Diablo descompensado
crítica de Daredevil / Segunda temporada.
Netflix | EE.UU, 2016. Directores: Phil Abraham, Marc Jobst, Peter Hoar, Floria Sigismondi, Andy Goddard, Ken Girotti, Michael Uppendahl, Stephen Surjik, Euros Lyn. Guión: Douglas Petrie, Marco Ramirez, Mark Verheiden, John C. Kelly, Lauren Schmidt Hissrich, Sneha Koorse, Luke Kalteux, Whit Anderson (basado en el personaje creado por Stan Lee y Bill Everett). Reparto: Charlie Cox, Deborah Ann Woll, Elden Henson, Jon Bernthal, Elodie Yung, Scott Glenn, Vincent D’Onofrio, Michelle Hurd, Rosario Dawson, Clancy Brown. Fotografía: Martin Ahlgren, Petr Hlinomaz. Música: John Paesano.
Si el año pasado hubo una serie que consiguió todos los laureles habidos y por haber, esa fue Daredevil, flamante primera muestra de lo que la alianza Marvel/Netflix podía ofrecer. Su planteamiento, tan alejado de lo que el luminoso Universo Cinematográfico Marvel exhibe tanto visual como argumentalmente, supuso todo un soplo de aire fresco al género superheroico, y abrió la puerta a una forma de hacer las cosas radicalmente distinta en lo que a las andanzas de tipos con mallas se refiere. No es por tanto de extrañar que en poco tiempo se anunciase una segunda temporada, en la que además se iban a mostrar a otro par de personajes que, como el propio Daredevil, habían sufrido una suerte poco halagüeña en sus anteriores encarnaciones en pantalla: El Castigador y Elektra. Las perspectivas no podían ser mejores. Y, sin embargo, hay algo en esta segunda tanda de Daredevil que no termina de encajar. Lo que en la primera temporada funcionaba como una máquina perfectamente engrasada, aquí se nota descompensado e irregular, como si ciertos elementos de la temporada hubiesen sido más cuidados que otros. Las dos tramas principales no carburan igual de bien, y donde una es eficaz y no tiene nada que envidiar a la entrega anterior, la otra resulta aburrida y, por momentos, incluso irritante. Tal vez se deba al cambio de showrunner, tal vez la bicefalia al frente de la serie sea responsable de los altibajos, pero uno no puede quitarse de encima la sensación de que sólo una de las dos partes de esta historia han gozado del interés de los implicados.
Empecemos por la que sí funciona. La trama de Frank Castle, alias El Castigador, es sencillamente fantástica. A una historia brutal y sin concesiones (lo cual es decir muchísimo cuando hablamos de Daredevil) se une un desarrollo de personaje absolutamente magistral, algo que no era tarea sencilla con un personaje como Castle. Siendo quien es y cómo es, resultaba muy sencillo cruzar la línea de la violencia absurda, hiperbólica y sin sentido, o todavía peor, caer en la parodia facilona del personaje a lo Charles Bronson. Empero, el Frank Castle de Daredevil consigue ser alguien que, además de repartir violencia y muerte por donde pasa, resulta alguien digno de compasión, alguien a quien entender y por quien sentir incluso cierta simpatía, a pesar de que sus métodos no sean precisamente los más recomendables. Y el mérito recae a partes iguales en quienes hay tras la cámara y quien hay delante de ella; la interpretación de Jon Bernthal es lo mejor de la temporada. Capaz de resultar una terrorífica apisonadora de muerte y destrucción en una escena, y de mostrar lo roto que está por dentro en otra, Bernthal se come la pantalla en todas sus secuencias; Daredevil disfuta de sus mejores momentos cuando él está presente, independientemente de con quién interactúe.
«A pesar de sus errores, Daredevil se mantiene como una serie que dignifica al estandarte del cine de aventuras actual, y que demuestra que se pueden hacer productos de evasión que no tomen al espectador por descerebrado».
Es por eso que es tan difícil de entender qué ha pasado con la otra trama de la temporada: la de Elektra. La asesina de origen griego es uno de los personajes femeninos más oscuros y fascinantes de Marvel, un caracter cuya moralidad es más que ambigua y que no juega según las reglas establecidas. La posibilidad de ver a Elektra en una encarnación que nos hiciera olvidar lo que fue su desastroso paso por la gran pantalla era algo tan esperado como lo fue hace un año la del propio Hombre sin miedo. Y, sin embargo… La Elektra de Daredevil, resulta un personaje plano, aburrido y previsible. Un estereotipo de femme fatale andante, cuyo arco argumental se hace más pesado con cada capítulo, y al que no ayuda en absoluto la interpretación de Elodie Yung, que mezcla todos los tópicos de ese cliché con los del rol de niña consentida que saca a todo el mundo de quicio. En la Elektra de Daredevil se echa de menos, y mucho, el buen progreso de personajes femeninos que sí tuvo su serie hermana, Jessica Jones; o sin ni siquiera tener que cambiar de producción, los procesos que sí han tenido Claire (Rosario Dawson), o incluso Karen (Deborah Ann Woll), a pesar de que en esta temporada su personaje haya virado hacia el complemento romántico del héroe, algo que tampoco pilla a nadie por sorpresa. Afortunadamente, casi todo lo que hizo buena la primera tanda sigue ahí: una dirección trepidante, unas escenas de acción sensacionales, y unos libretos que, si bien pueden flojear, siguen estando muy por encima de lo que el género superheroico suele ofrecernos, ya sea en televisión o cine. A pesar de sus errores, Daredevil se mantiene como una serie que dignifica al estandarte del cine de aventuras actual, y que demuestra que se pueden hacer productos de evasión que no tomen al espectador por descerebrado. Netflix y Marvel siguen siendo un combo ganador, aunque esta vez lleguen a la meta con un poco menos de elegancia. | ★★★ |
Judith Romero
© Revista EAM / Londres