Ilusiones fugaces, amores eternos
Anuario 2015 | Las 10 mejores películas estrenadas en España en 2015.
Abrimos el año, como es habitual, con el cierre del anterior. En el plano cinematográfico, 2015 nos ha otorgado un gran curso. 12 meses de buen cine donde hemos tenido la oportunidad de ver en España las nuevas obras de autores consagrados (Alejandro G. Iñárritu, Bennett Miller, Paul Thomas Anderson); de promesas que han dejado atónito al público con su debut (Alonso Ruizpalacios, David Robert Mitchell, Alex Garland); o de autores que no entienden de cánones (Hou Hsiao-Hsien, Pablo Larraín, Yorgos Lanthimos, Aleksey German, Noah Baumbach). 2015 dejó a una ganadora del Óscar (Birdman) que venció por agotamiento a la favorita, Boyhood; el triunfo del nuevo álbum vital, titulado La giovinezza, de Paolo Sorrentino en los Premios del Cine Europeo; o la victoria de la excelente La isla mínima en los galardones más importantes de nuestro país, los Goya. Pero aun con tantos buenos títulos en nuestra cartelera, el 2015 ha marcado con letras de oro un retorno; el de la saga galáctica más célebre de todos los tiempos. Sí, guste o no, el año que ha acabado ha sido el de Star Wars: El despertar de la Fuerza. Poco importan los resultados de su auditoría profesional y popular, el episodio VII ha supuesto la vuelta de la ilusión a las salas. Una ilusión que, esperemos, signifique alistar a jóvenes retinas al maravilloso mundo del cine como hiciera la primera trilogía allá por los años ochenta. Porque este universo no para. Y, de repente, nos llegan un sinfín de películas que no hay que dejar de ver. Con el permiso del primer spin-off (Rogue One) en pantalla grande, otra vez, de La guerra de las galaxias, el 2016 será el año de El renacido, Los odiosos ocho, Spotlight, La habitación, Carol y puede que de una decena de filmes más. Se lo contaremos aquí, en EAM. De antemano, muchas gracias por su fidelidad. A continuación, los 10 mejores largometrajes estrenados en España de enero a diciembre de 2015.
Redactores que han participado en la votación: Alberto Sáez Villarino, Juan José Ontiveros, Ignacio Navarro Mejía, Miguel Muñoz Garnica, Víctor Blanes Picó, José Martín León, Emilio Martín Luna, Andrea Núñez-Torrón Stock, Judith Romero, Andrés Tallón Castro, Adrián González Viña, Carlota Moseguí, Juan Roures, Daniel Jiménez Pulido, Luis Enrique Forero Varela & David Tejero Nogales. Clasificación completa.
Menciones de honor:
20| Macbeth (Justin Kurzel, Reino Unido), 68 puntos.
19| Mistress America (Noah Baumbach, EE.UU.), 74 puntos.
18| Ex machina (Alex Garland, Reino Unido), 77 puntos.
17| Corn Island (Simindis kundzuli, George Ovashvili, Georgia), 78 puntos.
16| Taxi Teherán (Taxi, Jafar Panahi, Irán), 80 puntos.
15| Güeros (Alonso Ruizpalacios, México), 82 puntos.
14| Truman (Cesc Gay, España), 84 puntos.
13| Qué difícil es ser un dios (Trydno byt bogom, Aleksei German, Rusia), 85 puntos.
12| Leviatán (Leviafan, Andréi Zvyagintsev, Rusia), 93 puntos.
11| It follows (David Robert Mitchell, EE.UU.), 95 puntos.
10| FOXCATCHER (Bennett Miller, EE.UU.), 106 puntos.
«[...] El deporte puede ser muy cruel con sus atletas. El contrato olímpico es una quimera que funciona muy bien sobre el papel pero, en la práctica, es una completa farsa que obliga a muchos de los atletas más importantes del mundo, como ocurrió con Mark Schultz, a vagar de escuela en escuela tratando de enseñar a niños de primaria, por 20 dólares, ciertos valores con los que ni ellos mismos están de acuerdo. Se puede tener un minuto de gloria, pero si no se es un fenómeno —física, mental y socialmente— como lo fue Carl Lewis, Michel Jordan o Muhammad Ali, lo más probable es que los sueños y las aspiraciones del deportista sean más grandes que sus logros, ocasionando una inestabilidad emocional inaguantable. En figuras como la de David Schultz, auténtico entrenador de Mark y ejemplo de deportividad, interpretado sensacionalmente por Mark Ruffalo, es donde encontramos que los auténticos valores deportivos siguen presentes en nuestra sociedad, escondidos en iconos olvidados, personas que de verdad creían en el deporte como medio de superación, educación y protesta, sin importarles tanto su éxito personal como el triunfo de sus principios. Lamentablemente, ese tipo de valores se castiga con el ostracismo atlético, un castigo que, por otra parte, habrá valido la pena si pensamos en la reivindicativa imagen de Tommie Smith y John Carlos en lo alto del podio olímpico de México 1968, con el puño en alto en señal de protesta por la falta de derechos de los afroamericanos». (CRÍTICA)
09| LANGOSTA (The lobster, Yorgos Lanthimos, Reino Unido), 127 puntos.
«[...] Resulta pues muy sencillo para el espectador observar los acontecimientos de manera parcial y objetiva, ya que cualquier empatía con los protagonistas ha sido erradicada desde el comienzo por la incomprensión que estos provocan. Todo desembocará en una extravagante idea tomada del dicho popular “el amor puede surgir en los sitios más insospechados”, aunque adaptándola a las circunstancias donde lo insospechado del lugar no es tan importante como lo inapropiado. Un paradójico y, al mismo tiempo, entendible escenario en el que un hombre es incapaz de hallar pareja en un lugar idóneo, empero se encuentra de bruces con su mujer ideal en el único sitio donde las relaciones son ilegales y fuertemente castigadas. Otro ejemplo de materialización cinematográfica del amor, y de la necesidad imperante en la sociedad de pragmatizar todo aquello que escapa de la lógica capitalista, recordándonos nuevamente a esa guía del universo distópico que supuso 1984, sobre todo en la interpretación de dos factores clave del filme: el intento de simplificación del lenguaje sentimental, semejante al diccionario de “nuevalengua”, cuya finalidad era reducir el número de entradas al mínimo necesario para el entendimiento básico de los hablantes; y el tratamiento de las relaciones amorosas, en el que se prohíbe la genuinidad de las mismas en pro de un empirismo romántico ajeno al afecto, ya previsto por Orwell en el capítulo dedicado a la oposición explícita de las relaciones amorosas y a la incitación al consumo de prostitución como forma de paliar los impulsos irrefrenables. Como trasfondo queda una inequívoca demostración de autoría y dramaturgia de un director en plena forma y con las ideas muy claras, cuya visión pesimista de un mundo antiutópico comienza a ser ya un simple reflejo de la realidad donde, en efecto, lo único sorpresivo es la ingenuidad de las acciones de los personajes y no sus repercusiones pues, echando la vista atrás, ya nos resulta sencillo equiparar las calamidades ficticias a las reales». (CRÍTICA)
08| EL CLUB (Pablo Larraín, Chile), 155 puntos.
«[...] El club despliega, en fin, una estética de lo áspero. Que, al igual que sucede con el personaje del antiguo monaguillo, deja intuir lo malsano que se oculta tras la cadencia monótona de su indecoroso día a día. El mostrar al grupo de curas corruptos como tipos corrientes con los que es posible cierta empatía, lejos de quitarles hierro, aumenta el shock ante sus crímenes (o pecados, si se prefiere). O, más bien, ante su actitud presente ante ellos. Ante sus intentos por poner a sus acusadores al mismo nivel que ellos, o ante las mezquindades que siguen dejando emerger para aferrarse a su condición de reclusos en jaula de oro. Esta estupefacción la provoca, sobre todo, un personaje tan humanamente incoherente como el mencionado padre Vidal, un abusador de niños que habla del amor homosexual con un misticismo apasionado. Lo que apunta a la misma ambigüedad escalofriante que connota su relación con el galgo, de la que hablábamos al abrir estas líneas. Sabiamente, Larraín no pretende fustigar a sus criaturas, pero tampoco rescatarlas. Sino levantar un relato, sin miedo a meter el dedo en el fondo de la herida, donde la manifiesta falta de actitud penitente por parte de los curas amplifica sus ecos y apunta al silencio y el encubrimiento que los sostiene. Dejando que sea uno de los monstruos que crearon a su paso el que permita vislumbrar lo estremecedor que hay en sus actos pasados, algo de lo que ni ellos mismos parecen terminar de ser conscientes. Con lo cual, Larraín consigue jugar en una liga de grandes películas. Aquellas que han sido capaces de desenterrar la dolorosa verdad de que el Mal, con mayúsculas, puede ser algo profundamente humano». (CRÍTICA)
07| SICARIO (Denis Villeneuve, EE.UU.), 159 puntos.
«[...] De esta manera, recurriendo a una tosca y expeditiva fluidez narrativa, el director establece una incuestionable relación entre violencia y entorno. No se entiende Ciudad de Juárez sin su componente principal: el odio. Éste, a su vez, origina un subsecuente estado generalizado de terror, lo que funciona como un todo organizador del medio. La ciudad se va levantando entonces proyectada, o condicionada, por una necesidad defensiva establecida por ese miedo. Así se aprecia que sus habitantes siguen la lógica procedimental que les dictan los muros defensivos, al asumir una posición de alerta constante, conformando un bucle de acciones y reacciones brutales asumidas desde la infancia a consecuencia de esa misma estructura arquitectónica. Lo paradójico de la situación llega precisamente al hacer frente a esa fuente de hostilidad. La confrontación entre los intrusos y los habitantes de Juárez crea una transmisión del comportamiento que hace imposible distinguir qué bando está actuando de manera más censurable; los narcotraficantes, que al fin y al cabo no hacen sino aquello que les han permitido hacer desde que tienen uso de razón, o los policías, quienes se proponen atentar contra el determinismo unidireccional y unívoco establecido en una zona regida bajo leyes independientes y ahora, por lo que parece ser un simple capricho o vendetta personal, han decido aniquilar el pacto no escrito que declaraba a ese territorio emancipado bajo un orden sucesivo, nacido de los llamados factores de riesgo y cuyas tareas administrativas, ejecutivas y judiciales fueron entregadas a los poderosos narcos con la única condición de que sus actuaciones homicidas no sobrepasaran los límites previamente delimitados. La película establece que la contención de la violencia resulta poco probable. Un delincuente juvenil, al margen de cualquier sindicato y en un acto de inconsciente necesidad, puede romper en cualquier momento con ese pacto y, al mismo tiempo, con el deseado orden. Es un mecanismo de supervivencia con el que palia la escasa libertad que tiene en el espacio privado marginal que le han asignado, y que lo obliga a disputar, ahora en el espacio exterior y público, su sentido de existencia; una relación espacio-ambiental que es entendida como una forma de depredación dada su condición social y simbólica. Finalmente, todo se resuelve como en un abrir y cerrar de ojos, o como una bala atravesando un cráneo para desactivar de forma permanente el mecanismo que nos mantiene conscientes de nuestras propias acciones». (CRÍTICA)
06| DEL REVÉS (Inside Out, Pete Docter, EE.UU.), 189 puntos.
«[...] Liberados de subtramas accesorias, Pete Docter (Up) y Ronnie del Carmen (storyboard artist y animador de Ratatouille y Simbad, entre otras) sitúan la tragicomedia intramuros y convierten a Riley en un sujeto pasivo cuyo luminoso backstage posee también un estudio de cine en el que se ruedan, a tiempo real, las secuencias breves soñadas por la niña (maravilloso el detalle del filtro fotográfico que convierte lo abstracto en tangible); al principio un bebé y después una preadolescente no poco dotada para el hockey sobre hielo: basta con verla meterle gol a la chimenea de su nuevo dúplex en San Francisco. Burla a su padre en una baldosa y clava la pastilla de papel en el muro ennegrecido por el hollín. Si eso no une, que venga alguien y me lo diga. ¿Quién se deprime tras algo así?, cabría preguntarle a Pete Docter. Y si la mente es un reloj sin manual de instrucciones, indivisible pero compuesto de millones de engranajes que trabajan a una velocidad psicodélica, ¿cómo es posible que las emociones sean sólo cinco? ¿Y que el fútbol haya infestado de repente el imaginario cinéfilo norteamericano? ¿No tenían los señores del balompié, o soccer, suficiente con Europa y Sudamérica y Asia? Confiaba yo en que nos dejasen ver crecer físicamente a Riley, y no es así, pero a cambio nos brindan algunas de las mejores secuencias de animación jamás vistas, el tributo al arte representativo en un primer estadio y al figurativismo en último término, muertas ya las tres dimensiones, con los héroes tirando líneas como Peridis o Roberto Carlos. Una genialidad que asombrará incluso al más pecho frío del cine. Ocurrencias todas ellas a la altura del siempre optimista Big Bong, un elefante de algodón de azúcar con cola de gato, traje raído y mochila-chistera mágica. Una suerte de Pepito Grillo, White Rabbit, Doraemon y Dumbo (sin peluquín) siguiendo —¡un, dos, tres, cuatro!— a su manada en el desfile militar de El libro de la selva. Más o menos así: nada tiene que cambiar para que todo sea diferente. Pixar en estado puro». (CRÍTICA)
05| NIGHTCRAWLER (Dan Gilroy, EE.UU.), 239 puntos.
«[...] El cálido retrato que teníamos de la soleada california es desmitificado por completo, gracias a una acción que discurre íntegramente bajo la luz de una sempiterna luna llena. Las tomas diurnas son, en su mayoría, en interiores y tienen una función narrativa premonitoria —al igual que el amenazante acompañamiento musical—. La mayor parte de las elipsis se producen, por tanto, durante las horas solares, dejando que la noche marque el tempo entre luces artificiales difuminadas por la gran profundidad de campo con la que Robert Elswit, asiduo colaborador de Paul Thomas Anderson y oscarizado por Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2008), ha dotado a su fulgurante fotografía. Es precisamente este aspecto visual, aparte de las más que obvias secuencias de conducción de un deportivo a gran velocidad por las calles de Los Ángeles, lo que nos hace reencontrarnos con otra de las posibles fuentes de inspiración del realizador: Drive (2011) —seguimos con palabras mayores—. Estableciendo que la cinta de Winding Refn analizaba, a través de Ryan Gosling, la figura del ángel salvador, perseguidor de las causas justas y nobles, Jake Gyllenhaal podría estar representando a su antítesis en una nueva y perturbada personificación de la muerte. “Me gustaría decir que si alguien me ve, es porque está teniendo el peor día de su vida”, afirma, como si de la misma Parca se tratara, un espectacular Gyllenhaal en la cima de su carrera, consiguiendo hacer justicia a esa elocuente falta de signos de puntuación de la que hablábamos al comienzo con una interpretación sobresaliente y sobrecogedoramente persuasiva, tan convincente como su verborrea amoral —sin pausa entre palabras— y tan desquiciada como esa inquietante mirada inyectada en sangre que no hemos sido capaces de ver pestañear en las dos horas de duración». (CRÍTICA)
04| THE ASSASSIN (刺客聶隱娘, Hou Hsiao-Hsien, Taiwán), 284 puntos.
«[...] La lente es un objeto animado, atemorizado por la violencia del mensaje, por lo que lo afronta huidiza, escondiéndose tras las cortinas de terciopelo mientras ofrece una visión carmesí tan espesa como la propia sangre, acercándose con sigilo e impidiendo que sus movimientos distraigan a los protagonistas o delaten su estrategia. Para lograr tal grado de mimetización habrá de funcionar como un elemento más de las coreografías; si el foco de atención se mueve lateralmente, así procederá ella, ya sea en el mismo sentido o en el inverso, por el contrario, si el protagonista queda inmóvil, derrotado, o incapaz de reaccionar ante la rapidez de los acontecimientos, la cámara aprovechará para acercarse más a él, obviando, en un sensacional fuera de campo, el ajetreo de la acción y los combates acalorados en pro de un astuto plano mantenido introspectivo[...] La abstracción del mensaje aporta, por lo tanto, la fuerza necesaria para que la sutil combinación existente entre fotografía, interpretación y dirección no resulte un mero ejemplo más del elegíaco proceder asiático en materias marciales. The Assassin revela la maestría de un director en la cima de su carrera, un ejercicio histórico que se mueve reflexiva y suavemente con un vaivén que oscila entre lo esotérico y lo bélico, tratando de testimoniar la difícil lucha de una mujer por encontrar su camino lejos de las delimitaciones que le han sido establecidas, enfrentándose a la maldad inherente al ser humano y al arrepentimiento propio por unas acciones que asume con total responsabilidad, pero que llevó a cabo desprovista por completo del libre albedrío procedimental. Una película tan importante como novedosa que parece delimitar una senda por la que el cine oriental contemporáneo podría volver a encontrar y combinar los dos pilares básicos en los que un día se sustentaron algunas de las mayores obras de todos los tiempos: estética y elocuencia. Sin lugar a dudas, uno de los ejemplos artísticos mejor trazados que hemos visto en lo que va de siglo». (CRÍTICA)
03| PURO VICIO (Inherent Vice, Paul Thomas Anderson, EE.UU.), 291 puntos.
«[...] Con todo, el director se cuida siempre de no explicitar la degeneración sensorial y espiritual de ‘Doc’ mediante paréntesis imaginarios o alucinaciones descubiertas. La interpretación de que todo pueda ser un sueño no se desvanece nunca, pero a la vez ningún elemento se desvía de la credibilidad. Las únicas alteraciones visuales que merecen remarcarse obedecen a recursos comunes, aunque aquí adquieran un nuevo significado. De esta forma, el contado uso del slow motion se liga a los recuerdos más que al suspense, y los encadenados funcionan antes como reflejos de una distinta percepción espacio-temporal que como técnicas de enlace o unión entre planos. También sirven para reforzar un motivo recurrente de la cinta, como es la aparición y desaparición casi trivial de cosas y personas, en particular de Mickey y Shasta, cuando se supone que su búsqueda es el motor de la trama. Por el contrario, el anodino cigarrillo que casi siempre cuelga del labio de Sportello nunca se esfuma de pronto, cuando precisamente es en este detalle donde suelen ser más frecuentes los fallos de raccord. Ello confirma que la historia antes resumida no es más que un gran macguffin, el envoltorio de un relato subyacente donde lo que realmente importa son esos otros momentos que uno pueda disfrutar en paz en compañía de un ser más o menos querido, aunque no sean más que unas hierbas en inminente combustión. Son supuestas menudencias que amenazan con caer bajo el peso del utilitarismo, el pragmatismo, el capitalismo y otros ismos propios de la superestructura, de lo “macro”. O, en otras palabras, la playa y sus infinitos granos de arena se ven progresivamente invadidos por el asfalto y los adoquines, de manera que la única escapatoria es sumergirse en el mar… Un mar de dudas que seguirán sin resolverse del todo por muchas veces que emprendamos este viaje único de la mano del que ya, sin duda, puede considerarse uno de los grandes creadores de la Historia del cine. (CRÍTICA)
02| BIRDMAN (Alejandro G. Iñárritu, EE.UU.), 329 puntos.
«[...] Finalmente, el momento de máxima depresión y enajenación mental coincide con la manifestación física de ese narrador, y, a la misma vez, es el momento de mayor esplendor artístico del personaje que da vida a Mel McGinnis —What We Talk About When We Talk About Love (obra que se interpreta dentro del filme, de Raymond Carver, 1981)—. Los diálogos, tendentes al soliloquio, van desnudando sentimientos al tiempo que muestran la verdadera faceta del personaje que el público no ve, el que se mueve tras el escenario y el de “no-me-importa-un-carajo”. Al igual que Teresa, la interpretada en la obra de teatro que siente la necesidad de ser amada hasta el punto de defender los malos tratos con la excusa del amor, los intérpretes debatirán sobre el cariño, el sexo, el éxito y, en definitiva, sobre su particular concepción del amor como aspectos fundamentales del sentido de la vida. El constante humor derrotista ayuda a asimilar el pesimismo descarnado con el que el libreto plantea la incertidumbre y la vulnerabilidad con la que convive el ser humano, y deja que todo se funda en la víspera de un apoteósico final que coincidirá con la gran noche de estreno. Un desenlace que será “falso”, o anticipado, en un guiño al propio Carver y que dará paso a la definitiva terminación dramática: el dolor y el sufrimiento como único camino hacia la redención. Es el canto de la moneda, ni los ricos ni los pobres, son los marginados de la clase alta, individuos que viven atrapados en su miserable frustración, deseando que les llegue la oportunidad de volver a entrar en el selecto grupo elitista de la hipocresía canónica; conocedores de su falta de principios, aceptan admiración por amor y desisten en la búsqueda de una relación personal sana que ya parece tan inalcanzable como irreconciliables son para ellos mundo y realidad». (CRÍTICA)
01| MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA (Mad Max: Fury Road, George Miller, Australia), 330 puntos.
«[...] De nuevo, al igual que en Mad Max 2, los parámetros del western no quedan tan lejanos y si en aquella se detectaba una cierta influencia de La diligencia (John Ford, 1939), con bárbaros saqueadores sustituyendo a los tradicionales indios, Furia en la carretera casi podría pasar por un remake no confeso de otro clásico del género, Caravana de mujeres (William A. Wellman, 1951). Todo el filme es una constante montaña rusa en donde cada nueva secuencia de acción supera en espectacularidad a la anterior gracias a unos magníficos efectos especiales, unos imposibles movimientos de cámara y su vertiginoso montaje. Un “más difícil todavía” que deja a las anteriores entregas en un simple calentamiento y que deja momentos para el recuerdo como el de los vehículos adentrándose en una devastadora tormenta de arena o el dilatadísimo y trepidante clímax final, repleto de emoción (en el sentido más amplio de la acepción). Visualmente, Miller ha parido una auténtica maravilla, en donde la cromática fotografía de John Seale exprime todo el potencial de los impresionantes desiertos naturales, en donde tanto las escenas diurnas como las nocturnas adquieren una belleza casi pictórica. Por su parte, Junkie XL compone una banda sonora de lo más potente que acompaña con auténtico nervio a la musculosa acción —con la ayuda incuestionable de esos esbirros que ponen música a la lucha con sus tambores de guerra y un guitarrista heavy que también utiliza su instrumento como lanzallamas, ganándose, desde ya, un puesto de honor entre los mejores hallazgos de la saga a nivel de personajes— y a sus momentos más líricos, que también los hay. Por encima de cualquier hype, la nueva Mad Max es todo lo que debería ser el blockbuster perfecto. Una superproducción de serie A —sus 100 millones de dólares de presupuesto así lo acreditan— con el espíritu desvergonzado y juguetón de la serie B, que trasciende su condición de cine palomitero para convertirse en la propuesta más redonda y satisfactoria de lo que llevamos de 2015. Si no es una obra maestra, poco le falta». (CRÍTICA)