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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | El botón de nácar

    El botón de nácar

    El idioma del agua

    crítica de El botón de nácar (Patricio Guzmán, Chile, 2015).

    El agua es un órgano mediador entre las estrellas y nosotros, nos dice una profunda voz en off mientras divisamos la Tierra vista desde el espacio exterior. Con unas panorámicas vertiginosas, tan bellas que duelen, da comienzo de El botón de nácar, documental firmado por el chileno Patricio Guzmán. Desde el principio es fácil percatarse de que nos hallamos ante una verdadera joya visual, un paseo por las entrañas, los recuerdos y la historia reciente de Chile, enterrada bajo el mar por la dictadura, sepultada por la xenofobia y el imperialismo. Un océano que guarda estrecha relación con la ya desaparecida población indígena, una civilización tranquila y sabia, en eterna comunión y vínculo con el agua. El mismo océano en el que las víctimas yacen con el peso de la injusticia, mientras, quizás, sus almas brillan en alguna constelación lejana. Este proyecto cinematográfico rescata del olvido la historia y el genocidio de los antiguos habitantes de la Patagonia chilena y de los prisioneros políticos asesinados por el gobierno de Pinochet. Únicamente quedan a día de hoy alrededor de veinte descendientes directos, guardianes de su lengua y su memoria.

    Patricio Guzmán deposita en la melancólica voz en off narrativa grabada por el mismo y en una fotografía abrumadora la responsabilidad de contarnos esta historia, tratada con mimo y valentía, con nostalgia y con lirismo. Viajamos por los desiertos, los glaciares y las tierras donde vivían las cinco clases distintas de indígenas —apodados “patagones” por sus grandes piernas—, imágenes completadas por los testimonios personales de los familiares directos, cuyas palabras se abren en nuestros oídos como auténticos tesoros. Los entrevistados nos cuentan el profundo respeto que su extinto pueblo tenía por la naturaleza, la devoción que profesaban al agua como concepto inseparable de la vida. Buceaban para conseguir marisco con siete años, llegaban a la vida adulta remando. El título procede de una anécdota histórica significativa: la debacle para indígenas comenzó cuando Jimmy Button, a principios del siglo XIX, dibujó los mapas que propiciarían la llegada de los colonos. Uno de los indígenas partió hacia Inglaterra en barco a cambio de un botón de nácar, navegando metafóricamente desde la Edad de Piedra a la Revolución Industrial. Al volver a su tierra natal, hablaba la mitad en idioma nativo y en inglés y ya nunca volvió a ser el mismo. Aunque la Revolución de Salvador Allende devolvió a los habitantes de la Patagonia las tierras usurpadas, la desaparición de los Pueblos del Sur había dado comienzo, un final triste que se cebó con su cultura y su identidad durante la dictadura de Pinochet. Dosificando los tiempos con esmero, haciendo gala de una plástica viva y elegante, Patricio Guzmán es capaz de descubrirnos a la vez el horror del exterminio y la espiritualidad ancestral de una cultura en paz con la naturaleza. Un pueblo que no tenía miedo al mar, pues el mar era su familia. Un pueblo capaz de predecir las inclemencias meteorológicas y que soñaba con que su alma, tras la muerte, se quedase en la luz de las estrellas.

    El botón de nácar

    «El botón de nácar es única. Adopta un punto de vista singular y establece asociaciones creativas y sorprendentes entre lo concreto y abstracto, lo general y lo particular, la Naturaleza —en mayúsculas, retratada con un gran chorro de talento visual por parte de Katell Djian— y el Hombre».


    Durante la dictadura, el gobierno declaró a los indígenas bárbaros. Los colonos y los misioneros católicos les quitaron sus canoas, sus creencias y su lengua, haciendo gala de esa sentencia de la que hablaba Galeano de «Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: 'Cierren los ojos y recen. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia'». Convertidos en monstruos, fueron asesinados o condenados a la miseria y al alcoholismo, pasando a engrosar la lista de las víctimas de la superioridad moral e imperialista de los gobiernos occidentales y de la Iglesia, empeñados en destrozar lo diferente o adoctrinarlo. Los más de 1.200 prisioneros políticos asesinados fueron lanzados al agua con un trozo de raíl atado a su cuerpo, hechos completados por valiosos testimonios de poetas, historiadores o abogados chilenos. El botón de nácar es un documental político que se queda tatuado a la mente por su genialidad expositiva y por el exquisito sentido poético que lo envuelve en lugar de apostar por la frialdad narrativa. Guzmán nos recuerda, que al igual que el agua posee memoria, el mar conserva y expulsa las huellas del genocidio de los indígenas patagónicos a comienzos del siglo XX y las horribles prácticas de tortura del régimen de Pinochet.

    El botón de nácar es única. Adopta un punto de vista singular y establece asociaciones creativas y sorprendentes entre lo concreto y abstracto, lo general y lo particular, la Naturaleza —en mayúsculas, retratada con un gran chorro de talento visual por parte de Katell Djian— y el Hombre. El formato y la estética elegidos por Guzmán imbuyen a la obra de cierto sentido cosmológico unido a la voluntad de denuncia, a la reivindicación de una cultura ancestral sacrificada por la avaricia y la incomprensión que a día de hoy, todavía se resiste al olvido. Los botones de nácar hundidos en las profundidades abisales son testimonios de la brutalidad y el desamparo político de una cantidad desorbitada de muertos que todavía no pueden descansar en paz. Así, el registro poético del documental, en lugar de restarle fuerza, multiplica sus capas de lectura. No pierdan la ocasión de ver y escuchar la historia de los indígenas patagones, los marineros y los prisioneros políticos, cuyas voces conserva la buena memoria del agua. Tenemos mucho que aprender de esa civilización más pacífica, más respetuosa con el medio ambiente, más unida a la tierra y al agua que la nuestra. Una civilización más inteligente en la que, como nos contaba Cristina Calderón, Dios y policía no tienen traducción. | ★★★★ |


    Andrea Núñez-Torrón Stock
    © Revista EAM / Cineuropa de Santiago de Compostela


    Ficha técnica
    Chile, 2015, El botón de nácar (The Pearl Button). Director: Patricio Guzmán. Guion: Patricio Guzmán. Productora: Coproducción Francia-Chile-España. Música: Miranda & Tobar, Hugues Maréchal. Fotografía: Katell Djian. Reparto: Documentary, Gabriela Pasterito, Emma Malig, Gabriel Salazar, Claudio Mercado, Raúl Zurita, Cristina Calderón, Javier Rebolledo. Premios: 2015: Festival de Berlín: Mejor guión/ 2015: Festival de San Sebastián: Sección oficial competitiva ("Horizontes Latinos")/ 2015: Premios Fénix: Mejor fotografía documental.

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