No es arte si no lo pago yo
reseña de Robert Rossen (2014).
España, 2014. Autor: José Antonio Jiménez de las Heras. Editorial: Cátedra. ISBN: 978-84-376-3327-5. Precio | 19,60 €. Número de páginas: 475. Encuadernación: rústica. Colección: Signo e imagen / Cineastas, 101 . Valoración: ★★★★.
La obra artística mermada o coartada por los intereses mercantilistas es algo que vemos a diario. Cómo para vender una película, un libro, un cuadro, un cómic, una canción… el autor debe hacer concesiones bien a su público, bien al editor o al productor que exigen su merecido beneficio. Para algo han invertido en un trabajo. Y aquí estriba la diferencia: es un trabajo y al tiempo es una creación fruto de un artista. Pero hay más condicionantes: la fama y el éxito que llevan al autor a tener presente que si desea estos, debe estar atento a lo que se espera de él. El arte nace libre o condicionado por estímulos externos al creador, que este hace suyos y facilitan la venta de su obra. De autores que solo han sido reconocidos tras su muerte también sabemos. Este fue un tema que obsesionó al director de cine Robert Rossen, entendiendo como acto artístico cualquier capacidad fuera de lo común, una cualidad poética que se puede encontrar en la maestría de un jugador de billar o la genialidad pugilística de un boxeador. De manera especial al verse él mismo en la diatriba de ceder su libertad como condición de poder seguir realizando películas, de humillarse ante los fariseos que exigían su cabeza para poder continuar expresándose de la única manera que sabía. En 1947 se inicia la caza de brujas por parte del House Committee on Un-American Activities (HUAC), un órgano gubernamental encargado de desvelar y acusar a los simpatizantes y activistas comunistas que trabajaban en la industria del cine. Rossen resistió sus embates hasta 1953, cuando finalmente decide colaborar para poder seguir haciendo aquello que más amaba: escribir y rodar películas.
En este libro, Robert Rossen (2014), su autor José Antonio Jiménez de las Heras realiza un soberbio recorrido por la obra y la vida del reconocido director. Sus inicios como guionista, destacando sus trabajos para sus amigos Anatole Litvak y Lewis Milestone, de los que más orgulloso estaba, y su asentamiento como escritor cinematográfico de la mano del productor Hal B. Wallis. De forma paradójica, será el temible productor Harry Cohn (al que denominaban Harry “King” Cohn por su furibundo carácter) quien le facilitará el paso a la realización de películas. Cohn tenía fama de cruel y despiadado, pero capaz a su vez de profesar respeto a quienes se le enfrentaban sin miedo. Frank Capra y Robert Rossen fueron de los pocos que no tuvieron temor a hacerlo, y por ello gozaron del favor y apoyo de Cohn. Jiménez de las Heras investiga guiones originales, documentos de la época, entrevista a familiares y amigos y analiza concienzudamente la obra de Rossen para darnos una perspectiva diáfana de su obra y nos ayuda a conocer al creador como persona, una tarea nada sencilla en este caso. Tras sus celebrados éxitos como guionista y como director en sus primeras películas da inicio la agonía de la obligada delación, la humillación ante la HUAC, y la ordalía subsiguiente a su declaración voluntaria dando nombres para este Comité cuyo único objetivo era a esas alturas la degradación de los acusados pues ya sabían todo lo que les estaban exigiendo que confesaran de manera pública. Convertir en delatores a los simpatizantes comunistas los anularía en un futuro. Pero Rossen no olvidó: quedaron sus obras como reflejo de esta tortura. De cómo quien busca la poesía debe luchar sin oportunidad de vencer a quienes no poseen cualidad alguna que los redima. Las concesiones que uno debe hacer para poder continuar creando pasan factura. Preguntádselo a Eddie Felson, por citar solo a uno de los protagonistas de su filme más reconocido y universal, El buscavidas (The Hustler, 1961). Jiménez de las Heras busca en cada película de Rossen su rastro de creador único y marcado por su periplo existencial. Pero no solo eso: es admirable su cuidado análisis de Mambo (1955), por ejemplo, atendiendo tanto a su versión original italiana (esta es la primera de las cuatro películas que rodará en su autoexilio europeo tras declarar para la HUAC) como a la cercenada copia que se estrenó en los EE.UU., en la cual se eliminaron todas las referencias al personaje más positivo de la historia por tratarse de una lesbiana.
LILITH (Robert Rossen, 1964) |
La fuerza creativa de Rossen es incuestionable. Jiménez de las Heras nos ayuda a apreciarla en su verdadera y más que justa medida en un trabajo de investigación y exhaustivo análisis de sus películas que resulta admirable.
Los milimétricos estudios de El buscavidas y Lilith (1964) ocupan casi la mitad del libro. Son los filmes míticos de Rossen, en especial el primero, este además el más reconocido a nivel popular, si bien Jiménez de las Heras insiste una y otra vez, y después otra y muchas veces más, en que Rossen no es un director tan apreciado como se merece. Su visión del director es absolutamente autoral, demiurgo único en la creación de la película, dedicando apenas alguna leve pincelada ocasional a algún director de fotografía (el genial Eugen Schüfftan, que había trabajado desde los años 20 con Fritz Lang, Abel Gance, Edgar C. Ulmer, Curt y Robert Siodmak, Fred Zinnemann, Lupu Pick, Georg Wilhelm Pabst, E. A. Dupont, Max Ophüls, Marcel Carné o Georges Franju, una lista de nombres que como mínimo marea), algún actor o algún músico. Obviar todos los nombres alrededor del de Rossen habría sido excesivo, pero su fuerza creativa es incuestionable. Jiménez de las Heras nos ayuda a apreciarla en su verdadera y más que justa medida en un trabajo de investigación y exhaustivo análisis de sus películas que resulta admirable.
José Luis Forte
© Revista EAM / Cáceres