La realidad tras el mito
crítica de En el corazón del mar (In the Heart of the Sea, Ron Howard, EE.UU, 2015).
El de Ron Howard es un caso curioso de cineasta que comenzó su escalada en Hollywood como estrella infantil durante las décadas de los 50 y 60 para luego convertirse en un director con un olfato excepcional para la taquilla, muy especialmente en su etapa ochentera, en la que cultivó un cine comercial que conectó muy bien con toda una generación. Sin embargo, en su paso a un tipo de películas más serias y ambiciosas, Howard comenzó a ser, más que cuestionado, odiado por muchos. Gran culpa de ello la tienen, aunque parezca paradójico, cintas como Una mente maravillosa (2001), que ostenta la fama de ser uno de los Oscars a mejor película más inmerecidos de la historia, o esas exitosas (a nivel económico) adaptaciones de la obra de Dan Brown que comenzaron con la vilipendiada El código Da Vinci (2006). Sin embargo, hay que reconocer que, de vez en cuando, se sigue desmarcando con algún estupendo filme —El desafío: Frost contra Nixon (2008), Rush (2013)—, y, tras los buenos resultados de su colaboración con Chris Hemsworth en aquella biografía del piloto de Fórmula 1 Niki Lauda que mostraba su rivalidad con James Hunt, director y actor vuelven a repetir experiencia en El corazón del mar (2015), un proyecto que ya, sobre el papel, se las prometía apasionante, al tratarse de la historia real que sirvió de inspiración a Herman Melville para escribir una de las novelas más inmortales de todos los tiempos: Moby Dick.
El relato nos transporta a la Nueva Inglaterra de 1820, con el buque ballenero Essex a punto de embarcarse en un largo viaje en busca del aceite que, salido de los cuerpos de las ballenas, servía para dar luz a las ciudades, antes del desarrollo de la industria petrolera. A bordo, un inexperto capitán de buena familia, Benjamin Walker, es impuesto a Owen Chase, el primer oficial que, con su larga trayectoria como lobo de mar, sí sabe ganarse el respeto y admiración de la tripulación que se le resiste a su más alto mando. Los caracteres de ambos hombres chocan desde el primer momento, viéndose obligados a convivir en el reducido espacio de ese barco durante el año que va a durar el trabajo. En medio, el segundo oficial Matthew Joy trata de conciliar ambas posturas durante un viaje que se torna en pesadilla a raíz de que, tras una fuerte tormenta que deja la nave en muy mal estado, ésta se convierta en víctima de los brutales ataques de un gigantesco cachalote blanco que parece tener unas ansias de venganza propias del ser humano. Pero En el corazón del mar no se limita a narrar la encarnizada lucha entre los marineros y la ballena, ya que también nos cuenta la terrible historia de valor y supervivencia que existió después de que el Essex naufragara y los hombres tuviesen que verse obligados a tomar decisiones extremas para mantenerse con vida como náufragos durante tres meses. Desde luego, las características de la historia daban para una espectacular aventura marina como las de los viejos tiempos —sin ir más lejos, el recuerdo de la clásica versión que John Huston realizara en 1956 sobre Moby Dick, con el inconmensurable Gregory Peck encarnando al capitán Ahab sobrevuela cada fotograma del filme de Howard—, puesta en imágenes con los avances propios en efectos especiales de nuestros días puestos al servicio de la narración.
«Poco se le puede reprochar a En el corazón del mar como evasión y entretenimiento, ya que cubre todas las expectativas durante sus dos horas de metraje».
En primer lugar, hay que reconocer que En el corazón del mar es una superproducción muy bien ejecutada en sus formas, con una ampulosidad visual de primer orden, con una fotografía muy pictórica de Anthony Dod Mantle, que convierte cada fotograma casi en un cuadro en movimiento, y con un sobresaliente trabajo de recreación de las ciudades y ambientes de la época, ayudado, cómo no, por la magia digital de la pantalla verde. La música del cada vez más internacional Roque Baños es también extraordinaria y ayuda a impregnar de grandeza y emoción a las escenas más vibrantes del filme. Como espectáculo, éste cumple a la perfección, transportando al espectador a bordo del Essex como si éste fuese un marinero más de la tripulación, a través de momentos tan épicos como los de la poderosa tempestad o las travesías en barcas en medio de un mar infestado de delfines y esas codiciadas ballenas a las que los marineros dan violenta caza con sus arpones. Poco se le puede reprochar, por lo tanto, a la cinta como evasión y entretenimiento —tampoco se esperaba menos, viniendo del director de Willow (1988) o Un horizonte muy lejano (1992)— , ya que cubre todas las expectativas durante sus dos horas de metraje, duración sorprendentemente ajustada si tenemos en cuenta las dimensiones de la misma. Por contra, el punto más débil de la película habría que buscarlo en el calado emocional de su historia, así como en la descripción psicológica de sus protagonistas y el desarrollo de las complicadas relaciones que entre ellos se establecen. Todo ello está resuelto de un modo convencional y bastante más superficial de lo que cabría desear, lastrando lo que podría haberse convertido en uno de los mejores títulos del año, y dejándolo como un buen (notable en muchos momentos, incluso) filme de aventuras, algo similar a lo que le ocurrió a la reciente Everest (Baltasar Kormákur, 2015), también superada por una historia real cuya fuerza intrínseca fue difícil de condensar en imágenes.
«Con sus más y sus menos, sus defectos no deberían ser suficientes para enturbiar los muchos logros de uno de los trabajos más gratificantes de su realizador en años, digno continuador de ese buen camino emprendido con Rush».
Chris Hemsworth, tras haber conseguido que olvidemos su martillo de Thor ofreciendo un estupendo trabajo en Rush, pone sus tirabuzones rubios y su sonrisa canalla a disposición de un personaje, el del audaz Chase, para el que parece haber nacido. Él es, sin duda, el miembro más convincente de un reparto en el que todos se mantienen en un registro correcto pero sin destacar en exceso. Así, Benjamin Walker da la talla como el obstinado capitán, pese a que sus enfrentamientos con Hemsworth carecen de la intensidad necesaria como para que salten chispas de la pantalla, mientras que Cillian Murphy está algo desaprovechado como ese segundo oficial que representaba la única nota de cordura dentro de una nave caótica. Cabe destacar que, a la manera de La vida de Pi (Ang Lee, 2012), el relato está contado en primera persona, a modo de entrevista del escritor Nathaniel Philbrick —sobre cuya novela se construye este filme —, fascinado por el material que tiene entre manos, a uno de los supervivientes, encarnado en su vejez por el gran Brendan Gleeson, y que en la historia toma las formas de joven grumete de Tom Holland. Estas intimistas escenas se alternan a lo largo de todo el filme, sirviendo como exorcismo de los demonios interiores de un personaje atormentado por los dramáticos acontecimientos que le tocó vivir y que, hasta ese momento, había mantenido en secreto. Es cierto que En el corazón del mar no capta del todo bien la obsesión del hombre por atrapar a la ballena, deslizándose hacia unos lugares comunes muchas veces frecuentados con anterioridad por otros títulos. La camaradería, la capacidad de superación del ser humano ante el poder arrasador de la naturaleza, los actos más reprobables que alguien puede llegar a realizar en situaciones límite, todo eso está presente en la obra de Howard con tanta convicción como falta de riesgo. Aun así, con sus más y sus menos, estos defectos no deberían ser suficientes para enturbiar los muchos logros de uno de los trabajos más gratificantes de su realizador en años, digno continuador de ese buen camino emprendido con Rush. | ★★★ ½ |
José Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: In the Heart of the Sea. Director: Ron Howard. Guión: Charles Leavitt, Rick Jaffa, Amanda Silver (Novela: Nathaniel Philbrick). Productores: Brian Grazer, Ron Howard, Joe Roth, Will Ward, Paula Weinstein. Productoras: Warner Bros. / Village Roadshow Pictures / Cott Productions / Enelmar Productions / A.I.E. / Imagine Entertainmet / Roth Films / Spring Creek Productions. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Roque Baños. Montaje: Daniel P. Hanley, Mike Hill. Diseño de producción: Mark Tildesley. Reparto: Chris Hemsworth, Benjamin Walker, Tom Holland, Cillian Murphy, Ben Whishaw, Brendan Gleeson, Frank Dillane, Charlotte Riley, Michelle Fairley, Jordi Mollà.