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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en serie | Masters of sex (T3)

    Masters of Sex, Season 3

    La historia ficticia

    crítica de Masters of sex (2013-) | Tercera temporada.

    Showtime / 3ª temporada: 12 capítulos | EE.UU, 2015. Creadora: Michelle Ashord. Directores: Jeremy Webb, Adam Arkin, Dean Parisot, Miguel Sapochnik, Christopher Manley, Michael Weaver, Matt Earl Beesley, Dan Attias, Susanna White, Michael Apted. Guionistas: Michelle Ashford, Amy Lippman, Steven Levenson, David Flebotte, Esta Spalding, Gina Fattore, Jonathan Igla. Reparto: Michael Sheen, Lizzy Caplan, Caitlin Fitzgerald, Annaleigh Ashford, Kevin Christy, Josh Charles, Benjamin Koldyke, Jaeden Lieberher, Isabelle Fuhrman, Beau Bridges, Colin Woodell, Emily Kinney, Michael O`Keefe, Kevin Fonteyne, Blake Morgan Ferris, Teddy Sears, Sarah Silverman, Allison Janney, Tate Donovan, Julie Ann Emery. Fotografía: Christopher Manley, Tim Bellen, Jeffrey Jur, John C. Newby. Música: Michael Penn.

    Tras una segunda temporada plúmbea y que tuvo una escasa presencia en el circuito de los premios y las listas de lo mejor del 2014 en televisión, los responsables de Masters of sex y Showtime han aprendido algo de errores pasados y han entregado una tanda superior a la anterior, que sin tampoco rozar especialmente la excelencia sí acaba por convertirse en una docena de episodios de lo más sólida y entretenida. Lo curioso es que lo hacen teniéndose que enfrentar de entrada a un problema extra-televisivo, y que se tradujo en lo intra-televisivo en la creación y fabulación con efecto dramático de una historia diferente en ciertos aspectos reales de la vida de Virginia Johnson y William Masters, algo hecho para evitar acciones legales por parte de los herederos de ambos autores por lo que la serie cuenta. Así, Virginia se queda embarazada de nuevo de George y Bill ha tenido otro hijo en medio del salto temporal de varios años que separa el final de la segunda y el comienzo de la tercera temporada, y un cartel aclaratorio de la condición ficticia de varios personajes cierra los créditos de cada entrega.

    Por ello, los dos primeros capítulos parecen un prólogo de lo que será el gran tronco narrativo de la temporada: la toma de conciencia definitiva de lo que cada uno de los dos protagonistas siente por el otro, casi un intercambio de roles respecto a cómo empezó la serie, con Virginia locamente enamorada y Bill frenando sus avances por la dura y fría lógica de la época. Con la historia real pendiendo sobre todo el proyecto como una losa (una historia en la que sabemos que Masters y Johnson acabaron casándose durante años), los guionistas pueden permitirse hasta cierto punto de jugueteo con el espectador, y más cuando la intención de la creadora Michelle Ashford y su equipo pasa también por hacer una crónica de la época y evidenciar las duras circunstancias vitales de las mujeres. Por ello se ha tomado la sabia decisión de dar profundidad y relevancia a Tessa Johnson, personaje que durante las dos primeras series fue más bien un pegote de intermitente presencia y nulo desarrollo personal pero que aquí es ya una adolescente que carga con la presencia pública de su madre y con haber crecido en un hogar muy desestructurado, amén de con las dificultades de una joven en los años 60.

    Masters of Sex, Season 3

    «Como suele pasar en Masters of sex, hay magníficos intérpretes y textos que suelen quedar mejor en el papel que puestas en pantalla, aunque aquí al menos los 55/60 minutos de rigor por episodio no pesan».


    Con la nueva situación establecida, empieza en el tercer episodio la temporada propiamente dicha, con el regreso de ese gran personaje que es Barton Scully (posible gracias a que el glorioso Beau Bridges se quedó sin trabajo fijo hace unos meses), el comienzo de la otra gran trama en la toma de conciencia definitiva de Libby Masters (estupenda Caitlin Fitzgerald, siempre aprovechando lo que le lanzan los guionistas para brillar) y la aparición del interés amoroso definitivo para Virginia en la figura del empresario de perfumes Dan Logan (excelente Josh Charles), que dará fondos a la clínica para una investigación sobre las feromonas y cómo poder comercializarlas. Como suele pasar en Masters of sex, hay magníficos intérpretes y textos que suelen quedar mejor en el papel que puestas en pantalla, aunque aquí al menos los 55/60 minutos de rigor por episodio no pesan. Aunque también están los hilos narrativos a la altura del gran talento actoral, como aquella que recupera a la extraordinaria Allison Janney durante dos episodios, y que nos muestra el destino actual de uno de los personajes más memorables, sino el que más, de Masters of sex: Margaret Scully. En su intento de no repetir la misma situación sentimental de su matrimonio con Barton, la mujer se mete en una relación a tres bandas y en esencia pierde otra parte de su identidad, algo que la hace sufrir. Su solución al asunto reafirma su grandeza, y su reencuentro con Barton mejora su vida de manera inesperada. Las escenas entre Janney y Bridges son todo un lujo para el espectador, aunque la salida de Margaret propicie que el uso restante de Barton sea tan intermitente y el resultado esté por debajo de lo esperado (el personaje acepta cada vez más la verdad sobre sí mismo, pero apenas se profundiza en ello más allá de algunas consignas manidas).

    Lo que queda por lo tanto es ver el algo rutinario pero efectivo despliegue de subtramas que Ashford y sus guionistas van planteando para que sus protagonistas avancen en sus vidas y tengan los ocasionales momentos de autodescubrimiento. En ocasiones todo el entramado se asemeja a una gigantesca partida de ajedrez en el uso y la recuperación de personajes pasados, pero suponemos se debe a las puras necesidades narrativas de la historia. Algunos arcos funcionan mejor que otros (la inesperada sorpresa de Nora y el turbio giro final de la historia con Dennis frente a la fallida experiencia con el gorila o lo muy mal usados que están casi todos los hijos, tanto de Bill como de Virginia) y solo un par de episodios tienen el empaque suficiente como para funcionar en su totalidad, destacando las potentes dos últimas entregas, donde se exponen las verdades al fin y los personajes están más vulnerables que nunca. Las escenas entre Libby y Bill en la comisaría no son solo el satisfactorio fruto de una espera de tres temporadas sino que sobrepasan las expectativas de la audiencia en cuanto a lo intenso y emotivo del momento. El camino, por tanto, queda marcado para la cuarta, confirmada hace meses y que tiene que resolver unos cuantos y muy jugosos puntos suspensivos. Solo cabe esperar que eso suceda en la misma línea de progresión de calidad e interés en que Masters of sex se ha embarcado en esta tercera. | ★★★ |


    Adrián González Viña
    © Revista EAM / Sevilla


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