Apocalípticos e infiltrados
crítica de Deutschland 83 / Primera temporada.
RTL/UFA Fiction | 1ª temporada: 8 episodios | Alemania, 2015. Creador: Anna Winger, Jörg Winger. Directores: Edward Berger, Samira Radsi. Guionistas: Anna Winger, Jörg Winger, Steve Bailie, Ralph Martin, Andrea Willson. Reparto: Jonas Nay, Maria Schrader, Ulrich Noethen, Sylvester Groth, Ludwig Trepte, Alexander Beyer, Carina N. Wiese, Sonja Gerhardt, Lisa Tomaschewsky, Anna von Berg, Errol Trotman-Harrewood. Fotografía: Philipp Haberlandt, Frank Küpper. Música: Reinhold Heil. Productoras: RTL, UFA Fiction, Sundance Channel.
En los minutos iniciales de sus primeros capítulos, las series suelen establecer su estado general de situación, mezcla sucinta de conflicto y contexto. Varios de esos episodios de prueba se titulan simplemente “Piloto”, quizás por la volatilidad de su futura concreción, o acaso por la certeza de que todavía planean sobre corrientes creativas aún desconocidas: a muchos de ellos la industria les cortará las alas y sofocará su vuelo, otros acabarán con una impronta bastante distinta al resultado final del producto global, y muy pocos hallarán desde el comienzo ese toque distintivo y perfectamente reconocible que los acompañará hasta su última entrega, los dotará de una coherencia interna imperecedera y contribuirá a cimentar sus rasgos de futuros clásicos televisivos. En la reciente Deutschland 83, el tempo de construcción del estado general de situación es rápido, casi urgente, porque lo es el momento histórico que la serie pretende —y consigue intermitentemente— retratar. Se trata del año 1983, uno de los pasajes más delicados de la Guerra Fría, donde la posibilidad real de una conflagración atómica resultó, para determinados sectores de ambos bloques en pugna, más inminente que nunca. En esas circunstancias nos encontramos con Martin Rauch (Jonas Nay), minúsculo soldado fronterizo de la República Democrática de Alemania, que con sus jóvenes veinticuatro años se dedica a inspeccionar el paso de bienes y personas a través de la frontera. En cuestión de tres escenas la serie nos pone al tanto de su situación, de su familia y de la tarea que es llamado a desempeñar. Por orden e instrucción de la inteligencia de su país, Martin deberá infiltrarse en los altos mandos del ejército de la República Federal de Alemania, como asistente de campo del general Wolfgang Edel (Ulrich Noethen), para así poder informar sobre los planes y movimientos atómicos de Occidente.
Con esta premisa, Deutschland 83 se transformó en la primera serie alemana que, antes de ser emitida por una cadena de su país, fue estrenada en Estados Unidos con su idioma original y subtítulos en inglés. Sin contar con figuras actorales descollantes, consigue el necesario acercamiento al público televisivo medio a través de un argumento sencillo, el ritmo sostenido y algunas pinceladas de humor que bordean lo absurdo. Otro elemento que ayuda a explicar este trasvasamiento de mercados es la selección musical de corte comercial que la acompaña, donde predominan los temas anglosajones de la new wave; aunque haya lugar para las canciones alemanas de aquellos años, como el fragmento introductorio de Major Tom interpretado por Peter Schilling, o el hit a ambos lados del muro 99 Luftballons de la vocalista alemana Nena, la mayoría de los temas que pueblan la serie son éxitos de la época en idioma anglosajón. Por allí desfilan Sweet Dreams de Eurythmics (justo cuando Martin tropieza, asombrado, con la opulencia de los supermercados occidentales), Call me de Blondie, Wrapped around your finger de The Police, Hungry like the wolfe de Duran Duran, Blue Monday de New Order y la inigualable colaboración de David Bowie con Queen en Under Pressure. Hay, incluso, espacio para los covers ensoñados, como la versión de Like a woman a cargo de la hermosa Lisa Tomaschewsky (en el papel de Yvonne Edel, la hija del general Edel), o la puesta en escena de Give peace a chance en una correcta recreación de las tantas sentadas pacifistas que animaron el período y que fueron otra de las múltiples caras de aquél conflicto.
«El resultado es un producto entretenido que no parte de una idea totalmente original ni llega a desplegarla plenamente, dejando al espectador, por lo tanto, con el inconfundible regusto del sabor amargo».
Sin embargo el factor más importante parece haber sido la campaña de promoción que la antecede, donde se la ha llegado a definir como la The Americans europea. Aunque lo cierto es que, dejando de lado la solidez comparativa de esta última (asentada en su consistencia dramática y en el largo de temporadas emitidas), entre The Americans y Deutschland 83 parece haber más diferencias que coincidencias. En contraposición a Phillip y Elizabeth Jennings, Martin está solo, no tiene compañía en su desarraigo, y menos aún el anclaje emocional que una familia puede brindarle. Tampoco ha sido debidamente entrenado para su misión, sino que su destino parece haberse sellado por una desafortunada justeza de su physique du role para la tarea y por la fe desmedida que sus superiores han depositado en sus aptitudes. Pero sobre todo en Martin parece haber menos una cuota de determinación que de obligación. Al cruzar la frontera tendrá que renunciar a quien solía ser, para comenzar a ejercer la identidad supletoria de Moritz Stamm. Olvidará que tiene madre y una prometida, a pesar de que la primera se debata contra una severa enfermedad renal, y de que de la segunda solo le quede el recuerdo frío y boreal de lo que ambos pudieron ser, el cual será prontamente reemplazado por el calor de los nuevos cuerpos que la misión le pida seducir.
En este punto es donde el guion escrito por la pareja conformada por Anna y Jörg Winger flaquea sensiblemente, colocando a un joven soldado sin experiencia previa en tareas de espionaje, como un infiltrado verosímil en la Alemania del Oeste. Para acentuar la tensión narrativa, la serie abusa de los planos medios y enfoques subjetivos para transmitir la inquietante sensación del espía que no sabe que es observado por un tercero a la distancia. A esto se suman algunas liviandades de género como el típico auto robado para la huida que, convenientemente, cuenta en su interior con las llaves para el arranque, o la disponibilidad de un maletín con documentos clasificados que, sorpresivamente, carece de contraseña para su apertura, y también algún que otro cliché como la clásica misión imposible que es resuelta satisfactoriamente apenas segundos antes de ser descubierta y desmantelada. En el medio de todo esto se intercalan logradamente extractos reales de algunas conferencias de prensa, discursos, noticieros y programas de opinión de aquella época que dan cuenta de la presión creciente que se vivía. No obstante, la gran falencia de la serie es la de no ser capaz de definir su tono. A mitad de camino entre una comedia de espías y un drama de espionaje, termina por no ser ni una cosa ni la otra. En esta indefinición por la que transita, se confunden y superponen el goteo intermitente e irregular del humor, con la afluencia a medias tintas de los sentimientos y las desdichas que a los personajes les toca vivir. El resultado es un producto entretenido que no parte de una idea totalmente original ni llega a desplegarla plenamente, dejando al espectador, por lo tanto, con el inconfundible regusto del sabor amargo. | ★★ |
Nicolás Woszezenczuk
© Revista EAM / Buenos Aires