El diagnóstico de la discordia
crítica de La verdad duele (Concussion, Peter Landesman, EE.UU, 2015).
Oportunamente, la pasada semana se celebraba el evento deportivo más esperado (y que arrastra un mayor número de fanáticos seguidores) de Estados Unidos, el final de la Super Bowl 2016, enfrentando a los equipos Denver Broncos y Carolina Panthers para hacerse con el título de campeón de liga de fútbol americano. Es sabido el fervor que los ciudadanos del país de las barras y estrellas sienten hacia este deporte y la admiración que sienten por sus estrellas, consideradas, en muchos casos, casi como semidioses, pero menos conocidos son los riesgos para la salud a los que se enfrentan estos futbolistas cada vez que saltan a un campo. Unas aterradoras estadísticas han acabado revelando que la esperanza de vida de un jugador de la NFL es de 57 años, frente a la media de 76 de un estadounidense medio. Muchos han sido los casos de jugadores –entre ellos, Dave Duerson, Junior Seau o Terry Long– , que se vieron empujados al suicidio tras sufrir un extraño síndrome que les imposibilitaba dormir, haciéndoles padecer demencia (con voces que sonaban en sus cabezas) y agresividad contra quienes les rodeaban, cayendo en profundas depresiones. Unos síntomas casi de Alzheimer precoz que, sin embargo, no se correspondían con el aparente perfecto estado que mostraban sus cerebros en los análisis a los que eran sometidos. La llegada casual del cuerpo sin vida del ídolo de los Pittsburgh Steelers Mike Webster, cuatro veces campeón de la NFL, víctima de ataque al corazón con solo 50 años tras malvivir con aquel cuadro médico en el interior de una caravana, a las manos de Bennet Omalu, un forense especialista en neuropatología, destapó la caja de los truenos. Un inmigrante nigeriano sin idea alguna del deporte nacional, sus reglas o estrellas, que, gracias a su talante curioso, descubrió el CTE (encefalopatía traumática crónica), una enfermedad neurológica de carácter degenerativo, provocada por los múltiples golpes recibidos en la cabeza del paciente durante sus años de carrera deportiva. Tal descubrimiento, como no podría ser de otro modo, enfrentó a Omalu contra la comisión de la NFL, que trató por todos los medios de desacreditarle, sometiéndole a distintas presiones para que cejara en su afán por gritar a los cuatro vientos los peligros de la mala práctica del fútbol americano.
Estamos ante una historia indudablemente interesante y provocativa, con las suficientes dosis de intereses enfrentados y dilemas morales para construír a partir de ella una buena película. Sin ir más lejos, el drama periodístico Spotlight (Thomas McCarthy, 2015), que también se sostiene sobre la premisa “David contra Goliat” a la hora de mostrar la lucha de unos reporteros del Boston Globe por destapar los casos de pederastia cometidos por unos curas de Massachussets, poniendo en jaque a la Iglesia Católica, consiguió jugar muy bien sus cartas como apasionante thriller de investigación. Lamentablemente, el director y guionista Peter Landesman, cuya ópera prima Parkland (2013) pasó sin pena ni gloria por festivales como los de Venecia o Toronto, carece de la sutileza y la capacidad expositiva de McCarthy, y, pese a que La verdad duele cuenta con una primera media hora muy acertada, pronto se desliza hacia lugares comunes mil veces transitados en mejores películas como El dilema (Michael Mann, 1999). De hecho, en unas líneas de guion de la cinta de Landesman se compara este caso de batalla contra los grandes directivos de la Liga de fútbol americano con la cruzada emprendida contra la industria tabacalera tras el descubrimiento de las sustancias adictivas incluidas en los cigarrillos. Un referente, El dilema, que no hace más que evidenciar la incapacidad de su realizador a la hora de otorgarle a su película algo de personalidad (en este aspecto, Mann siempre fue un maestro para la puesta en escena), o exprimir al máximo sus explosivos ingredientes para, por lo menos, entregar un trabajo verdaderamente valiente y comprometido, que jugase sus cartas de denuncia hasta las últimas consecuencias. Durante el primer tramo, La verdad duele cumple a la perfección como thriller médico, enganchando con la pequeña trama de Mike Webster (encarnado por un extraordinario David Morse), el primer jugador que pierde la vida a consecuencia de la CTE. A raíz de ahí, en lugar de aprovechar el potencial explosivo de las averiguaciones del doctor Omalu y sus incómodas consecuencias, se decanta por otros desvíos más trillados y menos reconfortantes.
«La verdad duele es un biopic blandito y bienintencionado de Bennet Omalu, donde se destacan sus valores humanos, su tesón y un empeño, casi patológico, en convertirse en un perfecto ciudadano norteamericano».
Tal vez por la descarada necesidad de buscarle a su estrella Will Smith un nuevo personaje que le lleve a alcanzar su primer Óscar, La verdad duele se convierte en un biopic blandito y bienintencionado de Bennet Omalu, donde se destacan sus valores humanos (un hombre profundamente religioso que no duda en dar cobijo en su casa a otra muchacha recién llegada de Africa a la tierra de las oportunidades, por petición del párroco de su iglesia), su tesón y un empeño, casi patológico, en convertirse en un perfecto ciudadano norteamericano. Es más, son incontables las alusiones que el personaje de Smith hace en sus diálogos a la gratitud que siente hacia el país que le abrió sus puertas para tener una vida mejor que la que le esperaba en su tribu africana. Un hombre íntegro que se convierte en objeto de críticas y amenazas al cuestionar un deporte que arrastra cada semana a más de 20 millones de personas. Todo un bombón de papel que, tal vez, traería mejor suerte a Smith tras sus anteriores (y nada despreciables) esfuerzos dramáticos en títulos como Ali (Michael Mann, 2001) o En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006), sacándolo adelante con clara solvencia, especialmente en lo que concierne al acento nigeriano que tuvo que trabajarse. A pesar de su condición de vehículo de lucimiento para su protagonista, hay que resaltar a favor del filme que da también su lugar a un puñado de excelentes secundarios como Albert Brooks o Alec Baldwin, mientras que sobre la cada vez más en alza Gugu Mbatha-Raw recae el peso de la subtrama romántica de la historia, mucho más importante en la misma de lo que hubiese sido prudente. En líneas generales, La verdad duele es un trabajo estimable y siempre entretenido, pero que tenía todas las papeletas para haberse convertido en una gran película. Desperdicia en el camino muchas de sus posibilidades en pos de un relato en el que acaban cobrando más fuerza los componentes melodramáticos que los conflictos deportivos (esa brecha abierta en el fútbol tras desvelarse los riesgos a los que se enfrentaban sus estrellas), morales (la necesidad de echar sombras sobre una realidad que podría poner en entredicho un negocio que mueve millones de dólares) o legales, no transmitiéndose con demasiada fuerza las presiones a las que se vio sometido Omalu en una aventura médica que en la cinta ha quedado reflejada de un modo un tanto descafeinado y comercial. (★★★)
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: Concussion. Director: Peter Landesman. Guion: Peter Landesman (Artículo: Jeanne Marie Laskas). Productores: Elizabeth Cantillon, Ridley Scott, Larry Shuman, David Wolthoff. Productora: Scott Free Productions / The Shuman Company. Preestreno: AFI Fest (10 noviembre 2015). Premios: Globos de Oro: Nominada a Mejor actor drama (Will Smith); Satellite Awards: Nominada a Mejor actor (Will Smith). Fotografía: Salvatore Totino. Música: James Newton Howard. Montaje: William Goldenberg. Dirección artística: Tom Frohling. Vestuario: Dayna Pink. Reparto: Will Smith, Gugu Mbatha-Raw, Albert Brooks, Alec Baldwin, David Morse, Arliss Howard, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Mike O´Malley, Luke Wilson, Paul Reiser, Bitsie Tulloch, Stephen Moyer, Matthew Willig.