de las comedias, distinguirse es muy complicado. Este crítico supo de la existencia de Lady Dynamite cuando se anunció su fecha de estreno, el pasado 20 de mayo, a través de un vídeo que varios amigos cómicos de su protagonista Maria Bamford, que en la mayoría de los casos participan además en la serie haciendo de sí mismos o de algún personaje, recomendaban con humor su visionado. Estamos ante un collage hecho comedia de 30 minutos. Una propuesta estimulante y llena de energía, que dispara ideas por minuto y que mezcla tiempos y lugares con una deliberada mezcla de claridad y confusión. La serie cuenta la historia de la cómica Maria Bamford, cuya experiencia personal luchando con un trastorno bipolar da el centro argumental al asunto. Ofrece una versión de sí misma que nos cuenta en tres momentos temporales cómo sufrió un ataque de nervios, su estancia en una institución psiquiátrica y su regreso a la vida cotidiana. Bamford parece abrirse en canal para nosotros, dejar que miremos en la parte más oscura de su vida y así también aprendamos y desdramaticemos la situación de una persona con una enfermedad mental.
Creada por Mitchell Hurwitz & Pam Brady, Lady Dynamite podría inscribirse en esa variante de series protagonizadas y originadas por comediantes que hacen de su día a día la fuente de hilarantes historias, que la impecable Seinfeld (1989-1998) popularizó y que ha dado ejemplos tan dispares como Larry David (2000-), The Sarah Silverman program (2007-2010), Louie (2010-) o Inside Amy Schumer (2013-), por decir sólo los casos más imaginativos. Aunque Bamford no figura como creadora ni escribe o dirige ningún episodio, la sensación que deja la serie es la de ser testigos de algo muy personal. Y también original, como si Bamford y los creadores hubieran decidido coger los códigos de la sitcom y hacerlos estallar, algo que no extraña teniendo en cuenta que Hurwitz está detrás de la magna Arrested development (2003-) y que Brady escribió durante años en South Park (1997-), series que cada una a su manera han cogido la base clásica y la han pervertido con mucho talento. Para ello no sólo se sirven de las propias experiencias de la actriz, sino que convocan un amplio y espléndido reparto (con especial mención para Fred Melamed, Ana Gasteyer y Bridget Everett y sus personajes) capaz de dinamitar convenciones y ser hilarantes por el camino.
«Una propuesta estimulante y llena de energía, que dispara ideas por minuto y que mezcla tiempos y lugares con una deliberada mezcla de claridad y confusión».
La vuelta de tuerca que ofrece, su toque de distinción, recae por tanto en el imaginativo tratamiento de un personaje protagonista con una enfermedad mental, cuya energía hiperbólica contagia cada decisión creativa. Se rompe la cuarta pared, hay animación, los animales hablan como las filosóficas voces en off de Werner Herzog para sus documentales y las Karen Grisham del mundo se unen para combatir el Mal Corporativo. El personaje central es a veces la Maria Bamford protagonista de su propia serie, otras veces es el personaje Maria Bamford y en una pirueta narrativa de salto mortal pone voces a personajes animados y de acción real y ejercita a fondo su musculatura cómica. La serie explota a fondo su talento como actriz y la pone tanto en posiciones cómodas donde ya ha demostrado lo que sabe hacer (la variante más alocada) como en lugares más vulnerables donde se expone más profundamente (las escenas de su recuperación). Lo que empieza siendo una original macrosesión de terapia pronto pierde el factor sorpresa y a veces rima demasiado con Arrested development –la súbita incursión de fotografías como ejemplo, el uso cómico de la música del compositor de ambas series, David Schwartz, la creación de suspense con humor, la creación de insólitos running gags–, pero sus chistes nunca dejan de ser frescos y efectivos. Es una energía completamente distinta, ya que la unión de Brady y Hurwitz surge de su admiración por Bamford y las ganas de darle el espacio apropiado para su peculiar vis cómica. Cualquiera que haya visto sus monólogos o sus trabajos como actriz sabe que no es una figura al uso, y ahí es donde una cadena como Netflix es una de las apuestas más perfectas para desarrollar determinados contenidos. Lady Dynamite es ante todo una comedia libre y una celebración de la creatividad que ojalá renueve por una segunda temporada. Y es que los guionistas cuentan cosas de lo más sencillas y reconocibles (una relación sentimental, problemas familiares, trabajos insatisfactorios) pasadas por el filtro de lo excéntrico, una opción cómica que funciona si se desarrolla a conciencia y no queda en el territorio del “todo-vale”. Tiene que tener sentido que una perra protagonice un número musical o el vaginismo se convierta casi en una maldición antigua. Y aquí lo tiene. El mundo del personaje de Maria es amplio y lo primero que apetece al terminar el visionado es volver a ver la temporada para entender mejor las líneas temporales (la culminación del Pasado en Enter Super Grisham (1.12) se convierte el inicio del Presente en el piloto) y revisar posibles chistes que se han pasado por alto, porque esta docena de episodios está repleta de humor en muchas variantes. Desgranar más sus chistes o algunas de sus ocurrencias más inspiradas es hacerle más daño que bien a un serial que es mejor ver y disfrutar sin prejuicios ni expectativas previas. Cada espectador en un nuevo paciente de la terapia de grupo, y ha llegado su turno de expresarse. | ★★★★ |
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla