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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | La habitación

    Room, Lenny Abrahamson

    La leyenda de Merlín [1]

    crítica de La habitación (Room, Lenny Abrahamson, Irlanda, 2015).

    El término libertad, a menudo, suele confundirse con el de insensatez al (mal) asumir que aquella radica en hacer o decir lo primero que se nos pase por la cabeza. Lo que realmente nos hace libres es la capacidad de NO hacer aquello que a nuestro juicio puede comprometernos de algún modo: el libre albedrío. Asimismo, la felicidad, un concepto ligado inexorablemente al de libertad, no se entiende sin su antónimo aflictivo. Para una persona resultaría imposible desarrollar su capacidad de ser feliz si no ha conocido primero la desdicha que le lleve a apreciar aquellos momentos en los que ese desagradable suceso no se repite. Sin ese hecho, el sujeto no llegaría a experimentar la felicidad, sino que asumiría que su estado de tranquilidad y bienestar es algo normal e inalterable. Muchos auto-llamados filósofos de guías de autoayuda, a los que llamaremos cariñosamente parasocráticos por usar un eufemismo, aseguran que la libertad es el precio a pagar por ser felices. La nueva película de Lenny Abrahamson, Room, mal traducida al castellano como La habitación (ahora explicaremos el por qué), ahonda en esta ontológica premisa a través de la voz de Jack, un niño que ha sido privado de su libertad desde el momento mismo de su nacimiento, incluso antes. La cinta debate la encrucijada existencialista que expone que para Jack, al no haber conocido nunca la emancipación, su verdadera libertad reside en la propia cautividad y, por lo tanto, su concepto de felicidad coincide con lo que para el resto de la sociedad es la mayor de las torturas. El proceso por el que ha pasado el protagonista de cinco años desde que su madre fue secuestrada hace ya siete, es muy similar al experimentado por los animales amaestrados; se condiciona su movimiento y sus acciones hasta el punto de necesitar la ayuda y los cuidados constantes de su amo para poder existir. Jack es un humano domesticado incapaz de sobrevivir en el exterior si, de la noche a la mañana, tuviera que prescindir de la constante atención de su madre.

    En la percepción de la realidad de los dos personajes principales es donde mejor se aprecia la esencia del mensaje. Para Joy, que sí ha conocido la libertad y ansía recuperarla, el secuestro supone una agonía, una especie de Castillo de If en el que el descanso no está permitido hasta ver cumplida su venganza, (una venganza que nada tiene que ver con el rencor hacia su secuestrador, sino con la idea de salvar a su hijo de ese infierno), Jack es una consecuencia de esa habitación. Él existe porque ha sido concebido por la habitación, y nada más. Room es su completa existencia y el lugar donde quedan simplificadas bajo una única teoría todas las preguntas universales que han rodeado a la humanidad a lo largo de la historia. Por ello ese lugar simboliza un País de las maravillas —ambas referencias literarias, a Dumas y a Carroll, extraídas explícitamente del filme—, un enclave mágico donde no existen peligros reales. Su vida gira sin sobresaltos de manera monótona ligada a unos convencionalismos inauditos de normalidad creados por la protectora mente de su madre, que actúa como guardián, amiga, familia y, en resumen, como el único ser vivo de la tierra. Una habitación que bien podría ser el lugar donde se guarda El Aleph, dada la gravedad con la que el protagonista se refiere a ella en determinados momentos donde la narración adquiere un protagonismo imperante y metafísico: «La habitación es un mundo completo que va en todas las direcciones hasta el infinito». Precisamente de todo esto se infiere nuestro desacuerdo por la traducción española del título, en la que el simple hecho de añadir el determinante artículo “la”, y no respetar la composición original “habitación”, supone un grave atentado a la autoría de Abrahamson y al de la propia escritora de la novela original y guionista, Emma Donoghue, al cosificar un espacio al que la escritora y el director decidieron, muy sabiamente, conferir un aire prosopopéyico con la intención de otorgarle un pleno protagonismo narrativo. Esa habitación es el eje primordial de la historia. Algo terrorífico, mágico y con un atractivo inenarrable e indeterminable.

    Room, Lenny Abrahamson

    «Transcurrida una hora de metraje, la película sufrirá una división conceptual en la que se llevarán a examen las acciones que hemos contemplado en la primera parte. Lo que habíamos asumido como un ejemplo de madre coraje y de amor incondicional, será puesto a prueba por la elocuencia irónica de un guion que hace el trabajo difícil por nosotros».


    Las formas que los protagonistas observan a través del tragaluz —único contacto entre “habitación” y el espacio exterior—, pájaros, nubes, hojas de árboles… tienen una función narrativa similar a la que tenían las sombras proyectadas en la pared en la Alegoría de la caverna de Platón en su segunda parte, aquella en la que uno de los hombres ya conoce lo que hay a su espalda y trata de comunicárselo al resto. La visión del exterior de Joy —conocedora pragmática— está tan distorsionada como la de Jack, que nunca lo ha visto, debido al recuerdo idealizado que ha compuesto en su imaginación. Cuando ésta trate de corregir el concepto que Jack tiene de esas sombras, el niño no intentará matarla como ocurría con los reclusos de la caverna, pero sí se enfrentará a ella y luchará por no perder la única libertad que posee, la libertad de la reclusión de la que hablábamos al comienzo y a la que le da derecho ese habitáculo insonorizado. Transcurrida una hora de metraje, la película sufrirá una división conceptual en la que se llevarán a examen las acciones que hemos contemplado en la primera parte. Lo que habíamos asumido como un ejemplo de madre coraje y de amor incondicional, será puesto a prueba por la elocuencia irónica de un guion que hace el trabajo difícil por nosotros. Antes de que comencemos a plantearnos ciertos detalles de las acciones acontecidas, el relato nos las servirá en bandeja, ocultas, o mejor dicho, disfrazadas de periodismo agresivo. Una inteligente manera de someter a una persona completamente indefensa y forzada a un retraso evolutivo involuntario al mundo moderno.

    Room, Lenny Abrahamson

    La tensión inicial, producida por lo claustrofóbico de la historia, da paso a los detalles más dramáticos y originales de cómo una madre se las ingenió para convertir la corta vida de su hijo en un Show de Truman, o de Jack, donde no existe el miedo ni la maldad, ni la palabra secuestro o, si ésta existiera por un descuido automatizado de pronunciación indebida, se le alteraría el significado lingüístico para convertirla en una flor amarilla o una lámpara de mesa, siguiendo los preceptos de Yorgos Lanthimos en Canino, dos ejemplos muy diferentes aunque con la misma base argumental: la protección del hijo.


    La desaparición evidente de varios personajes a lo largo del metraje, que son borrados del guion de manera radical y sin explicaciones, es otro truco del director para hacernos ver lo poco que nos importan los elementos externos a esas dos figuras que ocupan todo nuestro foco de atención. La tensión inicial, producida por lo claustrofóbico de la historia, da paso a los detalles más dramáticos y originales de cómo una madre se las ingenió para convertir la corta vida de su hijo en un Show de Truman, o de Jack, donde no existe el miedo ni la maldad, ni la palabra secuestro o, si ésta existiera por un descuido automatizado de pronunciación indebida, se le alteraría el significado lingüístico para convertirla en una flor amarilla o una lámpara de mesa, siguiendo los preceptos de Yorgos Lanthimos en Canino (Kynodontas, 2009), dos ejemplos muy diferentes aunque con la misma base argumental: la protección del hijo. Posteriormente llega el turno de las respuestas, que aparecerán gracias a un narrador protagonista tan elocuente como emotiva y admirable resulta su portentosa actuación: «Hay demasiado espacio en el mundo. Hay menos tiempo porque el tiempo ha de ser invertido en dosis muy pequeñas en todos los lugares, así que todo el mundo dice ¡date prisa!, ¡Venga!, ¡Recoge todo!, ¡termina ya! Mi mamá tenía prisa por llegar por sorpresa al cielo, pero se olvidó de mí. ¡Mamá Dumbo! Así que los aliens la tiraron de vuelta, ¡CRASH! Y la rompieron». Otras respuestas quedarán simplemente como preguntas abiertas, que suelen comenzar con «¿Y no hubiese sido mejor para el niño…?», o miradas esquivas y silencios de reprobación que quedarán flotando en el aire como un bofetón, para recordarnos que, por muy idealizado que lo tuviéramos, el exterior nunca fue tan bonito como lo vimos desde una caja incomunicada, ni sus habitantes tan amables y comprensivos con nuestras desgracias. Lo único que no parece variar, visto desde cualquiera de las perspectivas dicotómicas que encontramos en la película, es el enfoque del monstruo, a quien pusimos cara a consecuencia del escabroso y traumático caso de Fritzl y su Monstruo de Amstetten, un ser anti-natural y aborrecible a quien Abrahamson personifica con ciertas cualidades humanas, hasta ahora inconcebibles en este tipo de degenerados —introversión, timidez, empatía—, que contrastan con la atrocidad de sus acciones las cuales, pese a dejar de lado el componente incestuoso y centrarse en una violación exogámica, no dejan por ello de ser casos de una maldad extraordinaria que escapan a los límites del razonamiento y la comprensión humana, haciendo precisamente válido y certero el epíteto monstruo. | ★★★★ |


    Alberto Sáez Villarino
    © Revista EAM / Alicante


    [1]: Cuenta la leyenda que el mago Merlín fue fruto de la violación de una monja por un Íncubo. Pese a la maldad que el niño heredó de la diabólica criatura nocturna, finalmente la bondad de la madre fue determinante para definir el carácter dadivoso que caracterizaría al extrovertido brujo.

    Ficha técnica
    Irlanda. 2015. Título original: Room. Director: Lenny Abrahamson. Guion: Emma Donoghue (Novela: Emma Donoghue). Fotografía: Danny Cohen. Duración: 118 minutos. Productora: Film4 / Irish Film Board / Element Pictures. Montaje: Nathan Nugent. Diseño de producción: Ethan Tobman. Diseño de vestuario: Lea Carlson. Intérpretes: Brie Larson, Jacob Tremblay, Joan Allen, William H. Macy, Megan Park, Amanda Brugel, Sean Bridgers, Joe Pingue, Chantelle Chung, Randal Edwards, Jack Fulton, Kate Drummond. Presentación oficial: Festival Internacional de Telluride 2015.

    Póster: Room, Lenny Abrahamson
    El perdón Fantasías de un escritor Memoria Clara Sola
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