El norte que no nos contaron
crítica de Bron/Broen (2011-) / Tercera temporada.
Filmlance International AB | 3ª temporada: 10 capítulos | Suecia-Dinamarca, 2015. Creador: Hans Rosenfeldt. Directores: Henrik Georgsson, Rumle Hammerich. Guionistas: Hans Rosenfeldt, Camilla Ahlgren, Nikolaj Scherfig, Björn Stein, Erik Ahrnbom, Astrid Øye. Reparto: Sofia Helin, Kim Bodnia, Thure Lindhardt, Dag Malmberg, Rafael Pettersson, Sarah Boberg, Maria Kulle, Henrik Lundström, Gabriel Flores Jair, Adam Pålsson, Nicolas Bro, Sarah-Sofie Boussnina, Anna Björk, Reuben Sallmander, Louise Peterhoff. Fotografía: Jorgen Johansson, Olof Johnson, Ari Willey, Carl Sundberg, Lars Reinholdt. Música: Patrik Andren, Uno Helmersson, Johan Söderqvist. Productoras: Nimbus Film Productions / Sveriges Television (SVT) / Danmarks Radio (DR) / Zweites Deutsches Fernsehen (ZDF) / Norsk Rikskringkasting (NRK).
Cuando en el otoño del 2011 se estrenó Bron/Broen (El Puente), la serie sueco-danesa comenzó a perfilarse como una alternativa dentro del género policial para ocupar el espacio vacante que dejaba su inmediata predecesora, la notable Forbrydelsen. Tal había sido la repercusión de esta última, que para el mismo año la cadena estadounidense AMC puso en el aire una adaptación propia titulada The Killing. Teniendo en cuenta estos antecedentes y considerando que Bron/Broen representa la primera coproducción televisivas entre los mencionados países escandinavos —colaboración que, por otra parte, no solo es real sino también ficcional—, puede entenderse lo alta que estaba la vara de la expectación al momento de su emisión. A pesar de ello y superando los pronósticos más optimistas, a Bron/Broen le bastó con su primera temporada para demostrar que no solo era capaz de llenar el incipiente hueco televisivo, sino que dicho espacio le resultaba desde un principio, reducido. De esta manera y siguiendo lo que parece ser un imperativo para todas las series exitosas que nacen por fuera del mercado estadounidense, aquella única adaptación que había tenido Forbrydelsen terminó por duplicarse en el caso de Bron/Broen, aunque sin los mismos resultados que su antecesora. Mientras The Killing logró erigirse como un muy buen remake, las versiones que se hicieron de Bron/Broen —tanto la estadounidense (The Bridge) como la versión anglofrancesa (The Tunnel)— resultaron ser demasiado irregulares.
Fue, además, en aquella insuperable primera temporada donde se sentaron las bases argumentales que darían marco a las siguientes dos entregas: la atroz aparición de un cadáver sobre la línea fronteriza que atraviesa el Puente de Oresund, esa maravilla de la arquitectura moderna que conecta la ciudad sueca de Mälmo con la capital danesa Copenhague, obliga a las fuerzas policiales de ambos países a trabajar en conjunto para dar con un asesino en serie denominado Terrorista de la Verdad. Los encargados de llevar a cabo la investigación serán la singular Saga Norén (Sofia Helin), extraordinaria policía sueca que carga con una historia familiar oscura; y el buenazo de Martin Rohde (Kim Bodnia), policía danés que encuentra dificultades para conciliar su vida profesional con la privada. Desde el comienzo, la dupla Bodnia-Helin funcionó a la perfección, ya que ambos construyeron sus respectivas interpretaciones como contrapeso de la de su partener. De esta forma Saga, personaje aspergeriano que sufre de una profunda incapacidad para establecer relaciones empáticas con otras personas, halla en Martin el complemento de calidez y amparo que, de forma implícita, reclama tan desesperadamente. Del mismo modo Martin descubre en Saga un principio rector de honestidad brutal que le ayuda a sopesar el desorden imperante en su vida.
«La brillante Sofia Helin da vida a uno de los personajes femeninos más potentes de las series dramáticas modernas, junto a otros tan significativos como Carrie Mathison o Stella Gibson».
El vínculo entre ambos personajes continuó afianzándose y creciendo a lo largo de dos temporadas, pasando de las incipientes reservas que los invadían en un primer momento hacia una construcción mutua de la confianza en el otro. Empero, cuando llego la ocasión de renovar para una tercera entrega, Kim Bodnia se rehusó por estar en desacuerdo con la evolución que debía tomar su personaje, posiblemente ligada a una profundización de su relación sentimental con Saga. Los creadores del ciclo decidieron transformar ese contratiempo en una oportunidad para imprimirle un cambio al desarrollo de la serie. El resultado fue la llegada de un nuevo compañero a la vida de Saga, de nombre Henrik Sabroe (Thure Lindhardt), y cuya característica más destacable quizás sea su sobresaliente capacidad de memorización visual. Además de provenir de la misma fuerza policial que Martin —la policía danesa que, a diferencia de la sueca, parece contar con una tradición interpretativa de las normas técnico-operativas mucho más laxa, y una puesta en práctica de las mismas aún más desestructurada—, ambos comparten su preocupación por la estabilidad emocional de Saga y sus esfuerzos por ayudarla a insertarse en un mundo que muchas veces le es ajeno.
A pesar que la dinámica de los primeros capítulos de la tercera temporada se resintió debido al reacomodamiento argumental por el que debe pasar toda serie que renueva a sus personajes principales, dos cuestiones se mantuvieron constantes. Por un lado, el hecho de que Saga sigue siendo la piedra angular de toda la historia. En este sentido, ya debería ser incuestionable y ampliamente reconocido que la brillante Sofia Helin da vida a uno de los personajes femeninos más potentes de las series dramáticas modernas, junto a otros tan significativos como Carrie Mathison o Stella Gibson. Su exquisito compendio de miradas frías y tics nerviosos, sus afirmaciones cortas y secas mezcladas con sus extrañas costumbres; todo ello en conjunto, posiblemente sea su respuesta más franca al mundo inhóspito y violento que le tocó vivir desde joven, y que como espectadores iremos descubriendo a lo largo del ciclo. El segundo aspecto que ha permanecido invariable refiere a la temática de los problemas que aborda la serie. Si bien durante las tres entregas Saga y compañía siguen el rastro de diversos criminales, el ciclo coloca en tratamiento un abanico de temas comunes que subyace como condicionamiento o motivación del accionar de los diferentes personajes. De este modo, lo que se intenta poner en cuestión transversalmente son las distintas dificultades que enfrentan actualmente estas sociedades, independientemente de los altos índices de calidad de vida que puedan exhibir. Desde el rol de los medios de comunicación hasta las desigualdades económicas, pasando por la problemática inmigratoria, la serie traza un recorrido —siempre Puente de Oresund mediante— a través de situaciones y personajes vinculados a estos asuntos.
«Nadie escapa a este mecanismo que la serie ha venido perfeccionando a lo largo de sus temporadas, y que tiene como punto destacable más allá del guion y su estructura: la dosificación de la imagen».
Lo propio ocurre en la última temporada, donde los primeros homicidios de una activista de género y de otras víctimas, y la cuidada disposición de sus cuerpos por parte del asesino en serie, montan (literalmente) la escena para el abordaje de los debates en torno a los derechos de segunda generación y a las viejas y nuevas estructuras familiares. La trama se insufla y se puebla de personajes con historias aparentemente inconexas, lo cual probablemente responda a un intento por desorientar al espectador. Pero al mismo tiempo crecen en peso específico los aspectos personales de la vida de los agentes. Mientras intentan dar con un asesino cuyas motivaciones desconocen, Saga sufrirá el rencuentro con su madre después de varios años sin verse, y Henrik Sabroe tendrá que resolver su propia historia familiar, tan tormentosa como la de su compañera. Aun así, Bron/Broen sigue haciendo lo que mejor sabe: arrojarnos a la arena de las conjeturas y la deducción sin estar lo suficientemente armados para ello. Desconfiamos de casi todos los implicados porque todos exhiben una razón para que lo hagamos, aunque también cuenten con elementos y coartadas que los exculpen, lo que redunda en una adictiva manipulación del espectador. Nadie escapa a este mecanismo que la serie ha venido perfeccionando a lo largo de sus temporadas, y que tiene como punto destacable más allá del guion y su estructura, a la dosificación de la imagen: el primer plano de una mano criminal enguantada en cuero o la toma de un perfil recortado a contraluz alcanzan para desatar la ansiedad del espectador, disparar sus hipótesis y redoblar su permanencia hasta el desenlace final, para poder así poner a prueba sus conclusiones. El espíritu de la obra se ve igualmente resguardado por su cuidada estética, rebosante de climas fríos y ambientes oscuros que transmiten esa inevitable sensación de desamparo y desolación escalada en grises, y por una magnífica banda sonora interpretada por The Choir of Young Believers, que apuntala todas estas sensaciones de principio a fin.
Por sus características Bron/Broen no es un típico policial negro, sino una amalgama muy particular y considerablemente bien lograda que recoge, asimismo, elementos de la tradición del policial nórdico. Con la transición hacia el nuevo milenio y con Henning Mankell como el autor más difundido, los policiales de aquellas latitudes se han preocupado por reflejar los problemas que afligen a dichas sociedades, cuestiones a la que esta serie tampoco ha permanecido ajena. En relación a esto y para quien escribe, la primera entrega de Bron/Broen acaso represente la mejor temporada existente dentro del abanico de las series policiales modernas, gozando incluso de un desenlace que la tercera entrega no se animó a tener y que la segunda intentó imitar. Pero todas, en su conjunto, dan vida a la mejor obra de este género que la televisión actual puede ofrecernos. No se la pierdan. | ★★★★ |
Nicolás Woszezenczuk
© Revista EAM / Buenos Aires