La ley contra el dinero
crítica del episodio piloto de Billions.
Showtime | EE.UU, 2016. Director: Neil Burger. Guión: Brian Koppelman & David Levien & Andrew Ross Sorkin. Reparto: Paul Giamatti, Damian Lewis, Maggie Siff, Malin Åkerman, Toby Leonard Moore, David Costabile, Condola Rashad, Jeffrey DeMunn, Terry Kinney, Glenn Fleshler, Stephen Kunken, Nathan Darrow, Arthur Nascarella, Deborah Rush, Melissa Errico, Danny Mastrogiorgio, Robert LuPone, Christopher Paul Richards, Jack Gore, Daniel K. Isaac, Kelly AuCoin, Ivan Martin, Jerry O'Connell. Fotografía: Eric Steelberg. Música: Eskmo.
Con su estreno el pasado domingo 17 de enero, Billions se ha convertido en el arranque más exitoso de la historia de Showtime, y no podemos decir que nos extrañe. No hace daño tampoco que vaya acompañada de Shameless (2011-), uno de los mayores y continuados éxitos de la cadena, pero también se debe a que es una combinación difícil de resistir de entrada, al menos para el seriéfilo de pro. A saber, una serie que mira con lupa la vida del 1% escandalosamente rico en Norteamérica y los esfuerzos de un poderoso fiscal para enjuiciar a un multimillonario. Un cuarteto protagonista con tirón (con Damian Lewis y Maggie Siff viniendo de sus respectivos éxitos catódicos, el nominado al Óscar y excelente actor Paul Giamatti debutando en una ficción semanal y la popular Malin Akerman mostrándonos sus artes de actriz dramática) y la promesa de un duelo de titanes que, de entrada, no decepciona. Pero hasta llegar al choque propiamente dicho, casi al final de estos cargados 59 minutos, los creadores Brian Koppelman, David Levien (popular dúo cinematográfico) y Andrew Ross Sorkin –periodista experto en economía que ha documentado la crisis financiera en forma de libro– han preparado bien el terreno, explicando poco a poco un mundo que para muchos, este crítico el primero, resulta de lo más críptico. La acusación que el fiscal Chuck Rhodes podría lanzar contra el empresario Bobby Axelrod es la de tráfico de información privilegiada, algo difícil de probar porque supone seguir el dinero en un conglomerado empresarial que siempre suele ser complejo. Por tanto, la entrada en el asunto para el espectador es la de contemplar el factor humano, los hogares y entornos profesionales de Rhodes y Axelrod, ayudándonos a comprender el ansia de más poder y notoriedad de unas figuras que no van escasas de ninguna de estas cosas.
La serie arranca como solo una serie de Showtime puede, y aunque no vamos a desvelar exactamente qué sucede, basta con decir que no solo es algo hecho para buscar la imagen impactante, sino para informarnos desde ya sobre los personajes (amén de formar un círculo perfecto con el final del capítulo) y sus dinámicas. Desde ese momento, no pararán de sucederse eventos, uno tras otro con una banda sonora del grupo Eskmo que habla sin palabras de una situación tensa, un mundo tenso. Los guionistas usan el metraje de manera expeditiva, y no están tan preocupados de introducir a los personajes y sus tramas durante todo el metraje sino de que la historia empiece a crecer como la bola de nieve que parece va a ser. Estamos en el universo del riesgo, donde las posiciones aseguradas parecen estar todas a un mínimo toque de derrumbarse. Antes de centrar el conflicto en estos dos hombres, se toma la inteligente decisión de mostrarnos a Chuck en su más despiadado momento –esa reunión con un imputado– y a Bobby como perfecto e inteligente tiburón de los negocios. Y de la vida. Ellas, por su parte, tienen por el momento menos tiempo para definirse, aunque cada una cuenta con un momento memorable para que sepamos que son igualmente potentes como personajes. Es verdad que hay algo de rutina y de exposición del argumento para el espectador medio en algunas partes (Bobby y sus hijos en concurso, Chuck en el estudio ante su padre), pero es que esto sigue siendo un piloto y hay que vender la serie, pero a la larga se perdonan porque, en comparación con el resto, esta introducción es más que interesante. Los posibles intereses cruzados entre las familias prometen un material de alta calidad, así como las cuestionables prácticas que el fiscal y el empresario puedan acometer bajo la mesa. Una partida de ajedrez entre dos grandes, y una visión de las altas esferas y sus entornos (prensa, negocios locales, altruismo) que suena a verdad inyectada de esteroides. Billions parece una combinación perfecta, o al menos da lo suficiente como para propiciar el regreso para el segundo episodio. [80/100]
Adrián González Viña
© Revista EAM / Sevilla