Monumento a las reinas del grito
crítica de Las últimas supervivientes (The Final Girls, Todd Strauss-Schulson, 2015).
¿Qué tienen en común Jamie Lee Curtis, Adrienne King y Heather Langenkamp? Para los amantes del género de terror la respuesta es bien fácil. Estas tres actrices tuvieron el privilegio de convertirse en las reinas del grito más populares de los slashers de finales de los setenta y principios de los ochenta. Sus encarnaciones de Laurie Strode, Alice Hardy y Nancy Thompson en tres clásicos del calibre de La noche de Halloween (John Carpenter, 1978), Viernes 13 (Sean S. Cunningham, 1980) y Pesadilla en Elm Street (Wes Craven, 1984), respectivamente, convirtieron a estas mujeres en la perfecta representación del papel de la última superviviente que, casi por regla general, estaba destinada a vérselas con el asesino enmascarado de turno en el clímax final y acabar con él (al menos momentáneamente, ya que los guionistas siempre se las apañaban para encontrar la excusa para resucitarlo en la siguiente secuela). Una constante que se repetía en el comportamiento de aquellas chicas que llegaban vivas a los minutos finales de ese tipo de propuestas era la de ser la integrante más modosa del grupo de amigas, aquella que esperaba la llegada de su príncipe azul para entregar su virginidad. Por el contrario, las más ligeras de cascos, aquellas que se quitaban el sujetador a la primera de cambio, tenían prácticamente asegurada una muerte de lo más macabra. El realizador Todd Strauss-Schulson, con la gamberra Dos colgaos muy fumaos en Navidad (2011) como única experiencia cinematográfica anterior, ha querido rendir homenaje a aquellas valerosas féminas en su segundo trabajo tras las cámaras, The Final Girls (2015), filme que, de momento, ha dejado un inmejorable sabor de boca entre quienes pudieron disfrutarlo en su paso por la Sección Oficial del Festival de Sitges.
Muchas y muy diferentes han sido las ocasiones en las que se ha utilizado el recurso de hacer que los protagonistas de una película se vean absorbidos por una pantalla (ya sea de cine o de televisión) para acabar interactuando con los personajes de la función que estaban presenciando, ya sea con fines románticos —La rosa púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985)— , como autoparodia de los códigos del cine de acción —El último gran héroe (John McTiernan, 1993)— o como fantasía con mensaje a favor de la tolerancia —Pleasantville (Gary Ross, 1998). En esta ocasión, los guionistas de The Final Girls han tenido la feliz idea de tomar a un grupo de amigos adolescentes de nuestro tiempo y trasladarlos, por arte de una magia que en ningún momento se explica (ni falta que hace), al interior de una una clásica película de terror slasher de los ochenta. Bajo el “original” título de Camp Blood, este típico sucedáneo de Viernes 13 se reestrena en cines y la joven Max acude junto a su pandilla como forma de rendir tributo a su madre, Amanda Cartwright (apellido que hace clara referencia a una de las reinas del género fantástico de aquellos años, Verónica Cartwright), actriz que dio vida a una de las víctimas del asesino del campamento, y de la que se cumple el aniversario de su muerte en un trágico accidente de tráfico. Semejante anécdota argumental abre numerosas posibilidades que Strauss-Schulson sabe aprovechar con suma inteligencia. Por un lado, mostrar el divertido choque de personalidades entre los adolescentes ochenteros, toda una colección de arquetipos (el ligón simpático, la heroína dura, la chica sexy y descerebrada, entre otros) convenientemente exagerados con fines paródicos, y los jóvenes actuales, mucho más cerebrales y conscientes de lo absurdo de las circunstancias en las que se ven envueltos (no puede faltar, por supuesto, el amigo nerd experto en cine de terror). Por otra parte, la posibilidad de que Max pueda volver a reencontrarse con su difunta madre, aunque sea metida en la piel de un personaje, se presta a momentos inesperadamente emotivos que, pese a que en algún momento amenazan con romper el tono desenfadado de la oferta, finalmente no hacen sino enriquecerla.
«The Final Girls supone una auténtica gozada para los fanáticos que crecieron con las escabechinas de Michael Myers o Jason Voorhees y que, con toda seguridad, sabrán valorar en su justa medida la gran cantidad de chistes y guiños cinéfilos que contiene en su guión, entre ellos un final tan previsible como delicioso que confirma que estamos ante una de las sorpresas más gratificantes del género fantástico en este 2015».
The Final Girls es un ejercicio de metacine mucho más inteligente de lo que pudiera parecer a simple vista. Al igual que la celebrada La cabaña en el bosque (Drew Goddard, 2012), utiliza elementos de películas del género que ya son auténticos iconos para desmontarlos e intentar ofrecer algo completamente nuevo y diferente. Con diálogos cargados de ironía y situaciones absolutamente hilarantes —los intentos por mantener a los personajes de Camp Blood apartados de las relaciones sexuales con el fin de sobrevivir al psycho-killer de turno; los imposibles amagos de tratar de escapar de unos escenarios circulares que siempre van a parar al mismo punto de partida—, la película actúa como sincera carta de amor al género, al mismo tiempo que se ríe muy sanamente de la ingenuidad que en el fondo subyacía bajo las ingentes cantidades de sangre de aquel tipo de cine, tantas veces denostado pero muy efectivo, durante años, de cara a la taquilla. Se beneficia también de un estupendo reparto en el que brillan con luz propia una entrañable Malin Akerman como la actriz Amanda Cartwright y Taissa Farmiga como su hija Max (seria aspirante a recoger la banda de superviviente oficial de la historia), en una cómplice relación en donde es la adolescente quien se muestra más madura y protectora de su alocada progenitora. Visualmente, The Final Girls ofrece algunas resoluciones muy originales, como esos enormes títulos de crédito que aparecen en el cielo o los momentos en los que, al grito de la palabra flashback, el color da paso a un elegante blanco y negro que indaga en el pasado del asesino (con ciertos paralelismos con los orígenes de Freddy Krueger) al son del mítico Lollipop de The Chordettes. Y es que la banda sonora es otro aspecto muy cuidado en la película, destacando el uso de Bette Davis Eyes de Kim Carnes en uno de sus momentos cumbres. Pese a no ser una obra redonda, ni mucho menos —sus muertes podrían haber sido más imaginativas y sangrientas, pero hubiese limitado su audiencia con una calificación por encima de los 18 años—, The Final Girls supone una auténtica gozada para los fanáticos que crecieron con las escabechinas de Michael Myers o Jason Voorhees y que, con toda seguridad, sabrán valorar en su justa medida la gran cantidad de chistes y guiños cinéfilos que contiene en su guión, entre ellos un final tan previsible como delicioso que confirma que estamos ante una de las sorpresas más gratificantes del género fantástico en este 2015. | ★★★★ |
José Antonio Martín León
© Revista EAM / Madrid
Ficha técnica
Estados Unidos. 2015. Título original: The Final Girls. Director: Todd Strauss-Schulson. Guión: M.A. Fortin, Joshua John Miller. Productores: Michael London, Janice Williams. Productoras: Groundswell Productions. Fotografía: Elie Smolkin. Música: Gregory James Jenkins. Montaje: Debbie Berman. Dirección artística: Alexi Gomez. Reparto: Taissa Farmiga, Malin Akerman, Alexander Ludwig, Nina Dobrev, Alia Shawkat, Thomas Middleditch, Adam DeVine, Angela Trimbur, Reginald Robinson, Chloe Bridges.