Cómo hacer un cóctel multirreferencial y sobrevivir en el intento
crítica de Fargo (2014-) | Segunda temporada.
FX / 2ª temporada: 10 capítulos | EE.UU, 2015. Creador: Noah Hawley. Directores: Michael Uppendahl, Jeffrey Reiner, Keith Gordon, Adam Arkin, Randall Einhorn, Noah Hawley. Guionistas: Noah Hawley, Bob DeLaurentis, Steve Blackman, Matt Wolpert, Ben Nedivi. Reparto: Patrick Wilson, Kirsten Dunst, Jesse Plemons, Ted Danson, Bokeem Woodbine, Zahn McClarnon, Cristin Milioti, Jean Smart, Jeffrey Donovan, Rachel Keller, Nick Offerman, Angus Sampson, Keir O'Donnell, Michael Hogan, Elizabeth Marvel, Allan Dobrescu, Raven Stewart, Brad Mann, Todd Mann, Brad Garrett. Fotografía: Dana Gonzales, Craig Wrobleski. Música: Jeff Russo.
Esta es la historia de una tragedia americana. Una que aconteció en 1979, en un momento donde los hombres y las mujeres experimentaban cambios. Ellos volvían de la Guerra de Vietnam, y ellas querían una autonomía que era suya por derecho. Y en ese periodo ha decidido ambientar Noah Hawley la segunda temporada de Fargo, y la gran noticia, la que todos esperábamos, es que lo ha vuelto a hacer. La temporada, que se puede ver como una gigantesca precuela de la primera, es estupenda. Un prodigio de estilo, humor, violencia y originalidad. Un alarde constante de ingenio y carisma, que solo se puede hacer desde la mayor de las seguridades pero también con un impulso algo suicida. Si su predecesora se inspiraba fundamentalmente del film homónimo de 1996, en esta ocasión el creador ha decidido canalizar el espíritu del cine de Joel & Ethan Coen en una trama que no solo sigue homenajeando la película Fargo, sino también Muerte entre las flores (Miller`s Crossing, 1990), El hombre que nunca estuvo allí (The Man Who Wasn`t There, 2001), No es país para viejos (No Country For Old Men, 2007) o Quemar después de leer (Burn After Reading, 2008), solo por decir los referentes más obvios. La trama nos lleva esta vez al desarrollo de la llamada Masacre de Sioux Falls, donde el enfrentamiento entre la familia Gerhardt y la mafia de Kansas City tuvo en su centro al peculiar matrimonio Bloomquist y a las apariciones de algunos objetos voladores no identificados, dejando un considerable reguero de cuerpos y manchas de sangre. En medio de todo y en el lado de la ley está la familia Solverson, nuestro nexo más directo con la primera temporada, y que por jurisdicción e instinto va a ser parte investigadora del caso. A Lou le da vida en su juventud un estupendo Patrick Wilson, nominado al Globo de Oro, y conoceremos a su esposa Betsy, madre de Molly y enferma de cáncer, y a su suegro Hank, de quién pudo haber aprendido sus estupendas dotes de policía.
El mayor mérito de Hawley y su equipo es el de crear vida y una historia factible cuando su construcción es tan artificial, cuando los referentes importan tanto a la hora de componer los episodios. Requiere un talento especial como narrador el hacer esto, y está claro que Hawley lo tiene, de ahí que todo tenga cabida en su Fargo (desde una narración omnisciente a cargo de Martin Freeman hasta una premonición certera de Betsy que se materializa para deleite de la audiencia fiel). Todo este artificio para hablar en realidad de temas eternos, de hombres y mujeres diseccionados hasta los sentimientos más elementales y de la idiosincrasia de un país y en concreto de una región que parece regirse por reglas muy particulares. La gran novedad de estas entregas es la apuesta por la coralidad de una historia que sucede en múltiples frentes, más o menos conectados pero tocados todos por el carisma de unos diálogos para enmarcar y unas interpretaciones sensacionales. Humor y gravedad que bailan con una facilidad pasmosa escena tras escena, en una operación donde no sobra nada y todos los elementos están bien usados. Y como ya ha pasado, existe algún que otro personaje que acaba destacando casi por méritos propios, al producirse la acertada simbiosis entre un gran intérprete y un material de altura. Si de la primera temporada es difícil olvidar a Lorne Malvo o Molly Solverson, aquí son Peggy Bloomquist o Mike Milligan los que dejan un mejor recuerdo, debido en gran parte al talento de la también nominada al Globo de Oro Kirsten Dunst –que está sensacional en un personaje nada fácil, que le pide actuar con cada célula de su ser– y de Bokeem Woodbine, en auténtico estado de gracia. Pero nadie desmerece en un desfile de criaturas algo tocadas que dejan una impresión, como mínimo, a recordar. También se puede apuntar, aunque sucede muy poco, que en ese querer cimentar el carisma se cae en la verbosidad más redundante, y pasamos de estar en el mundo de los Coen a estar, digamos, en una cinta de Quentin Tarantino. No es que sea algo malo de por sí, pero si sucede varias veces en un mismo episodio el espectador puede acabar más harto que encantado. Peccata minuta en realidad, pero arruina lo cerca que está la serie de la perfección.
«Un prodigio de estilo, humor, violencia y originalidad. Un alarde constante de ingenio y carisma, que solo se puede hacer desde la mayor de las seguridades pero también con un impulso algo suicida».
Porque Fargo está tan bien ensamblada que no se puede despiezar, pues resulta de lo más complicado separar entre capítulos e historias porque todo se retrotrae y se referencia a sí mismo, en una progresiva escalada tocada por el fatalismo desde que se produce la primera muerte. El azar, el ego, la soberbia, el frío, el deseo o el amor son los elementos con los que sus responsables juegan para armar un puzle que depara grandes momentos unidos a profundas reflexiones sobre la existencia humana. Y jugar es la palabra clave para entender mejor esta ficción, ya que las expectativas creadas tienen tanta importancia como el resultado final. A Hawley le encanta regordearse en la anticipación, saborea las dilataciones de tiempos y acciones (todo el capítulo que acontece en la cabaña de los Bloomquist) y lo mejor es que cuando finalmente ejecuta lo que venía armando con mimo y paciencia, siempre está a la altura. La imprevisibilidad es la gran baza de los responsables de Fargo (nominada de nuevo al Globo de Oro como Mejor serie limitada, tras ganar el año pasado), que con su talento de contadores de historias pueden meter en este sofisticado cajón de sastre que es la voz autoral de los hermanos Coen lo que quieran y producir algo muy especial. Esta operación tiene su componente de riesgo y hasta un punto de altivez, ya que ahí es nada calzarse esos legendarios zapatos y ponerse a andar en ellos durante una decena de episodios, pero lo que importa al fin y al cabo es ese resultado final, uno que merece (y mucho) la pena. Lo contado aquí es una historia criminal que experimentan unos personajes marcados por diversas guerras, que rezuma humanidad (luminosa y tenebrosa) por los cuatro costados, y que se dice adiós con calibradas dosis de justicia (real y cósmica) que nos recuerdan que en el mundo sigue habiendo buenos y malos, que en el fondo lo que importa puede ser tan simple como el calor de un gesto para sobrellevar nuestra existencia. | ★★★★ |
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla