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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Marte (The martian)

    Marte (The martian)

    Náufrago del planeta rojo

    crítica de Marte (The Martian, Ridley Scott, 2015).

    El día que el mundo sea capaz de asumir la dolorosa y muy tangible posibilidad de que Ridley Scott no vuelva a ofrecernos en su vida una nueva obra maestra a la altura de Alien el 8º pasajero (1979) y Blade Runner (1982), tal vez, será el momento en que su obra pueda ser apreciada en su justa medida. Es una realidad incuestionable que el hombre que nos hizo temer que pudiera haber vida alienígena en el espacio exterior y que nos enseñó cómo los androides del futuro serían capaces de soñar con ovejas eléctricas (y con una vida más larga de la impuesta por su creador) no ha sido capaz de volver a tocar la cima de la magnificencia en los últimos 33 años. Sin embargo, igualmente cierto es que, en ocasiones, sí ha alcanzado una meritoria excelencia —Thelma y Louise (1991), Gladiator (2000)—que nunca ha parecido suficiente, viendo como algunos de sus trabajos más interesantes de los últimos años —American Gangster (2007), El consejero (2013)— eran injustamente infravalorados. Scott, que aun en sus proyectos más suicidas —Exodus: Dioses y reyes (2014)—, siempre se las ha apañado para ofrecer aislados fogonazos de gran cine, trata de sobreponerse del estrepitoso fracaso de aquella superproducción bíblica, trufada de efectos digitales en 3D, volviendo al espacio que hace poco revisitó, con agridulces resultados, en Prometheus (2012), esa extraña precuela de Alien que, eso sí, contribuyó a llenar sus bolsillos de dólares. La novela de Andy Weir The Martian, publicada en 2011, supone una buena oportunidad para que el cineasta, ayudado por un presupuesto de casi 110 millones de dólares y un competente guión de Drew Goddard —realizador de la rompedora La cabaña en el bosque (2012)—, levante el que podría considerarse uno de los blockbusters más esperados del año.

    Del mismo modo que, en 1969, el Apolo 11 logró un hito en la historia de la humanidad cuando propició que el hombre caminara por primera vez por la superficie de la Luna, la película nos traslada a un futuro no muy lejano (la década de 2030) en el que las misiones tripuladas a Marte serán una realidad. La historia se centra en la odisea vital de Mark Watney, un astronauta que es dado por muerto y abandonado a su suerte en el planeta rojo después de que una fuerte tormenta obligue al resto de la tripulación a cancelar la misión para regresar a la Tierra. Solo, en un hábitat completamente hostil en el que, a priori, resultaría imposible conseguir alimentos e incomunicado de otros seres humanos a millones de millas de distancia, Watney, experto (para su suerte) en botánica, lejos de desesperarse, se vale de sus conocimientos para tratar de sobrevivir y hallar la forma de establecer comunicación con la NASA. Así como si de una suerte de Náufrago (Robert Zemeckis, 2000) en clave espacial se tratara —en realidad la premisa ya existía en aquella encantadora serie B que, bajo el título de Robinson Crusoe en Marte (Byron Haskin, 1964), versionó muy libremente la obra de Daniel Defoe—, el protagonista se las ingenia para solventar, uno tras otro, todos los contratiempos que se le van presentando, creando su propio agua que le servirá para cultivar, en una tierra en la que jamás crecería nada, las primeras patatas marcianas, esas que le servirán de alimento durante los muchos soles en los que deberá mantenerse con vida hasta su posible rescate. Tanto la novela de Weir como el guión de Goddard hacen especial hincapié en el talante optimista del personaje de Watney, el cual afronta con buen humor una situación que haría que cualquier otro mortal perdiera la cordura y la fuerza para seguir adelante. Esto propicia que el carismático Matt Damon, en un enérgico recital interpretativo, se meta en el bolsillo al espectador con sus divertidos chistes acerca de los gustos musicales de su compañera de viaje, fabulosa selección de alegres canciones disco de la década de los setenta que van desde el I Will Survive de Gloria Gaynor al Waterloo de ABBA y que se convierten, para desgracia de Watney, en la banda sonora de sus tiempos muertos en Marte.

    Marte (The martian)

    «En The Martian parecen coexistir dos películas distintas: la de la rutinaria operación de salvamento y esa fascinante, aunque no del todo explotada, fábula del único habitante de todo un planeta, que evidencia la insignificancia del ser humano ante la inmensidad del universo».


    Ni que decir tiene que The Martian, como buena superproducción de los grandes estudios, cuenta con un diseño de producción impecable, una magnífica fotografía de Dariusz Wolski que extrae gran belleza de los áridos paisajes rojizos del planeta y una banda sonora, obra de Harry Gregson-Williams, de lo más potente, que, por momentos, nos recuerda al hipnótico trabajo desempeñado por Vangelis en Blade Runner. La impresionante dirección artística —esos sofisticados interiores de la nave, con gimnasio incluido, tan deudores de los logros de Stanley Kubrick en su fundamental 2001, una odisea en el espacio (1968); las informatizadas instalaciones de la NASA) y unos brillantes efectos especiales que, cómo no, están al servicio de la historia, tanto con la aparatosidad del 3D como sin ella, son otros aspectos que, conjuntados, constituyen una experiencia audiovisual de primer orden. A pesar de ello, cabe recordar que lo mismo sucedía con Prometheus y no por ello dejó de ser un trabajo fallido. Si a aquella le faltaba algo de solidez al guión para estar a la altura de su perfección técnica, el talón de Aquiles de The Martian habría que buscarlo en las odiosas comparaciones que, inevitablemente, surgen respecto a dos títulos tan cercanos en el tiempo como Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) e Interstellar (Christopher Nolan, 2014). En la primera, Sandra Bullock logró hacer palpable el miedo y la indefensión de su personaje de encontrarse a la deriva en el espacio —sensación a la que contribuía la ausencia de otros actores a su alrededor, a excepción de la breve contribución de George Clooney—. En el caso de la cinta de Nolan, la enorme fuerza de sus imágenes iba acompañada de un libreto sumamente ambicioso en el que tenían cabida paradojas espacio-temporales, ecuaciones matemáticas y mucha espiritualidad. En su falta de pretensiones autorales, The Martian sale victoriosa como aventura espacial a la antigua usanza, pero palidece ante la trascendencia de aquellos ejemplos.

    El desamparo que provoca la situación de estar en soledad a tanta distancia de cualquier señal de vida, con las reservas de alimentos amenazando con agotarse y las posibilidades de supervivencia menguando a cada jornada que pasa, no se percibe en ningún momento, sobre todo porque ni el propio protagonista parece tomarse muy en serio sus circunstancias. Toda la acción paralela que sucede en los cuarteles de la NASA, con los preparativos y sucesivos intentos de rescatar al astronauta perdido, están tratados de forma tosca y previsible, presentando a unos arquetipos no demasiado alejados de los vistos en productos mucho menos distinguidos —Armageddon (Michael Bay, 1998), por ejemplo—. Tampoco ayudan a que éstos resulten interesantes las desganadas actuaciones de Jeff Daniels o Sean Bean. Por no hablar de una Kristen Wiig totalmente desubicada que no renuncia a su habitual repertorio de muecas cómicas aun desempeñando un papel dramático. Mejor nivel se halla en el interior de la nave que abandona a Watney y, en última instancia, debe aventurarse a salvarlo. Jessica Chastain está estupenda como acostumbra, capitaneando una tripulación en la que Michael Peña también aporta cierta cercanía. Ellos sirven para ofrecer esa apología de la camaradería, la solidaridad y el valor de las que, por regla general, andan sobrados los astronautas estadounidenses en este tipo de productos. Tristemente, en The Martian parecen coexistir dos películas distintas: la de la rutinaria operación de salvamento y esa fascinante, aunque no del todo explotada, fábula del único habitante de todo un planeta, que evidencia la insignificancia del ser humano ante la inmensidad del universo.

    Marte (The martian)

    «The Martian emerge como un notable entretenimiento que, a falta de aportaciones verdaderamente novedosas al género, supone una de las escasas ocasiones de disfrutar de un Ridley Scott más lúdico que de costumbre, que parece haber aparcado momentáneamente sus habituales ínfulas de solemnidad». 


    Un gran actor no requiere mayores acompañamientos para sostener por sí solo el peso de una función —Tom Hanks no necesitó más que un balón de voleibol apodado Wilson para que le diese la réplica durante la mayor parte del metraje en Náufrago, logrando cotas de emoción de alto voltaje—, y Matt Damon demuestra, en los momentos en que el guión se centra en él y deja de perder el tiempo en tramas colaterales, sus ilimitadas posibilidades como showman, captando el interés de la audiencia con más intensidad que la que pudiera hacerlo la escena de acción más espectacular. Tanto en los pasajes más desenfadados (que son la mayoría) como en los que tiene que dar el do de pecho en lo emocional, el actor está de premio. Así Scott encuentra la grandeza de su película en esas reflexiones y monólogos a cámara de Watney, grabando su particular diario de a bordo con tanta entereza como simpatía, haciendo partícipe al espectador de cada movimiento que realiza en ese camino de vuelta al hogar. Si asumimos su tono desdramatizado y un espíritu aventurero más cercano al de la obra de Defoe que a la buscada trascendencia de otras odiseas espaciales contemporáneas —aquí no hay lugar para complejos términos científicos los que llenaban los diálogos de Interstellar, siendo sus explicaciones mucho más cercanas—, The Martian emerge como un notable entretenimiento que, a falta de aportaciones verdaderamente novedosas al género, supone una de las escasas ocasiones de disfrutar de un Ridley Scott más lúdico que de costumbre, que parece haber aparcado momentáneamente sus habituales ínfulas de solemnidad. | ★★★ |


    José Antonio Martín León
    © Revista EAM / Madrid


    Ficha técnica
    Estados Unidos. 2015. Título original: The Martian. Director: Ridley Scott. Guión: Drew Goddard (Novela: Andy Weir). Productores: Mark Huffam, Simon Kinberg, Michael Schaefer, Ridley Scott, Aditya Sood. Productoras: Twentieth Century Fox / Scott Free. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Harry Gregson-Williams. Diseño de producción: Arthur Max. Montaje: Pietro Scalia. Reparto: Matt Damon, Jessica Chastain, Chiwetel Ejiofor, Jeff Daniels, Kristen Wiig, Sean Bean, Michael Peña, Kate Mara, Aksel Hennie, Sebastian Stan, Donald Glover, Mackenzie Davis, Benedict Wong.

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