Si estableciésemos una fecha aproximada de la eclosión internacional del cine asiático en los años recientes, probablemente sea el 2003, con el reconocimiento a la película Memories of murder, sorprendente y evocadora propuesta del coreano Bong Joon-ho, en el Festival de San Sebastián. A partir de entonces, las producciones más interesantes de Japón, Filipinas, China y, en especial, Corea del Sur, tomaron por derecho propio el lugar merecido dentro del panorama artístico, con una gran repercusión en Occidente y multitud de premios en los grandes festivales como Berlín, Venecia y el que hoy nos ocupa, Cannes. A cineastas con una trayectoria más dilatada, como Kim Ki-Duk o Lav Diaz, se unieron Park Chan-wook, el mencionado Joon-ho o Na Hong-jin, entre otros. La presente edición del Festival de Cine de Cannes no obvia este notable fenómeno, que cada año va ganando progresiva fuerza. La presente edición incluye en su programación una muestra condensada del camino que está tomando la cinematografía asiática más reciente. Destacamos los siguientes tres:
The Wailing (Gokseong) es el título de la nueva película del cineasta coreano Na Hong-jin. Perteneciente a la nueva ola de directores surgida en los primeros compases del siglo XXI, abordó, al igual que sus contemporáneos, el Thriller como expresión de esta nueva sensibilidad ética y estética. Su ópera prima The chaser (2008) despertó gran atención en numerosos festivales asiáticos; pero su reconocimiento internacional llegó dos años después, con la inquietante The yellow sea —proyectada en la sección Un Certain Regard del festival francés en 2011—, película de factura excelente acerca de un personaje en el límite de sus posibilidades, dispuesto a vender su alma, como el mismísimo Fausto, para salir de la difícil situación socioeconómica —con un gran contenido metafórico—. Nuevamente, Hong-jin presenta un filme de suspense que vuelve a Cannes, en este caso en sección oficial fuera de concurso. The Wailing narra los extraños y brutales asesinatos en una apartada zona rural, ocurridos tras la llegada de un misterioso hombre a la región. El agente de policía encargado de la investigación (Kwak Do-won) habrá de aliarse con un chamán (Hwang Jung-min) para intentar dar solución a los sucesos, en un entorno marcado por la superstición y la creencia en entes sobrenaturales.
Tráiler en versión original subtitulado en inglés
La presencia del director singapurense Boo Junfeng no es ajena, en absoluto, al Festival de Cannes. Su debut Sandcastle, una película de formación sobre la adolescencia tardía en medio de una situación dramática, fue presentada en la Semaine de la Critique del año 2010. Su segunda película, con la que regresa a la Croisette —esta vez en la sección Un Certain Regard— aborda nuevamente la temática del drama familiar. Apprentice se sumerge en un entorno límite, cuyas implicaciones éticas ofrecen un complejo mapa emocional. Tras ser trasladado a una prisión de máxima seguridad, el oficial penitenciario Aiman (Firdaus Rahman) comienza a trabar amistad con el veterano Rahim (Wan Hanafi Su), quien ha desempeñado durante largo tiempo el trabajo de verdugo. Pronto Rahim verá a su joven compañero como su posible sucesor, lo cual desatará en la vida personal de Aiman una muy difícil disyuntiva.
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El director surcoreano Yeon Sang-ho está especializado en la animación, como bien demuestra su ópera prima King of pigs (2011) y, en especial, Fake (2013), premiada en los festivales de Sigtes y Gijón, entre otros. Este año, se atreve con la dirección “Live Action” (esto es, con actores de carne y hueso) con Train to Busan (Busanhaeng), presentada en el Festival de Cannes fuera de competición. La película ofrece una trepidante historia de apocalipsis zombie en medio de un tren. Como bien han demostrado sus compatriotas Park Chan-wook o, especialmente, Bong Joon-ho, el denominado “cine de género” es un perfecto vehículo para la introducción de un profundo contenido alegórico de carácter social. Así se observaba en The host (2006) o la más reciente Snowpiercer (2015), con la que Train to Busan comparte emplazamiento y dinámica, solamente, pues parece que esta última deriva más hacia el caos y la histeria desatados en un entorno sin escala de valores ni estructura social alguna, despertando el puro e irracional instinto de supervivencia.
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