Turbulento pasado, dulce venganza
crítica de La modista (The dressmaker, Jocelyn Moorhouse, Australia, 2015).
A nuestras pantallas llega una peculiar historia fundada sobre la vendetta, esa venganza que se instala en los huesos y puede aguardar durante años, alimentando su rabia; la manera perfecta de llevarse a cabo, el futuro como expiación de los dolores antiguos. La modista, nueva creación de la australiana Jocelyn Moorhouse, se nos presenta como un cóctel de géneros cinematográficos de arrogancia visual y a caballo entre un glamuroso esnobismo y el absurdo total en pos de retratar lo extravagante. Corren los años cincuenta y una prestigiosa modista llamada Tilly Dunnage —Kate Winslet, perfecta en su papel como de costumbre— retorna al turbio pueblo de Dungatar en el que vivió durante su infancia tras hacerse un hueco confeccionando prendas para diversas exclusivas casas de moda parisinas. Portando una maleta y su amada máquina de coser, la misteriosa Tilly, de fuerte carácter, está dispuesta a hurgar en las supurantes heridas de un pasado todavía por resolver, en el que las sombras superan con creces a las luces. Nada más llegar, debe enfrentarse a un buen puñado de actitudes hostiles, las voces vecinales que la acusan de haber matado a un muchacho un par de décadas atrás y la reconciliación maternal tras la perplejidad de su progenitora excéntrica y enferma —interpretada con gracia por Judy Davis—, quien en un comienzo finge no conocerla.
La modista parte del concepto del exilio y el retorno como un viaje circular, un regreso al punto de partida de las desgracias de la protagonista y una ocasión para remendar las culpas, coser las cicatrices, vengarse de los causantes de su dolor y redimirse del distanciamiento con los seres queridos. Tilly es una mujer que se considera a sí misma maldita, un ser cuya mala estrella ha sido avivada por la muerte de un compañero de colegio durante sus años de niñez, hecho sobre el cual no logra tener recuerdos nítidos hasta su llegada al pueblo. Así, el filme comienza mostrando sentimientos encontrados: la ira y el ansia de redención, la inquietud amorosa y la soledad, la frustración ante la maldición y la recuperación del afecto materno. A su vez, el elenco de secundarios se muestra variopinto, entre los que destaca el galán Teddy, en la piel de Liam Hemsworth —un personaje un tanto hermético y prototípico del que se enamora nuestra protagonista—, o un policía que se traviste con hermosos vestidos a espaldas del cuerpo en sus ratos libres. La llegada de la modista a la villa australiana revolucionará la placidez del vecindario, bajo el yugo de la moral burguesa de los 50 y acostumbrado a una vida sin sobresaltos. Tilly exhibe despampanantes modelos en los espectáculos deportivos para concentrar a la plantilla masculina, comienza a transformar y a enloquecer a las mujeres, a emprender sus propias investigaciones sobre lo acontecido años atrás y a coser y diseñar atuendos para aquellas que lo soliciten.
«La modista se pasa de rosca con su empalagoso pudin de géneros y el postre se quema, dejando un ristre de momentos cómicos, situaciones descabelladas y trajes bonitos en medio de un puñado de clichés sobre cada uno de los formatos que ha agitado sin éxito».
Teñida de un humor socarrón, de apartado gráfico imponente y con una banda sonora instrumental cargada de emotividad, La modista no es un drama ni un noir sino una pretendida mezcla de géneros absolutamente inclasificable y totalmente fuera de lo común, un cóctel molotov en el que tienen cabida simultáneamente la comedia, el thriller, la sátira, el policíaco, el romance o el spagueti western, prostituidos y mezclados sin frenos en el intento por perseguir una trama desmedida y pretendidamente exagerada, grandilocuente pero divertida. La transformación épica de su tono se acerca a la burla o al vodevil, sin profundizar en absoluto en la psicología de sus personajes, definiéndolos a partir de un puñado de rasgos desorbitados y mucho más hilarantes que dramáticos. Aunque su guion no esté a la altura de una inspirada Kate Winslet que no es suficiente para salvar los muebles de la historia, cabe destacar la belleza de los paisajes, la acertada reconstrucción de los años cincuenta y el interesante muestrario de alta costura femenina.
Con ello, la acción lineal se verá interrumpida continuamente por flashbacks, un recurso que nos ubica en el pasado turbulento sobre el que pesan las incertidumbres, el desarraigo de Tilly y las dudas sobre el asesinato de un niño de sádicos comportamientos llamado Stewart Pettyman, hijo del comisario. Con la ayuda eventual de su madre, cuyo estado mental es caótico y dependiente de impulsos arrebatados, la costurera investiga con fervor la autoría de una muerte que no recuerda y que cree no haber cometido, jurando venganza a los que fundamentaron su exilio a Melbourne. Mientras, lucha contra su reciente amor hacia Teddy, temerosa de que la maldición que pesa sobre ella se cierna también sobre el apuesto —y dicho sea de paso, mortalmente esquemático— muchacho. Ya desde el comienzo podemos percibir el completo desbarajuste sobre el que la película se construye: unos cimientos argumentales resquebrajados, una acción disparatada y con momentos fuera de lugar, y unos personajes que se parecen más a viñetas de cómic y que no muestran conductas creíbles ni coherentes. Finalmente, La modista se pasa de rosca con su empalagoso pudin temático y el postre se quema, dejando un ristre de momentos cómicos, situaciones descabelladas y trajes bonitos en medio de un puñado de clichés sobre cada uno de los formatos que ha agitado sin éxito. El único logro de Jocelyn Moorhouse ha sido el de matar el aburrimiento del espectador, que se siente tan aturdido y contrariado en medio del pueblecito australiano como sus algunos de sus personajes, pero no por ello deja de reír o disfrutar con la textura de una producción que ha pecado de excesiva ambición en su guiño a todo el abanico cinematográfico. Sin duda, pocas películas tan peculiares verán la luz en este 2016 como este jocoso híbrido extraído de la novela homónima de Rosalie Ham. | ★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
© Revista EAM / Santiago de Compostela
Ficha técnica
Australia, 2015, The dressmaker (La modista) Director: Jocelyn Moorhouse. Guión: Jocelyn Moorhouse, P.J. Hogan (Novela: Rosalie Ham.) Productora: Film Art Media / Screen Australia. Música: David Hirschfelder. Fotografía: Donald McAlpine. Dirección artística: Lucinda Thomsom. Montaje: Jill Bilcock. Reparto: Kate Winslet, Liam Hemsworth, Judy Davis, Hugo Weaving, Sarah Snook, Sacha Horler, Caroline Goodall, James Mackay, Kerry Fox, Alison Whyte, Barry Otto, Julia Blake, Rebecca Gibney, Shane Jacobson, Genevieve Lemon, Shane Black, Shane Bourne, Hayley Magnus.