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    Crítica | Star Wars: El despertar de la Fuerza

    Star Wars: El despertar de la Fuerza

    El despertar de la nada

    crítica de Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars. Episode VII: The Force Awakens, J.J. Abrams, EE.UU., 2015).

    Se encuentran estos días muchos frikis de Star Wars que aseguran no haber sentido apenas el paso del tiempo desde el final de la segunda trilogía, fechada en 2005 con los estertores faciales de Anakin Skywalker, también conocido como Darth Vader en su versión tenebrosa (más tenebrosa si cabe, pues ya el niño con peinado a tazón en su vaina de carreras no hacía presagiar nada bueno). Recuerden: había un río de lava y el maestro Obi Wan advirtió a su todavía pupilo de que la altura le ofrecía ventaja en caso de un ataque forzoso por parte del propio Anakin; pero el chico se lanzó, ciego de ira, y ya saben cómo acaba la historia: sin brazos ni rostro ni piedad. Aquel duelo certificó el nacimiento del gran icono de Star Wars, una armadura imperial y una voz —sí, la de Constantino Romero; vayan por delante mis disculpas, David Prowse— también imperial. Han sido diez años de relamerse los rumores ante la posibilidad de una continuación al último episodio, El retorno del jedi, que dejó la saga en standby y en una posición bastante delicada artísticamente: no convencieron los adorables mimosines, o ewoks, ni el argumento cristalizó en una película vibrante como había sido su antecesora, El imperio contraataca. Más tarde los fans recibieron tres episodios en formato precuela porque a Lucas se le ocurrió que, vaya, sería fantástico empezar justo al principio, con un relato cuya generosidad se pareciera a la de esos coches diésel que arrastran historias apasionantes y que nos vieron crecer camino de Murcia o de Benidorm, que en cierto modo siempre nos ha recordado a la cantina de Mos Eisley. También allí encontrabas gente rarísima, tocando cualquier instrumento y bebiendo insólitos brebajes con sombrilla bajo las luces tenues.

    Y así, visitando a los elefantes de hierro en la nieve, recordando a Yoda como a esos vecinos que alguna vez ejercieron de improvisados familiares, invocando sarcásticamente a misa Jar Jar Binks, ese Goofy metamorfoseado en anfibio; dibujando a ratos surcos en las jóvenes caras que ya despidieron su juventud de Han Solo y Mark Hamill y Carrie Fisher, llegamos por fin al Episodio VII: El despertar de la Fuerza. Cuarenta años después. Diez abriles más tarde. Yo sí percibo la(s) distancia(s) que hay entre Darth Vader, Darth Maul, Conde Dooku y Kylo Ren. Y no sólo las temporales. Veamos por qué. La dirección es de J. J. Abrams, un realizador bien ponderado al que ciertos voceros gustan de comparar con Steven Spielberg, o incluso con el mismo productor ejecutivo del filme: George Lucas. Lisonja envenenada a la que el director neoyorquino responde a su manera, es decir, guiñándole un ojo al público mientras invoca a los dioses del Nuevo Hollywood. De manera inconsciente, Abrams se ha proyectado en la película a través de Kylo Ren, que no sabe si romper con todo o romperlo todo hasta convertirlo en una performance. Y ahí persevera él, tira que te tira de la cuerda en un pulso interminable que, reconozcámoslo, en ningún momento emociona pero agrada sin recurrir a la estridencia audiovisual. La galaxia convulsiona por el mazo de la Primera Orden, cuyos generales —suma y sigue, una vez más— intentan calcinar literalmente la República y sus distintas manifestaciones, silenciadas y comprometidas a un tiempo si el general al mando es Leia. Que resiste a duras penas, como siempre, la presión del sempiterno lado oscuro. Inicia Abrams el show con Kylo Ren (Adam Driver) tras la pista del piloto rebelde (Oscar Isaac) y su droide BB-8, quienes aterrizan en un planeta desértico para recoger un mapa que los conducirá hasta Luke Skywalker. El fuego es inminente. La pose del nuevo villano, inapelable. Driver parece la Parca con sable láser en cruz invertida. Y digo parece, porque en realidad es un malandrín de medio pelo. La primera vez que se quita el casco y descubres su cara de pánfilo disfuncional, sabes que la suerte está echada.

    Star Wars: El despertar de la Fuerza

    «Toda fábula que se precie, aun formando parte de un gran puzle cinematográfico, debe funcionar como una entidad indivisible. Y esta funciona con parches, al tran trán, más por inercia melancólica que por méritos propios».


    Es sospechosa la claridad con que los guionistas muestran sus cartas ya desde el minuto uno. El "arco de transformación" de los personajes, si me permiten la pedantería del sintagma entrecomillado, resulta tan previsible que obliga a pensar no ya en un autor ramplón sino en un mercenario fétido, más bien cobarde y condescendiente para con sus espectadores. Toda fábula que se precie, aun formando parte de un gran puzle cinematográfico, debe funcionar como una entidad indivisible. Y esta funciona con parches, al tran trán, más por inercia melancólica que por méritos propios. Aunque su humor es reconocible (excita las buenas sensaciones, los buenos recuerdos) y la acción transcurre sin el azogue característico de los productos manieristas. Abrams ofrece (y aborta) algunas escenas de gran calibre, sobre todo cuando las naves intercambian fogonazos a máxima velocidad. En un contraluz apoteósico, deudor de Apocalypse Now y sus helicópteros con música incorporada —ah, Wagner—, el camarógrafo Daniel Mindel enciende el horizonte como si fuese la caldera de un infierno artificial. Y no pasan ni tres segundos. Y adiós. Y corte. Tienen prisa. Y otro corte. Debe de ser que la muchachada no resiste una latencia mayor. A fin de cuentas su hardware fue configurado para soportar únicamente experiencias breves, pero durísimas, al estilo Jackass o Pocholo Martínez-Bordiú. Y pensándolo mejor: lo raro es que hayan extendido el metraje a dos horas y diez, y no a unos plausibles dos minutos y medio, que es lo que dura un tráiler fetén y es lo que tarda en llegar a cualquier sitio el Halcón Milenario, quizá la primera nave gasoil del futuro, como aquel Citroën que de tanto en tanto nos conducía hasta galaxias muy, muy lejanas. A tan sólo quinientos kilómetros de Madrid. | ★★ |


    Juan José Ontiveros
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos: 2015. Título original: Star Wars. Episode VII: The Force Awakens. Director: J.J. Abrams. Guión: J.J. Abrams, Lawrence Kasdan. Fotografía: Daniel Mindel. Música: John Williams. Reparto: John Boyega, Daisy Ridley, Harrison Ford, Carrie Fisher, Mark Hamill, Oscar Isaac, Adam Driver, Gwendoline Christie, Lupita Nyong'o, Andy Serkis, Domhnall Gleeson, Max von Sydow, Anthony Daniels, Peter Mayhew, Maisie Richardson-Sellers, Kenny Baker, Katie Jarvis, Christina Chong, Simon Pegg, Miltos Yerolemou, Warwick Davis. Productoras: Lucasfilm / Bad Robot / The Walt Disney Company.

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