La ley del más fuerte
crítica de Theeb (ذيب, Naji Abu Nowar, 2014).
La llegada a las salas comerciales de una propuesta como Theeb (2014) debería suponer un doble motivo de celebración. Por un lado, la oportunidad de disfrutar del exotismo de una co-producción en la que se han involucrado Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Reino Unido. Por el otro, comprobar que, pese a su economía de medios y el estar protagonizada por habitantes de una de las últimas tribus nómadas jordanas, sin experiencia anterior alguna como actores, los resultados de su mezcolanza de drama histórico y cinta de aventuras con evidentes reminiscencias del western clásico —con jinetes a lomos de camellos en lugar de caballos— no podrían ser más satisfactorios. No obstante, su calidad fue reconocida en la edición de 2014 del Festival de Venecia, en la que Naji Abu Nowar, su debutante realizador —con una sólida trayectoria labrada en el campo del cortometraje, eso sí— , se hizo con el premio al mejor director en la Sección Orizzonti. Un trofeo sin el cual un filme de tan pequeñas dimensiones habría pasado desapercibido a los ojos del mundo pero que, gracias a él, está gozando de una merecida buena repercusión allá donde es proyectado.
La historia de Theeb (palabra árabe que significa “lobo”) nos traslada a la polvorienta Arabia de 1916, una época convulsa para la historia la humanidad en general y la de Europa en particular, al tener lugar la Primera Guerra Mundial, conocida también como la Gran Guerra. Ajenos a un conflicto bélico que les pilla tan lejos, el joven beduino Hussein trata de sacar adelante a su pequeño hermano Theeb tras la muerte de sus padres, inculcándole valores y enseñanzas que los miembros de su tranquila tribu perdida del Imperio Otomano llevan practicando desde tiempos inmemoriales, así como adiestrándole en el manejo de las armas de fuego y la supervivencia. La apacible vida de los protagonistas da un giro ante la llegada al poblado de un guía beduino, acompañado de un oficial británico que rápidamente llama la atención del pequeño Theeb por su pelo rubio y unos ojos azules que nunca había visto antes, así por la misteriosa caja que porta y a la que nadie deja tocar. La hospitalidad y su prestancia a servir a los invitados llevan a Hussein a actuar de guía para éstos en su camino hacia un pozo de agua potable próximo a una ruta de peregrinación a la Meca. Para ello deberán esquivar a los mercenarios otomanos y demás violentos asaltantes que infestan una tierra a la que la incipiente construcción de las líneas de ferrocarril ha traído, junto a los primeros síntomas de “progreso”, el principio del fin de un modo de vida milenario, que pronto disminuirá los tradicionales viajes en camello. En su empeño en seguir a su hermano, el pequeño Theeb se embarca en un odisea, tan dramática como peligrosa, en la que pasará de niño a hombre forzado por los golpes del destino.
Una pequeña (gran) historia sobre el poder devastador del progreso, desarrollada en tiempos de guerra y protagonizada por personas que, si bien no están directamente involucradas en ella, sí acaban salpicadas por los intereses que la rodean.
Theeb, dentro de su sencillez, encuentra en sus espectaculares escenarios de los desiertos jordanos un poderoso aliado para entregar un producto con innato aliento de aventura clásica (con Lawrence de Arabia —David Lean, 1963— como referente) en sus formas. La espléndida labor de Wolfgang Thaler en la fotografía sabe sacar todo el provecho al entorno, incluso en sus hermosas escenas nocturnas, con ese impresionante cielo estrellado sobre la cabeza de los viajeros. Su relato es, en cambio, introspectivo y pausado, describiendo, sobre todo en su primer acto, la cotidianidad del día a día de sus protagonistas dentro de una civilización que no conoce el paso del tiempo y se dedica a subsistir en el interior de una burbuja a la que no parece afectar los cambios sociales y políticos que acontecen en el resto del mundo. Con un marcado carácter antropológico, que muestra los códigos de honor y lealtad a los suyos de estos nómadas, la acción comienza a aparecer desde el momento en que los personajes se embarcan en un viaje fuera de su zona de confort, allá donde el futuro está empezando a amenazarles con la llegada de ese ferrocarril al que llaman “burro de hierro” y que representa el avance del imperialismo británico en su mundo. Es entonces cuando el intimismo de las escenas que muestran las interrelaciones entre sus distintas criaturas se mezclan en una historia de supervivencia a cualquier precio en la que Theeb debe poner en práctica todas las lecciones de vida aprendidas bajo la tutela de Hussein. Cabe destacar como gran acierto de casting la elección del pequeño Jacir Eid Al-Hwietat para el papel central, ya que aporta una gran frescura y una mirada curiosa y vivaz que le viene como anillo al dedo, soportando sobre sus inexpertos hombros el peso de la película. Especialmente notable resulta su duelo interpretativo con el mercenario antagonista que le enseña la cara más cruel del ser humano y la lección de que el animal más fuerte siempre se comerá al débil. Es Theeb una pequeña (gran) historia sobre el poder devastador del progreso, desarrollada en tiempos de guerra y protagonizada por personas que, si bien no están directamente involucradas en ella, sí acaban salpicadas por los intereses que la rodean. Theeb es un niño inocente. Nunca ha visto a una mujer. No conoce el mar. Mucho menos entiende de las motivaciones que llevan a los hermanos a matarse entre sí. Aun así, las circunstancias le harán sacar el lobo que lleva dentro para salir vivo de su particular contienda, enfrentándose a la dureza del inhóspito entorno y a personas sin escrúpulos que le han tocado donde más le duele. Un salto sin red de la niñez a una forzada madurez que es el tema central de esta modesta joya cinematográfica de cuyo excelente pulso narrativo ya podrían aprender muchos directores consolidados. | ★★★★ |
José Antonio Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Jordania. 2014. Título original: Theeb. Director: Naji Abu Nowar. Guión: Abu Nowar, Bassel Ghandour. Productores: Bassel Ghandour, Rupert Lloyd. Productora: Noor Pictures. Fotografía: Wolfgang Thaler. Música: Jerry Lane. Montaje: Rupert Lloyd. Dirección artística: Samy Keilani. Reparto: Jacir Eid Al-Hwietat, Hussein Salameh Al-Sweilhiyeen, Hassan Mutlang Al-Maraiyeh, Jack Fox.