«Esto sí es entrenamiento real».
crítica de Koza (Ivan Ostrochovský, 2015) / Festival de Mar del Plata.
En la conferencia de prensa posterior a la proyección de la conmovedora Koza, su director, Ivan Ostrochovský, contó que el actor que protagoniza su última película no es profesional: Peter "Koza" Baláž, es un ex boxeador olímpico eslovaco, amigo de Ostrochovský. La historia es real: la novia de Peter queda embarazada y Baláž desea mantener al niño. Real es también la pobreza de “Koza” (cabra, en esloveno), apodo que el protagonista se gana por la costumbre de su abuela de darle leche de cabra. Koza es el primer largometraje de Ostrochovský, que hasta este momento se ha dedicado exclusivamente a la realización de documentales. Sin embargo, el diálogo que esta cinta mantiene constantemente con este género problematiza su clasificación en una categoría genérica única. No es ficcional Peter Baláž, ni su novia, Misa. Tampoco lo es la humillación y la explotación inhumana a la que el protagonista se somete para mantener a su familia. Aún así, se trata finalmente de una obra de ficción, cuya estructura narrativa y estilística la disfrazan de documental, y perturban su carácter “irreal”, haciéndola ingresar en una zona de ambigüedad.
La cámara del director eslovaco se adentra en la belleza del clima polar de su país con recursos humildes: un equipo de siete personas, cámaras de modesta calidad y actores semiprofesionales. Tras cinco años de filmación, logró completar su largometraje, que fue, inicialmente, un documental fallido. La filmación es dura: en las rutas que transitan los protagonistas siempre hay niebla. Una bruma densa que lo cubre todo, un fondo desolado y un aire gélido caracterizan todas las tomas en el exterior. En el mundo que filma Ostrochovský, no hay lujos, no hay escenografía, glamour, ni brillo. Es la niebla, lo marginal, lo real. Su cinematógrafo, Martín Kollár, un fotógrafo de amplia trayectoria, cuya visión del paisaje eslovaco influenció en gran medida el guion del director. Los paisajes de Koza hablan; la alternancia de imágenes, colores y texturas funciona cargando expresivamente las escenas: la nieve es desolación, aspereza, dificultad, y al caer puede resultar sedante o iracunda, según la posición de la cámara. Empero, aunque la atmósfera manifiesta el tono trágico y elegíaco que predomina en su película, el director no puede contener el impulso de hacer ver el humor y la belleza contenidas en el desamparo. Se encuentran, a lo largo del filme, pequeñas escenas de un ingenio a veces inocente, a veces picaresco. Este último es el caso del personaje de Zvonko Lakcevic, que se dedica a entrenar a Peter para terminar con su racha de derrotas. Zvonko es también un sujeto verídico, ex-boxeador que ganó en 1980 la medalla de bronce en las Olimpiadas de Moscú, y que es ahora un alcohólico sin hogar. Koza resulta, desde esta perspectiva, una interesantísima actualización respecto del destino de las personas que tuvieron fama y fortuna durante la existencia de la Unión Soviética, tras su colapso.
«El diálogo que se establece es demoledor: en el boxeo marginal, en la pobreza, en aquello que el cine hollywoodense no capta, en lo real, no hay glamour ni hay éxito. En la miseria hay fracaso, o más bien, hay violencia. El que no tiene con qué defenderse es apaleado y denigrado...»
El director eslovaco no solo realiza un largometraje feroz por su contenido de denuncia social, sino que, en conjunto con Marek Lescák, concibe una muy inteligente road movie: a partir de la noticia del posible aborto de su esposa, Peter comienza un viaje en búsqueda del dinero necesario para que hijo nazca con garantías. La travesía según es filmada y concebida por Ostrochovský lejos está de pertenecer al modelo iniciado por Rebelde sin causa. No hay crecimiento ni superación en el trayecto de Baláž; no hay aventura ni final feliz. Road movie, por tanto, marginal, bildungsroman que va de la miseria a la miseria. La conclusión del viaje no está en la resolución moral del problema del aborto. El filme no enfoca su estructura narrativa en la conclusión o la complejidad del tema, ya que, como sentencia el director en la citada conferencia, «los pobres no tienen tiempo para problemas éticos».
Ahora bien, Koza no se limita a su función social, sino que, a partir de su estética naturalista cruda y la elección del tema –que no constituye una obsesión para el director pues, como cuenta en la conferencia, él aborrece del boxeo– se percibe una intención de enfrentamiento y contraste no solo con el estilo de vida occidental (principalmente a la cultura norteamericana y a los embellecimientos artificiales de la vida en el sistema capitalista), sino al modo de hacer cine dentro de este sistema. En efecto, la primera escena, con Peter corriendo con una goma atada a su cintura, recuerda a los montajes de entrenamiento de la saga Rocky. Todo está allí: el entrenamiento, las peleas, el sacrificio. Sin embargo, Ostrochovský sabe filmar desde otro lugar y hacia otro lugar: el boxeo no es más una batalla épica editada en planos cortos; ese frenesí de adrenalina, sudor y música triunfal. La cámara, fija, filma el box tosco de Peter que apenas si puede mantenerse en pie, y no es indiferente a la hora de captar a un público que cena con su rostro impasible o grita frenético mientras el protagonista recibe una paliza. El diálogo que se establece es demoledor: en el boxeo marginal, en la pobreza, en aquello que el cine hollywoodiense no capta, no hay glamour ni hay éxito. En la miseria hay fracaso, o más bien, hay violencia. El que no tiene con qué defenderse es apaleado y denigrado: esa parece ser la enseñanza de la tragedia de Ostrochovský. Manifestando siempre un lenguaje hiperrealista, llevando adelante estos juegos experimentales entre sujetos auténticos y personajes ficcionalizados, Koza interviene en dos frentes: visibiliza, por un lado, la miseria de la vida en Eslovaquia: la tragedia contenida en esta vida marginal y la belleza que escapa siempre, que crece aún en los ambientes más espinosos; por otro, desnuda el american dream, contrastando, al imaginario del éxito y el brillo que define al cine norteamericano (y con ello, a todo producto cultural visible en occidente), la demoledora y terminante derrota, el “fracaso” que vive diariamente el que se encuentra lejos de las cámaras. | ★★★★ |
Franco Denápole
© Revista EAM / Festival de Mar del Plata
Ficha técnica
Eslovaquia, 2015. Título original: Koza. Director: Ivan Ostrochovský. Guion: Marek Leščák, Ivan Ostrochovský. Música: Miroslav Toth. Fotografía: Martin Kollár; Productoras: Endorfilm / Sentimentalfilm. Reparto: Peter Baláž, Zvonko Lakčević, Ján Franek, Stanislava Bongilajová, Nikola Bongilajová.